Festival de cine de Cannes, día 11: Labaki impresiona con sus niños a la intemperie

Como siempre continuamos nuestro seguimiento informativo del Festival de Cine de Cannes ofreciéndoles las crónicas de Carlos Boyero en EL PAIS y de Oti Rodríguez Marchante en ABC. A estas crónicas se puede sumar otras informaciones adicionales si se considera oportuno.

Marta Blanco
Redacción ESTRELLAS EN LA NOCHE


Labaki impresiona con sus niños a la intemperie

El crítico de EL PAÍS repasa la última jornada del festival de Cannes y presta especial atención al filme ‘Cafarnaún’

Carlos Boyero – EL PAIS (18 de mayo de 2018)

Cannes – Una de las sensaciones que más agradezco en el cine (y en la vida) es que me hagan reír, incluso me conformo con que me desaten la sonrisa, pero constato con estupor después de treinta y tantos años acudiendo a los festivales de cine que es rarísimo que florezcan las carcajadas en la sala, que las comedias escasean o simplemente no existen en la programación, que el sentido del humor parece estar reñido con la autoría, que la convicción por parte del cine presuntamente trascendente de que vivimos en un permanente valle de lágrimas es absoluta. Lo malo es cuando esos planteamientos exclusivamente dramáticos o trágicos no te provocan otra cosa que indiferencia o ronquidos.

Afortunadamente nada de eso ocurre con la película libanesa Cafarnaún, dirigida por Nadine Labaki, autora de Caramel, aquel cuento con sabor entre exótico y dulzón. Hace tiempo que yo no lo pasaba tan mal en una película, que me afectara tanto la angustia y la tragedia de los personajes que llenan la pantalla, que respirara con alivio en el desenlace de la historia. Y eso demuestra la sensibilidad y el talento de esta mujer para removerme de tal forma. Y es que si el sufrimiento, cuando está descrito con hondura y verdad, tiene poder de transmisión sobre el receptor, resulta insoportable cuando aquellos que lo padecen son niños. Acusarán a Labaki de manipuladora del sentimiento, de hacer pornografía con el desamparo de los más débiles, de no sé cuántas tonterías más. En mi caso ha logrado el estremecimiento, que sienta en carne viva lo que les ocurre a sus desgraciadas criaturas.

Un juez le pregunta a un crío de 10 años: “¿Por qué has denunciado a tus padres?”. La respuesta de éste es terrorífica: “Por haberme dado la vida”. Ocurre en Beirut. El protagonista y su familia pertenecen a la ingente masa de refugiados que intentan sobrevivir en ese infierno. Y vas a entender la lógica de la respuesta del niño en los flashbacks que reconstruyen su patética existencia. Los padres, a pesar de su desesperada situación, con un techo rodeado de escombros y teniendo que hacer virguerías para alimentarse, no han parado de tener los hijos que Alá haya dispuesto y estarán condenados a la miseria desde su nacimiento en ese submundo hacinado. El mayor está en la cárcel por asesinato, a la hermana de 11 años la venden para casarla con un descerebrado en buena situación económica y el siguiente debe robar todo lo que pueda en las calles para dar de comer a los pequeños. Y éste decide huir hacia la nada. Acabará cuidando al bebé de una mujer etíope que se desvive sin éxito por lograr el permiso de residencia y que será apresada. La odisea urbana del niño y del bebé, al que pretende comprárselo un traficante de recién nacidos es espeluznante. Y también desprende una enorme ternura.

Tratas de imaginar el esfuerzo y la paciencia de Labaki en un rodaje protagonizado por dos criaturas. Ambas son compadecibles, igualmente te enamoran. La mirada y la expresividad de Zain Al Rafeea te arañan el alma. No he visto una interpretación tan conmovedora, magnética y veraz como la suya en todo el cine que ha ofrecido el festival. Nadine Labaki es consciente de que la historia que narra es demoledora y de que si no la suaviza podría acabar en un suicidio comercial. Pensando en el espectador subraya la música que acompaña a las feroces imágenes y ofrece un poco de esperanza en el desenlace. Su actitud tal vez no sea la más honesta, pero es comprensible.

