Festival de Cine de San Sebastián, día 8: Una serie muy negra de Urbizu

Dentro de la cobertura especial que realizaremos sobre la presente edición del Festival de Cine de San Sebastián les ofrecemos las crónicas de Carlos Boyero en EL PAIS y de Oti Rodríguez Marchante en ABC.

Laura Ramos
Redacción ESTRELLAS EN LA NOCHE


Una serie muy negra de Urbizu

El universo y el estilo del director es reconocible en la serie ‘Gigantes’, una historia de malvados

Carlos Boyero – EL PAIS (29 de septiembre de 2018)

Creo que fue Cannes el festival que inauguró una moda que ya está instalada, la de estrenar en el templo del cine una serie de televisión. Buscaron a un autor con pedigrí, a ese ídolo de la modernidad llamado David Lynch. Los dos capítulos iniciales de su nueva entrega de Twin Peaks, onanismos mentales muy fatigosos, me quitaron definitivamente las ganas de seguir su evolución cuando se exhibiera en televisión. Y me ocurrió todo lo contrario cuando el festival de San Sebastián programó el año pasado el arranque de la sombría y excelente La peste. Me despertó la inaplazable necesidad de devorarla entera cuanto antes.

Este festival, tan receptivo ante los cambios (incluido el mimo con el que trata al feminismo) ha programado tres series. Solo he podido ver los dos primeros capítulos de Gigantes. Poseía mucho atractivo inicial para mis gustos. Los dirige Enrique Urbizu, alguien que ha abordado con personalidad, talento y verosimilitud el cine negro en las memorables La caja 507 y No habrá paz para los malvados. También la ferozmente romántica La vida mancha, una película que me remueve y me emociona hasta extremos alarmantes, una de mis favoritas en la historia del cine español. En las tres está magnífico José Coronado, su química con esos personajes broncos y complejos, auténticamente duros, destinados al sacrificio, es absoluta. En Gigantes vuelve a reunirse con el hombre que mejor le ha dirigido. Y el universo y el estilo Urbizu sería reconocible en esta historia de malvados aunque no existieran los títulos de crédito. Cuenta la lucha salvaje por mantener el poder del patriarca de una familia mafiosa, alguien implacable con su boca y con sus actos, temido y odiado incluso por sus hijos, un señor feudal con derecho de pernada sobre todos, inmune a la negociación y a la piedad. Es tenebroso, tal vez demasiado, rozando el esperpento. Y entre sus herederos hay de todo: el sinuoso con capacidad camaleónica para adaptarse a los nuevos tiempos, el arrogante gallo de pelea, el patético débil mental. Está claro que los guionistas han visto muchas veces la saga de El Padrino. La ambientación es notable, el centro de Madrid y la zona del Rastro tienen sabor y olor. También funciona bien el enfrentamiento de estos ancestrales reyes de las cloacas con los modélicamente descritos clanes gitanos. Y otras relaciones me parece que están débilmente contadas. No me deslumbra lo que he visto, aunque sí me ha entretenido y es transparente que su creador no es un tipo convencional. El material me parece más que digno, pero presiento que puede mejorar.

La sección oficial se ha clausurado con la inclasificable película noruega Blind Spot, dirigida por Tuva Novotny. Sus cien minutos de metraje tienen la osadía de estar rodados en un plano secuencia. Mi terror inicial estaba justificado. Y de acuerdo en que Hitchcock hizo idéntico experimento en La soga. O que Náufragos se desarrolla casi toda en una barca en medio del océano. Pero se llamaba Hitchcock. Estoy seguro de que podría haber rodado en un ascensor una intriga apasionante. Pero que la cámara filme durante 15 minutos la banal conversación de unas crías y durante un tiempo similar el rostro de una mujer angustiada que viaja en un taxi o en una ambulancia es un reto para el sistema nervioso de cualquier espectador medianamente sensato. Los experimentos radicales necesitan una base sólida. El intento de suicidio de una niña es algo pavoroso. Pero la forma insoportable que utiliza la directora para narrar esta tragedia y la comprensible histeria de sus progenitores solo te hacen desear que la película finalice de una puñetera vez.


