Festival de Cine de San Sebastián, día 9: Premio gordo (y excesivo) al realismo de Isaki Lacuesta

Dentro de la cobertura especial que realizaremos sobre la presente edición del Festival de Cine de San Sebastián les ofrecemos las crónicas de los principales diarios españoles sobre la presente edición del Festival de Cine de San Sebastián y los premios concedidos en este año.

Laura Ramos
Redacción ESTRELLAS EN LA NOCHE


Premio gordo (y excesivo) al realismo de Isaki Lacuesta

Pasan cosas muy raras en los premios de los festivales

Carlos Boyero – EL PAIS (30 de septiembre de 2018)

San Sebastián – Tenía curiosidad por saber qué podría gustarle a Alexander Payne, presidente del jurado, en esta sección oficial nada memorable. Su cine —A propósito de Schmidt, Entre copas, Nebraska— retrata con humor y lirismo a gente a la deriva que emprende camino con la esperanza de dar una tregua a su caos y su desazón. Pues ya he descubierto que sus gustos no son los míos. No ha pillado ningún premio la adrenalínica y poderosa descripción de la corrupción política que hace El reino, ni la inteligente y elegante comedia argentina El amor menos pensado. También me parece lamentable que no hayan reconocido la admirable creación que hace el actor Antonio de la Torre en la película de Sorogoyen. Bueno, es algo que me suele ocurrir en los festivales. Que cada uno disfrute con lo que le dé la gana.

Encuentro estimable el trabajo de Isaki Lacuesta en Entre dos aguas (ganadora de la Concha de Oro), su vocación de realismo absoluto contando la problemática supervivencia de un hombre que acaba de salir de la cárcel y que es carne de suicidio. La aprecio lo justo, aunque no me entere de la mitad de sus diálogos (el afán de autenticidad puede conducir a eso) y le sobre metraje.

La trama de Alpha. The Righ to Kill, a diferencia de lo que me ocurre con casi todo el cine del director filipino Brillante Mendoza, logro comprenderla, pero eso tampoco la hace apasionante. Es una más, contada de forma rutinaria, sobre la turbiedad de la policía en su lucha contra el narcotráfico.

La argentina Rojo, de Benjamín Naishtat, es muy inquietante en su arranque, pero su interés se diluye pronto. Cuenta el turbio y enfermizo estado de las cosas en la Argentina de los setenta. Sospecho que ahora lo siguen teniendo crudo. Reconozco que el rostro del actor Darío Grandinetti es rocoso y magnético, pero existe tal intensidad emocional en sus interpretaciones que me pone de los nervios. Cuestión de gustos.

Imagino que la actriz noruega Pia Tjelta hace lo que le exige su directora en Blind Spot, pero acabo harto de sus gritos, su histeria, su desesperación y sus llantos. Es comprensible, ya que su hija ha intentado suicidarse, pero me resultan agotadores eso interminables planos secuencia en los que se combinan 20 minutos iniciales de conversación aburridamente trivial entre adolescentes con otra hora y pico de angustia y sufrimiento al límite, casi pornográfico. Y alucino al ver el ilustre nombre de Jean-Claude Carrière firmando el guión de Un hombre fiel, la muy boba película que dirige y protagoniza Louis Garrel.

El cine verdaderamente hermoso que he visto en este festival, las fascinantes Cold War y Roma no competían en el palmarés. Pero no me extrañaría, en el caso de que hubieran concursado, que las hubieran ignorado. Cannes despreció a la escalofriante y genial Leolo. San Sebastián lo hizo con Muerte entre las flores, o sea, los hermanos Coen en estado de gracia. Pasan cosas muy raras en los premios de los festivales.