La película rusa My Little One habla de otra intemperie terrible, la de una mujer embarazada y acorralada por las deudas y la pobreza absoluta intentando inútilmente encontrar trabajo en un Moscú nevado y agobiante. No es desdeñable, pero la cuota de sufrimiento ya la he pagado de sobra con Cafarnaún. Y la francesa Un cuchillo en el corazón, que cuenta la aparición de un enigmático asesino en los rodajes de pornografía homosexual, aspira en vano a ser desasosegante, pero se queda en un aburrido disparate.


«Cafarnaüm» y «Ayka» le ponen un final trágico a la amarga competición

Este sábado se resuelve la Palma de Oro a la que aspiran varias historias infelices y la película grande del Festival, «Cold War»

Oti Rodríguez Marchante – ABC (18 de mayo de 2018)

Las últimas películas en salir a competición antes de que den los premios eran la libanesa «Cafarnaüm», una de Kazajistán titulada «Ayka», la francesa «Un cuchillo en el corazón» y la turca «El peral salvaje». La turca, del prestigiosísimo Nuri Bilge Ceylan, que dura algo más de tres horas, se proyectó tan descoordinadamente tarde que habrá que dejar su crónica para la inauguración del Cannes del próximo año. La francesa, de Yann Gonzalez, era como un chiste malo también del festival, una historia pornogay, o algo así, que hubieran rechazado incluso en el Festival de Cine Cutre de Merdolin sur Mer. Aquí estaba, pero también se queda fuera de la crónica.

La libanesa la dirige Nadine Labaki, muy reconocida por «Caramel», y la kazaja la firma Sergey Dvortsevoy, que obtuvo premio aquí con «Tulpan», y ambas competían por presentar a la persona más desgraciada del mundo, que ha sido un poco la tónica general de la programación… A ver, ¿algún personaje feliz en el cine visto a competición? Pues ninguno, salvo el Lázaro de la película de Alice Rohrwacher que se titulaba precisamente «Lázaro feliz».

De desgracia en desgracia

La de Nadine Labaki, «Cafarnaüm», lleva dentro la lista completa de merecimientos para situarse entre las favoritas para los premios, pues la dirige una mujer, pone su mirada en un asunto de injusticia infinita, tiene a un niño de protagonista y describe unos ambientes reales y paupérrimos. Transcurre en Beirut y en una sola línea de su argumento se apreciará lo lejos que llega: un niño lleva a sus padres a juicio por haberlo hecho nacer. Raro y duro, pero la descripción de Labaki de su vida hacinada entre la torta de hermanos en un lugar insano, la desidia paterna, su lucha diaria contra el hambre, el abuso y la degradación, la venta de su hermana de once años por cuatro gallinas a un tipo ignorante y bestia…, en fin, que se entiende la aversión a la vida de ese pequeño, que intenta convencer al juez de que tiene que obligar a su madre, otra vez embarazada, a no echar más hijos a ese mundo.

A pesar de todo, Labaki «suaviza» dentro de lo posible el infierno que presenta, especialmente gracias a su protagonista infantil, tan expresivo, resuelto y solidario que le cambia el humor a su propia tragedia. Se rebela, se enfrenta a la intemperie y a la indigencia, y en su recorrido infernal encuentra el modo de humanizarse junto a un bebé al que ayuda a sobrevivir. Si es bueno el actorcito, el bebé es el mismísimo Lawrence Olivier, y entre ambos tienen una de esas relaciones con la cámara que hipnotizan por completo.

Humor en la tragedia

La titulada «Ayka», nombre de la mujer protagonista, no tenía la menor agarradera: una tragedia continuada sin más argumento que el sufrir constante de ella, a la que conocemos justo después de dar a luz, de huir del hospital abandonando a su hijo, de pasar todo tipo de calamidades y enfermedades en un lugar helado y salvaje, sin trabajo, sin papeles, sin lugar de cobijo y con la amenaza constante de unas deudas contraídas con las mafias de la inmigración. Hala, disfrútala.

Hoy los premios tienen que dar fe de las grandes desgracias del cine visto en «Yomedinne», en «Dogman», «Burning», «Leto», «Cafanaüm» y hasta en la cochambre de Godard, y raro sería que ganara la gran película del Festival, «Cold War», o esa desgraciada jovialidad de Kore Eda en «Une affaire de famille». Lo que diga Cate Blanchett.