Sin noticia de la Concha de Oro para un inminente Palmarés

«Gigantes», la serie de Urbizu y Dorado, y «Petra», de Jaime Rosales, rescatan el buen cine fuera de concurso

Oti Rodríguez Marchante – ABC (29 de septiembre de 2018)

José Coronado
José Coronado en San Sebastián

Definitivamente, la sección competitiva de este año no ha encontrado ese título inapelable al que colgarle la Concha de Oro. El último en salir, el noruego “Blind Spot”, era un completo “truño” aunque camuflado detrás de una historia muy emocional que se hubiera merecido un mejor empaquetado. La directora, Tuva Novotny, cuenta en planos secuencias infinitos y sin el menor interés un suceso trágico en una familia y su hija adolescente. La primera media hora es un largo paseo del cole a casa en conversación inane con una amiga; y tras el golpe de tragedia, sólo hay gritos, llantos, histeria y tres o cuatro detalles sobre la personalidad y pasado de los personajes. Dos horas de cámara cansina y de interpretaciones extremas para contar lo que un guionista y director (pongamos Billy Wilder) diría mucho mejor en cinco minutos y otras tantas frases y planos. Aquí, entre el tiempo muerto y el tiempo moribundo, uno pierde el suyo.

Este título, junto al “High Life” de Claire Dennis y junto a “In fabric” de Peter Strickland, forman una trilogía de cine irritante que muy bien podría acaparar todos los premios del Palmarés, porque no hay que descartar que el presidente del Jurado, Alexander Payne, además de un director excelente sea un espectador y juez que disfrute con el cine irritante y tedioso. De las películas españolas en competición, el jurado puede elegir entre la corrosiva foto de ambiente de “El reino”, entre el sudor de melodrama y estilo de “Quién te cantará” o entre ese jarro de cine fresquito y “real” de “Entre dos aguas”. Las mejores interpretaciones son, a varias millas de distancia, la de la pareja argentina de “El amor menos pensado”, Ricardo Darín y Mercedes Morán, pero se puede apostar doble contra sencillo a que encuentran algo más “cool” para premiar. No puede haber un buen Palmarés, y ya liberamos a Alexander Payne de improvisarlo.

No ha sido la de esta edición del apartado oficial la mejor de los últimos años, pero sí ha tenido fuera de ellas las mejores Perlas y ese cine que compensa un día repleto de películas de autores por descubrir cualquier década de estas. Cualquiera que haya visto “Cold War”, la película polaca de Pawlikowski, o “Roma” de Alfonso Cuarón, puede volverse a casa bien contento, pues habrá visto lo mejor del año. O la de Jaime Rosales, “Petra”, un mayúsculo melodrama que también se ha exhibido en la Sección de Perlas. Hay tanta tragedia, tanta sorpresa, intriga emocional y vocación de lenguaje en esta película de Rosales, una historia que serpentea con elegancia como el mejor “culebrón” y que tiene dentro, entre otros varios hallazgos, al más puro villano visto en décadas, un tipo (que interpreta magistralmente Joan Botey) que se maneja en el mal, en la amoralidad, con espeluznante frescura, y consigue llevar la maldad a tal grado de pureza que linda, por espontánea y auténtica, con ese punto extremo de la comedia.

Fuera de la competición se ha proyectado también “Gigantes”, o en realidad los dos primeros capítulos de lo que será una serie de éxito. Los dirige Enrique Urbizu, tan dotado para hacer ese cine negro y sucio que requiere la historia. De nuevo es José Coronado el fulano que da miedo, un patriarca sin el menor rasgo de humanidad, tan duro, cruel e insano, que deja a aquel miserable Santos Trinidad (el poli de “No habrá paz para los malvados”) en un seguidor de la Madre Teresa de Calcuta. Uno se traga los dos primeros capítulos como un canapé de anchoa, de un bocado, aunque la tensión, la adrenalina, la malicia y la violencia pidan agua para pasarlo. Una especie de familia a lo “Padrino”, pero en el rastro madrileño, y con tres hijos “corleones”, Daniel Grao, Isak Ferriz y Carlos Librado, que uno no querría encontrárselos ni en el desayuno del hotel.