Annette Bening: “El glamour hoy es una mercancía”

Casada desde hace 25 años con Warren Beatty y con cuatro hijos, si por algo se caracteriza es por no hablar de su vida privada. Su trabajo es la forma de abrirse al mundo

Irene Crespo – EL PAIS (18 de mayo de 2018)

Madrid – La ceremonia número 25 de los Oscar, celebrada en 1953, fue la primera que se televisó en la historia. Un dato que la Academia de cine olvidó compartir con muchos actores, que se presentaron aquella noche no tan arreglados como habrían deseado. Eso le pasó a Gloria Grahame, estrella asentada de aquel Hollywood clásico, subió a recoger su primer Oscar por Cautivos del mal y sin mirar a cámara dijo “gracias” y se marchó. “No llevaba casi maquillaje”, recuerda y justifica la actriz Annette Bening que ahora interpreta a Grahame en sus últimos días en la película Las estrellas de cine no mueren en Liverpool.

Aquella noche Gloria Grahame no podía dejar que el mundo la viera al natural. De hecho, entre las mil leyendas alrededor de la actriz una de las más reales fue su obsesión por la apariencia física que la llevó a recurrir a la cirugía estética o a trucos caseros (como colocarse papel debajo del labio) más de lo habitual. La anécdota ocurrida en 1953 es totalmente actual hoy. Como la que cuentan el motivo por el que perdió el papel de Nacida ayer ante Judy Holliday: porque se negó a ir sola en una limusina con el gran jefe del Hollywood de entonces, Howard Hughes.

Annette Bening cree que Grahame sufrió todas las malas prácticas, abusos y estereotipos que hoy han salido a la luz tras el escándalo Harvey Weinstein. La llamaron “la chica que no puede decir no” por su papel en Oklahoma, pero dijo no muchas veces y lo pagó. “Aunque en aquella época era aún peor, la presión sobre la belleza, la edad y las mujeres es también salvaje hoy”, dice la actriz de 59 años que llevaba más de 20 años intentando interpretar a esta actriz que fue apartada de Hollywood por una vida personal de la que ella nunca habló. Otro rasgo que Bening entiende y comparte con Grahame. “Puedes entrar en Internet y ver mil testimonios sobre su tempestuosa vida, pero no hay entrevistas de ella hablando sobre cómo se sintió”, dice, refiriéndose pero sin querer nombrarlo al episodio más oscuro de Gloria Grahame, cuando su segundo marido, el director Nicholas Ray, la encontró en la cama con el hijo de él, de 13 años, con el que una década más tarde acabaría casándose y teniendo dos hijos.

Aunque la vida de Bening ha sido mucho más tranquila –está casada desde hace 25 años con Warren Beatty y tiene cuatro hijos– si por algo se ha caracterizado la actriz es también por su “privacidad”. Nunca ha hablado de su vida privada porque siente que su trabajo es su forma de abrirse al mundo.

Y así le ha ido bien. “Pero las cosas han cambiado tanto desde que empecé”, se lamenta, echando la vista atrás a sus tres décadas de carrera. “Ahora hay muchos más medios, la tecnología… todos intentando llenar tantos espacios con contenidos. El trabajo que hacemos como actores, nada tiene que ver con esto, con las entrevistas. Y el glamour, en el viejo sentido de la palabra, es cada vez más una mercancía. Cada vez estamos más dentro del lado comercial de esto y es muy triste para nuestro arte”.

A pesar de todo, sabe que es afortunada. Al contrario que Gloria Grahame, la última década puede que haya sido la mejor de Annette Bening profesionalmente. En los 2000 se tomó muchos descansos para cuidar de sus hijos y siempre tenía miedo de si podría volver. Ahora ese temor ha pasado. “De alguna forma, creo que soy afortunada por no haber empezado en el tiempo de las redes sociales y no tengo que hacer cosas que no quiero hacer”, explica.

No tiene que luchar por conseguir “papelitos en obras de teatro en ciudades pequeñas para sobrevivir”, como tuvo que hacer Gloria Grahame. Cree que el momento de papeles estereotipados, “la femme fatale, la buena madre, la mala, la puta…” que sufrió Grahame, y que ella también ha vivido, se ha pasado. Y está convencida de que, a pesar de que la importancia de la imagen y la apariencia siga siendo fuerte, podrá seguir actuando toda su vida.

“Tengo vanidad, claro, todas la tenemos, pero siempre he pensado que sería actriz toda mi vida y lo que me interesa es disfrutar de la edad que tengo”, dice y pone como ejemplo a otra dama del cine. “Vanessa Redgrave, con la que acabo de trabajar [en Las estrellas de cine no mueren en Liverpool], tiene 80 años”. A eso aspira. “Todos tenemos vanidad y lo anormal sería no tenerla, pero hay una escala de cuánto te puedes preocupar por tu imagen. En mi caso, mi gran preocupación es hacer el trabajo que me interesa”.