CUMPLEAÑOS Los 60 años de Michelle Pfeiffer: el renacer de la actriz reconciliada con el cine

La actriz alcanza la madurez y regresa a la interpretación tras 20 años dedicada a su familiar. Regresa para quedarse

Pablo Scarpellini – EL MUNDO (28 de abril de 2018)

Los Ángeles – Hacía tiempo que no protagonizaba el paseíllo de rigor por una alfombra roja, pero en el festival de Venecia demostró que los 60 años que está a punto de cumplir apenas han podido erosionar el alargado efecto de su belleza. Michelle Pfeiffer (Santa Ana, California, 1958) sigue siendo una mujer con un brillo difícil de olvidar. Hollywood y sus entresijos no han podido con ella.

Ha vuelto incluso cuando ya muchos la daban por acabada. Tras alejarse durante años del mundo del cine por motivos familiares, la protagonista de Las brujas de Eastwick o Los fabulosos Baker Boys está demostrando que aún le quedan arrestos para prolongar su notable recorrido.

Es más, la semana pasada estrenó en Estados Unidos Where is Kyra?, un título independiente en el que ha firmado, según los críticos del Village Voice y Rolling Stone, la mejor interpretación de su carrera. Además, Pfeiffer logró el año pasado su primera nominación a un Emmy como mejor actriz secundaria por su papel en The Wizard of Lies, el largometraje de HBO sobre Bernie Madoff y su estafa piramidal en la que hacía de la mujer del ladrón millonario.

Y en Venecia desfiló junto a Jennifer Lawrence por otro trabajo reseñable, Mother!, de Darren Aronofsky, una cinta de difícil digestión que causó división entre la crítica. Pfeiffer, sin embargo, salió indemne de los dardos.

Puede ser el reflejo de la plenitud con la que llega a los 60, aún firme en su matrimonio con el guionista y productor David Kelley tras 25 años de relación y reconciliada con su oficio. La ex modelo con raíces suecas, alemanas, británicas y suizas aclaró en su momento que los años que se tomó lejos de las cámaras se debieron estrictamente a su deseo de estar con sus dos hijos y su marido, y nunca a una crisis de confianza o al abandono clásico de la industria al ir cumpliendo años.

“Nunca perdí mi amor por la interpretación”, le explicó a una periodista de Vanity Fair el año pasado. “Ahora soy una persona más equilibrada, honestamente, cuando estoy trabajando. Pero fui muy cuidadosa de dónde rodaba, cuánto tiempo estaba fuera, si eso funcionaba o no con los horarios de mi hijos. Y me volví tan quisquillosa que era imposible de contratar. Y luego el tiempo pasó… y desaparecí”.

Con ambos hijos en la universidad, Pfeiffer ha dejado claro que no tiene intención alguna de volver a perderse entre la maleza y que quiere “trabajar mucho”. “Me he dado cuenta de que no he terminado. Tengo mucho más que hacer y que decir. Nunca seré de las que se retira”.

Prueba de ello es su inclusión en el universo de los superhéroes de Marvel, donde trabajará junto a Paul Rudd en Ant-Man y la Avispa haciendo de Janet van Dyne, la madre de Hope, un género en el que ya brilló con uno de sus roles más recordados, el de Catwoman en Batman vuelve.

Siempre fue una actriz versátil, considerada como una de las grandes de su generación y nominada a tres Oscar, uno como mejor secundaria por Las amistades peligrosas, y otros dos como mejor actriz por Los fabulosos Baker Boys y Por encima de todo.

Un recorrido nada despreciable para una mujer que aún tiene miedo a que descubran que es una farsa. O eso dice. Esgrime que tiene ese temor porque nunca recibió un entrenamiento formal como actriz y por haber pasado de cajera en un supermercado a estrella de Hollywood en muy pocos años. “Nunca pasé por Juilliard -un prestigioso colegio de arte dramático del Upper West Side de Manhattan-. Sólo estaba sobreviviendo y aprendiendo en frente del mundo. Así que siempre he tenido la sensación de que algún día iban a descubrir que soy un fraude, que en realidad no sé lo que estoy haciendo”.

Antes de ser actriz y después de cajera, Pfeiffer ganó un concurso de belleza en el condado de Orange, al sur de Los Ángeles. Fue esa cualidad externa la que durante años le cerró las puertas hacia algo más serio en el cine, percibida por los directores de casting como una actriz de poca monta y gran belleza, incluso años después del papel con el que se dio a conocer en Scarface, en la que compartió cartel con Al Pacino en 1983.

A base de talento y de rebuscar entre guiones, logró sacudirse el estigma de encima hasta cierto punto. Eso sí, no dejó nunca de figurar durante sus años de juventud en todas las listas de mujeres más guapas y deseadas del mundo. Como escribió Nisha Lilia Diu en el Daily Telegraph, “es la simetría de su estructura ósea, los ojos aguamarina brillantes y esos labios, el superior mucho más relleno que el inferior. Es la clase de belleza que te hace detenerte durante un momento a admirarla de forma involuntaria en medio de una conversación”.

Su ternura y su fragilidad propiciaron unos cuantos romances en el set de rodaje. Como el de John Malkovich, por ejemplo, tras compartir cartel en Las amistades peligrosas, dirigida por el gran Stephen Frears. En ese momento el actor estaba casado y eso fue lo que pudo haber propiciado su posterior divorcio.

También pasó por sus brazos Michael Keaton, compañero en Batman vuelve, y salió con el actor y productor Fisher Stevens. Antes había estado casada con Peter Horton, al que conoció en una clase de interpretación. El tema no funcionó por exceso de trabajo por ambas partes y en 1988 se separaron.

En ese intervalo entre matrimonios, la actriz comenzó a centrarse en tener hijos. En una entrevista reciente confesó que quizá por eso se enganchó a relaciones que no debería haber tenido. Hasta que conoció a Kelley en una cita a ciegas en la que, de inicio, no se hicieron ni caso al convertirse en una reunión de grupo. Pero el creador de series como Ally McBeal o Big Little Lies insistió y la llevó al cine una semana después.

Conectaron de inmediato y dos meses después le dieron la bienvenida a una niña adoptada cuyo proceso ya había puesto en marcha la actriz unos meses antes. En noviembre se casaron y nueve meses después nació Henry, su único hijo biológico.

Pfeiffer atribuye su suerte al tesón y la testarudez que la caracteriza. Está convencida de que lo heredó de su padre, un ingeniero especialista en aire acondicionado que tuvo cuatro hijos con Donna Taverna, una ama de casa. Siempre vivieron en el condado de Orange, una región tradicionalmente conservadora y de clase media.

La protagonista de Un día inolvidable reconoce que le dio muchos problemas a sus padres durante su juventud, que estaba un poco perdida, sin ganas de estudiar ni completar una carrera universitaria. Se solía saltar las clases para irse a hacer surf a la playa o tomar el sol.

En una de ésas se presentó a un concurso de belleza sin saber muy bien por qué y eso le abrió las puertas para mudarse a Los Ángeles y convertirse en la actriz que es hoy, respetada, querida y venerada en su oficio. Siempre una belleza delicada, una belleza de cristal.