Muere el brasileño Nelson Pereira dos Santos, padre del Cinema Novo

El cineasta, director de títulos como ‘Río 40 grados’ o ‘Vidas secas’, falleció el sábado a los 89 años víctima de un cáncer de hígado

Gregorio Belinchón – EL PAIS (23 de abril de 2018)

Nelson Pereira dos Santos, padre del Cinema Novo brasileño y figura clave del cine latinoamericano, falleció el sábado a los 89 años en el Hospital Samaritano de Río de Janeiro por un cáncer de hígado. Con su muerte, el cine brasileño pierde a su gran referente, a la figura paternal de las siguientes generaciones. Otro de los cineastas brasileños importantes, Carlos Diegues, decía de él: “Siempre tuve miedo de Nelson; un cierto miedo filial de quien teme el juicio que importa porque nunca conocí persona más sabia, capaz de enseñar de una forma que no te das cuenta de que estás aprendiendo. Nelson fue quien nos mostró a todos nosotros que era posible hacer un cine diferente en Brasil”. Pereira dos Santos concursó cuatro veces en el Festival de Cannes, otras cuatro en la Berlinale, y más allá de premios y reconocimientos, su figura se ha agiganta en el tiempo por su influencia como creador y referente moral para un continente. El escritor Jorge Amado admiraba de él su férrea conciencia política “al tiempo que se iba volviendo más amplio, más abierto. Fue un paulista que se hizo carioca y después perdió toda estrechez regional”. Su importancia se demuestra en que su óbito fue anunciado por la Academia Brasileña de las Letras: fue el primer cineasta de la historia de su país -en 2006- en entrar en la institución.

Nacido en São Paulo en octubre de 1928, y se sentía muy orgulloso de sus orígenes humildes. Tras estudiar Derecho en su ciudad natal y entrar en política, siguió su formación un año como cineasta en París, donde estaba exiliado el escritor Jorge Amado, su protector, por la persecución a los miembros del Partido Comunista brasileño.

De regreso a Río de Janeiro, entonces capital de Brasil, para acabar la carrera, hacer el servicio militar y ser padre, empezó a hacer cine y a trabajar en el periodismo. Así empezó a filmar una nueva “geografía urbana”: con Juventude (1950), un documental de 45 minutos filmado en las calles y las favelas, algo que no se había visto jamás en las pantallas de cine, se lanza a la dirección y se abre una nueva etapa en el cine brasileño, que retumba con Río, 40 grados (1955).  Hace una década, recordaba: “Arribé a Río de Janeiro a los 24 años, en 1952, y me choqué de frente con las favelas verticales a cuenta de la geografía de la ciudad en São Paulo donde las favelas son horizontales y distantes de la clase media: no se ven. Ahí miré y pensé: aquí está mi texto neorrealista, e inventé la historia e hice el filme que ya marcaba el aspecto de la violencia urbana que empeora cada vez más en el país. La situación solo mejorará cuando hagamos las reformas agrarias y urbanas”.

De esa manera, contribuye, junto a Glauber Rocha, Carlos Diegues, Joaquim Pedro de Andrade, o Paulo Cesar Saraceni, al desarrollo del Cinema Novo, corriente que quiere mostrar la realidad de Brasil, especialmente el mundo rural y las favelas. Sus principales influencias fueron el Neorrealismo italiano y la Nouvelle Vague, y por eso contaba: “Brasil es un país cada vez más esclavista, donde los pocos que viven muy bien no tienen el menor compromiso social y humanista: quieren y luchan siempre por situaciones de privilegio económico y de poder”. Glauber Rocha manifestó en su Estética del hambre: “Desde Amanda hasta Vidas secas, el Cinema Novo narró, describió, poetizó, discursó, analizó los temas del hambre”. El mismo Pereira dos Santos lo explicaba: “Con el Cinema Novo el cine brasileño comenzó su momento de descolonización. Los cineastas que surgieron consiguieron demostrar que podían dominar el lenguaje universal del cine y al mismo tiempo tener una gran fidelidad a sus orígenes culturales. Es el mismo proceso sufrido en décadas anteriores con la literatura, la pintura, la música. Tuvimos que librar verdaderas batallas para que el cine encontrase su lugar dentro de la sociedad”.

Entre las películas de Pereira dos Santos destacan, además de Río, 40 grados (1955), Vidas secas (1963), El justiciero (1967), Cine de lágrimas (1995) y Brasilia 18% (2006), su última producción centrada en la corrupción política de su país.

En 2006, se convierte en el primer cineasta en ingresar a la Academia Brasileña de Letras, debido a su afición por las adaptaciones literarias de autores como Graciliano Ramos (Vidas secas es el ejemplo y con ella ganó el premio OCIC de Cannes al mostrar la pobreza extrema del noreste brasileño con compromiso y compasión). Con Memórias do Cárcere obtuvo en 1984 el premio FIPRESCI, el de la crítica internacional, en el certamen francés.