El hombre de hierro, Alter Ego superheroico del millonario ‘Playboy’ y pendenciero Tony Stark, salta al fin a la gran pantalla desde las páginas de los cómics de Marvel. El no menos pendenciero Robert Downey Jr. se viste el traje metálico a las órdenes de Jon Favreau (‘Elf ’). ‘Iron man’ certifica la salud del hierro del cine de superhéroes.
Quim Casas – EL PERIODICO (2 de mayo de 2008)
La galaxia Marvel es más poderosa que la galaxia de George Lucas. Stan Lee, el venerable guionista que prácticamente ha creado a todos los superhéroes de la factoría Marvel y que logró que la editorial fuera conocida como La Casa de las Ideas, sigue al pie del cañón cuando ha rebasado ya los 85 años de edad. Aunque solo escribe muy ocasionalmente alguna trama y algún guión, Lee ha sabido encauzar el generoso catálogo de Marvel y rentabilizarlo en el cine.
Para eso se creó Marvel Entertaintment, la empresa que gestiona todas las producciones cinematográficas inspiradas en personajes de Marvel. Y así les va de bien. Tras los pasos de Spider-Man, X-Men, Los 4 Fantásticos, Daredevil, Hulk, Blade, Punisher y Ghost Rider, que ya gozan de sus transcripciones en celuloide, le llega el turno a Iron Man, conocido aquí como el Hombre de Hierro. Y esperan luz verde cintas sobre Nick Furia, el Capitán América, Lobezno, Pantera Negra, Doctor Extraño o Los Vengadores. Asimismo, es inminente el estreno del nuevo acercamiento a la figura de Hulk (El increíble Hulk), a cargo de François Leterrier (director de Transporter y de su continuación).
Si a todo ello añadimos –fuera de los alargados dominios de la Marvel– la actual realización de una versión de The Spirit a cargo de Frank Miller; el filme sobre Watchmen (mítica serie de Alan Moore) que ha concretado Zack Snyder; la adaptación del anime Speed Racer a cargo de los hermanos Wachowski (que se estrena la próxima semana) o la segunda incursión de Christopher Nolan y Christian Bale en el atormentado mundo de Batman (el personaje emblemático de la editora rival de Marvel, DC Comics), podremos hablar de una inmejorable salud en cuanto a las relaciones entre los superhéroes de papel y el cine. Aunque no todas las películas hayan hecho justicia a los originales de Stan Lee: los dos filmes sobre Los 4 Fantásticos son buen ejemplo.
La figura de Iron Man no ha gozado de la misma consideración que Spider-Man y la Patrulla X, por ejemplo. Siempre ha sido visto como un personaje algo secundario que funcionaba mejor en grupo –formó parte de Los Vengadores originales junto con el Capitán América, Thor, La Avispa y el Hombre Hormiga– que en sus aventuras en solitario. Jon Favreau, un director y actor muy peculiar, se ha encargado de explotar las mejores virtudes del personaje con la complicidad de Robert Downey Jr., un actor necesitado de una vez por todas de un trabajo que trascienda su imagen de figura rebelde y polémica, siempre más cerca de la prensa amarilla de Hollywood que de las pantallas. Y para ello tanto le sirve hacer de Charles Chaplin como transfigurarse en superhéroe de hierro.
Iron Man no ha sido una película fácil de levantar. Universal compró los derechos a Marvel en 1990, pero nunca encontró un guión adecuado. Los derechos pasaron después a Fox y a New Line, sin que cuajara ninguno de los macroproyectos con los que Iron Man estuvo identificado: un día lo iba a dirigir Quentin Tarantino, cuya pasión por los cómics de superhéroes es sobradamente conocida, incluida su disquisición filosófica en torno a la mitología de Supermán en Kill Bill; y unos meses después iba a ser Nick Cassavetes el encargado de darle forma al personaje. Hasta que la división cinematográfica de Marvel no ha decidido emprender en solitario sus propias adaptaciones, el filme sobre Iron Man no se ha hecho realidad. Y por partida triple, ya que Favreau ha diseñado esta primera película pensando en una trilogía. Veremos.
A partir de un presupuesto que ha ido de los 100 millones de dólares –que es el dinero que Marvel Entertainment piensa invertir inicialmente en cada una de sus películas– a los 180, Favreau ha realizado un filme que es esencialmente fiel al cómic original, aunque aportando cambios y matizaciones para aproximar el personaje a la realidad geopolítica. No solo ha variado de espacio urbano, sustituyendo el Nueva York natal del personaje por Los Ángeles, sino que ha cambiado el marco de su primera aventura: la guerra de Vietnam por la de Afganistán. También ha incrementado algo el aspecto más sórdido del hombre que se esconde tras la armadura de hierro, Tony Stark, una mezcla, en sus orígenes, entre magnate, inventor y play boy.
Dedicado a la venta de armas, Stark sufre una dolencia cardiaca a causa de un accidente durante unas pruebas con armamento transistorizado. Capturado por unos terroristas afganos (en el filme) y por unos guerrilleros comunistas (en el primer cómic), es obligado a construir para ellos un misil. Pero Stark utiliza las herramientas que le dan para diseñar una armadura que inicialmente debería servirle a modo de marcapasos (esa es su intención inicial en el tebeo), aunque poco a poco descubre que le va a ser muy útil para enfrentarse a sus enemigos. Stark es también un adicto al alcohol. Más de uno y de dos han querido ver un notable paralelismo entre el personaje inventado y el actor real que lo interpreta.
Primera aparición, en 1963
Uno de los escenarios utilizados durante el rodaje, los hangares donde Howard Hughes construyó uno de sus revolucionarios aviones, nos devuelve a los orígenes del Hombre de Hierro, ya que Stan Lee creó a Tony Stark inspirándose precisamente en la figura del controvertido magnate de la aviación, los coches y el cine. Iron Man hizo su primera aparición en el número 39 de la revista Tales of suspense (marzo de 1963), y por aquel entonces era más bien una forma algo torpe y grotesca de latón dibujada por Don Heck (aunque las portadas eran de Jack Kirby). Medio año después ya lució armadura brillante, aunque aún demasiado voluminosa, y de esta guisa, e ilustrado por Kirby, apareció en el primer número de Los Vengadores (septiembre de 1963). Para el número tres de esta serie (enero de 1964), la figura ya se había estilizado, aunque sin llegar, por supuesto, a la elegancia de la armadura definitiva que luce en la película de Favreau, capaz de conseguir la misma velocidad que un caza del ejército, manipular campos electromagnéticos y controlar las armas que lleva mediante impulsos cerebrales.
Favreau, por su parte, ha optado por un tratamiento que va de la ambigüedad moral de los últimos trabajos sobre Batman a la violencia seca e hiperrealista del James Bond actual, aderezado todo, por supuesto, con el toque Marvel y una visión personal de la mitología del superhéroe. Tras los pasos de cineastas tan poco convencionales como Tim Burton, Sam Raimi, Ang Lee, Bryan Singer y Christopher Nolan, que han remodelado a su gusto el universo de los superhéroes, Favreau ha ahondado en la turbiedad de este magnate de las armas reciclado en azote de criminales. No podía ser de otro modo, viendo su currículo: guionista e intérprete de la comedia indie Swingers, actor en Los Soprano y director de Elf, una comedia díscola y antinavideña, y Zathura, una fantasía en torno a un juego de mesa que se convierte en aterradora realidad.