Me toca: “Almodovar: paso de ti y de tus historias” por Carlos Infante

Nunca he ocultado mi pésima relación con el director Pedro Almodóvar a quien ya le expuse mi opinión sobre su persona en la presentación de La ley del deseo hace muchos años. Tampoco he ahorrado críticas sobre su habitual lamentable y sectario comportamiento, o sobre sus actitudes liberticidas como cuando pidió por escrito la expulsión del compañero Carlos Boyero del diario EL PAIS por una crítica adversa que pareció no poder encajar, ese mismo diario donde publica su propia ‘critica’ de su propia película en una demostración más de su infinito ego y su desvergüenza ilimitada. Pero hoy se trata de comentar una película y no mi opinión personal sobre un director.

El cine de Almodóvar nunca me ha interesado en exceso, más bien de forma limitada, muy escasa por no decir nula, y esas bondades que muchos le ven yo no las encuentro por ningún lado. Es uno de los directores a los que más ‘ceros’ le he puesto a lo largo de su filmografía. Reconozco, hay que ser justos, que Todo sobre mi madre le salió bien y que Hable con ella no está mal, pero ahí termina mi interés por este autor al que para mi desgracia tengo que seguir como si de una penitencia se tratase.

En Dolor y Gloria se abren los títulos de crédito y lo primero que aparece es que ha sido financiada con fondos del Ministerio de Cultura (es decir con el dinero de los ciudadanos españoles, por lo que deduzco que el realizador se ha olvidado de su costumbre de renunciar a las subvenciones) para seguidamente leer la frase tan egocéntrica y caída en desuso de ‘Un film de’. Es un mal comienzo y mi predisposición hacia la película empeora por minutos.

Lo siguiente que vemos es a Antonio Banderas, caracterizado a lo Almodóvar, viviendo en su propia casa (hasta ahí llega la egolatría del director), aunque éste jamás tendrá los rasgos del actor malagueño. La verdad es que me es indiferente la historia de éste personaje, un director que se ha autorecluido por su convencimiento de que no podrá hacer más películas por su deteriorado estado de salud, no empatizo con sus sufrimientos físicos y mentales (lo que ya me había sucedido con su anterior película Julieta), me son ajenos, fríos, impostados, increíbles. No me interesa su incapacidad creativa, ni tampoco ese recuerdo con el ‘amor perdido’. Ni siquiera reconozco ese Madrid de los años ochenta (donde yo mismo vivía y donde tuve ocasión de acudir a fiestas donde el manchego se travestía para cantar con su entonces amigo McNamara ‘Gran Ganga’ donde se pregunta quién soy y de dónde vengo) supuestamente omnipresente en toda la película, ni la visión del envejecimiento que está pésimamente expuesta.

Asisto a una sucesión de imágenes que me aburren hasta el hastío infinito. No hay nada nuevo, no hay nada de interés. Es la eterna historia de este farsante, revestido de genio, que ha fabricado una autobiografía tan falsa como impostada. Una película para su mayor gloria que a ningún espectador medio le puede interesar en lo más mínimo, si exceptuamos la explicación del uso impresionante de la maquinaria de marketing utilizada que Almodóvar y los suyos que manejan como pocos.  

Capítulo aparte se merecen los actores. Antonio Banderas hace lo que puede con su personaje, imitando a Almodóvar en ocasiones hasta en la forma de hablar, además de en el aspecto físico. Al malagueño no se le puede pedir más, únicamente preguntarse la razón por la que acepta papeles de este tipo, como ya sucediera con la lamentable La piel que habito. Respecto a Penélope Cruz me resulta un elemento distorsionador (otro más) en la película, no creyéndome nada de su personaje y viendo a la supuesta estrella (más bien estrellada) disfrazada en todo momento, una composición patética impropia de alguien que se tenga por actriz.

Hay dos aspectos que sí me interesan la interpretación de la veterana Julieta Serrano y su relación con su hijo y la parte que nos remite a la infancia de Salvador Mallo (Antonio Banderas) interpretado por Asier Flores. Algo se ha salvado de la ‘quema’. El resto, como he dicho, me ha parecido un sopor, un castigo de película, que me ha obligado a soportar un hastío indescriptible, y siguiendo el título de otra de las películas del director cada pocos minutos me autopreguntaba de forma retórica: ¿Qué he hecho yo para merecer esto?

Resumo y termino: He visto y sufrido otro bodrio de Almodóvar, es mi trabajo, por suerte no tendré que soportar otro hasta dentro de dos o tres años, para entonces tendré tiempo a mentalizarme del castigo que me espera durante casi dos horas.

  

Carlos Infante