El director habla de su relación con el cine de Stanley Kubrick, de la necesidad del celuloide y repasa a la carrera las claves de su filmografía. Todo, claro, entre aplausos
Luis Martínez – EL MUNDO (12 de mayo de 2018)
Fue admitir que es la primera vez que pisa Cannes y un siseo recorrió la Sala Buñuel. Probablemente el murmullo no era tanto una consecuencia del asombro como la propia reverberación de la frase. Christopher Nolan, téngase en cuenta, habla con eco. Con la sala abarrotada hasta más allá de lo razonable, el cineasta con un talento tan descomunal como su inmodestia asistió a su primer baño de gloria en el presente Festival de Cannes. Mañana mismo, cuando presente la copia restaurada de ‘2001, una odisea del espacio’ con ocasión de su 50 aniversario, vendrá el segundo. Y los que faltan. No en balde, entre el público de notables no faltaban, además del director Denis Villenueve en funciones quizá de discípulo aventajado, el actor y protagonista de la mítica aventura intergaláctica, Keir Dullea, y la hija del creador máximo Stanley Kubrick, Katherine. Y todos, con el jefe de todo al frente, para loar al mesías.
“Recuerdo perfectamente”, inició protocolario, “la primera vez que vi ‘2001’. Tenía siete años y fui con mi padre al cine con la pantalla más grande de Leicester Square en Londres. Directamente fui transportado por lo que vi allí. No me lo podía creer. Nunca hubiese imaginado que algo así fuera posible”, Y aquí se detiene. No es pausa dramática. Aunque quizá un poco sí. Es por la traductora. Y sigue: “Si algo aprendí de Kubrick es que las películas pueden cambiar la realidad. No hay límites para el cine y él lo demostró llevando sus reglas al extremo. Puso otras y, de alguna manera, se puede afirmar que lo reinventó. Mi objetivo en esta profesión es ser capaz de hacer que alguien sienta delante de una película mía lo mismo que yo sentí entonces”. Aplausos.
No en balde, y para situarnos, Nolan, además del sucesor natural de Kubrick según sus seguidores fieles con él mismo al frente, ha sido el responsable y director de la restauración de ‘2001’. “Hay un concepto muy extendido según el cual para restaurar una película basta limpiarla y digitalizarla. Y eso es falso. En el proceso se pierde mucha información. Restaurar no significa digitalizar. Lo que he intentado es reproducir de la forma más impecable posible tanto la imagen como el sonido original de 1968. Pero conservando la película. Se restaura la película. Nada más”.
Pocos directores de hecho tan preocupados y críticos con la deriva del cine en particular y de la tecnología en general. No es un misterio que el director de ‘Memento’, la trilogía de Batman, ‘Origen’, ‘Interstellar’ o ‘Dunkerque’ es un fiel defensor del rodaje con película. Y para que quede claro, insiste: “No me voy a repetir sobre cuestiones técnicas, sobre la paleta de colores que recoge el celuloide y no la imagen digital. Lo relevante es que son dos soportes distintos y dos experiencias diferentes. No se trata de una guerra sino de admitir la peculiaridad de cada uno. Uno no supera al otro. Simplemente son distintos”.
Nolan se muestra convencido de que todo lo que es ahora lo era ya cuando rodó ‘Following’, su primer trabajo. Ahí sentó las bases, dice, de la puesta en escena “en tres dimensiones” donde lo que cuenta es “la mirada de cada uno de los personajes con respecto a la historia”; ahí quedó claro que los personajes se han de definir por lo que hacen no por lo que dicen, y ahí, de forma más radical, aunque aún modesta, surgió la necesidad de concebir cada cinta como “una experiencia” para el espectador. Sus posteriores devaneos u obsesiones con los 70 milímetros y con herramientas como el IMAX, por ejemplo, vienen de ahí. “Este formato lo descubrí en los museos en documentales y la primera pregunta que me surgió es si sería capaz de llevarlo a una película de ficción”, dice y como prueba presenta ‘Dunkerque’ y, antes, parte de ‘El caballero oscuro’. “El rodaje es una tortura, pero ninguna experiencia en un cine es comparable a verse arropado por la pantalla”. Y así.
Cuenta que trabajar en familia (su mujer es la productora y buena parte de sus guiones los firma con su hermano) le aporta seguridad. “Sabes que todo va a ir enfocado al resultado. No se interfiere ni otro trabajo ni el dinero”. Añade que su formación en el cine independiente ha impedido que delegue en nadie por muy grande que sea la producción. “No entiendo eso de que haya planos importantes que firme el director y otro menos, que hace la segunda unidad. Todo vale lo mismo”. Por el camino apunta que él, como Truffaut, hace todas las películas tres veces: en el guión, en el rodaje y con el montador. Y, por último, tampoco deja pasar la ocasión para aclarar que los estudios que más le han ayudado en esto del cine fueron los cursado en… literatura. “Yo quería entrar en la escuela de cine, pero ellos no me quisieron. Acabé estudiando artes y, la verdad, me ha ayudado a la hora de construir las historias y entenderlas desde dentro. Por lo demás, como Kubrick, creo que se aprende de cine haciendo películas”. Y ahí lo deja.
Para cuando acaba la charla, la confesión y el homenaje, todo eso fue, queda la sensación de que habrá más. Nolan, en Cannes, no ha hecho más que llegar. Tiene eco. Mañana más. Mañana ‘2001’.