«Entre dos aguas», de Isaki Lacuesta, Concha de Oro del Festival de San Sebastián

«Rojo», de Benjamín Naishtat, se hace con la Concha de plata a mejor dirección, fotografía y actor

Oti Rodríguez Marchante – ABC (30 de septiembre de 2018)

Isaki Lacuesta
Isaki Lacuesta, director de «Entre dos aguas», en el escenario tras ganar la Concha de Oro de San Sebastián

San Sebastián  – Isaki Lacuesta ganó la Concha de Oro del Festival en 2011 con «Los pasos dobles» y la ha vuelto a ganar este año con «Entre dos aguas»…, dobles y doses, dos Conchas, o sea que podría decirse que Isaki Lacuesta es un director bivalvo, lamelibranquio, y además hay una cierta simetría bilateral en la película ganadora, pues recoge una docena de años después, y ya adultos, a los adolescentes de «La leyenda del tiempo». Presidía el Jurado que le otorgó el gran premio a esta película un cineasta mayúsculo, Alexander Payne, cuyo cine podría situarse al otro extremo del que busca y practica Isaki Lacuesta, y tal vez sea por eso que ha sabido apreciar la dificultad de ensamblar lo real y lo ficticio de la historia de esos personajes marginales de «Entre dos aguas», y captar todo el caudal trágico que arrastran delante de la cámara de Lacuesta y, probablemente, al margen de ella.

Se puede entender y valorar los porqués del Jurado para otorgar esta Concha de Oro, pero resulta mucho más complicado encontrar argumentos para dar por bueno su Premio especial del Jurado a «ALPHA (The Right To Kill)», de Brillante Mendoza, un policíaco con nervio (o nervios) pero sin alma y sin apenas singularidad, con personajes y situaciones de manual del género. La fragilidad de este galardón sirve, si acaso, para valorar un poco más el tercer premio en importancia, el de Mejor Director, que ha caído en el argentino Benjamín Naishtat por su película «Rojo», que tenía un arranque poderoso, un desarrollo inquietante y una caída en barrena final. Incluso podría considerarse a «Rojo» como la gran triunfadora de esta edición, pues su protagonista, Darío Grandinetti, fue premiado como Mejor Actor: su personaje de hombre apurado y que soluciona sus problemas del peor modo posible tiene madera premiable y él le da forma y modela con brillantez.

Cine de extremos

El premio de interpretación femenina a la actriz de «Blind Spot», Pia Tjelta, tiene de justo la gran cantidad de esfuerzo, histeria y entrega que ha de poner en él sin tener el descanso o tiempo muerto del corte del plano, pues su directora, Tuva Novotny, decide rodar su historia en un kilométrico y en muchos momentos tedioso plano secuencia. No hay composición del personaje de esa madre, lo que hay es una imparable cantidad de lágrimas, mocos, gritos y depresión ante el acto suicida de su hija. De nuevo cine al otro extremo del que practica y borda Payne, lo cual incide en la sensibilidad y apertura de miras de este hombre: premiar «lo otro».

Hubo otro premio para el cine español, aunque recayó en el guionista británico Paul Laverti y su trabajo en «Yuli», la película de Icíar Bollain. Y así, se le pudo escuchar desde el escenario todo su ideario político sobre Cuba y los perversos yanquis e israelitas. También se podría hacer un bonito guion con lo que vino a decir. Este premio lo compartió Laverty con Louis Garrel, guionista y director de «El hombre fiel», que no era gran cosa, pero visto lo que vino después (se proyectó al principio del Festival) igual se han quedado algo cortos con ella.

No ganó Sorogoyen, no ganó Vermut, no ganaron ni Darín ni Mercedes Morán…, lástima, pero al menos tampoco ganaron ni Peter Strickland con la bullabesa «In Fabric» ni Claire Dennis con la desvencijada «High Life». Bien por Alexander Payne.


Isaki Lacuesta reconquista la Concha de Oro con ‘Entre dos aguas’

El director, el sexto en conseguir dos veces el premio en San Sebastián, hace de su milagroso retrato del tiempo un justo ganador

Luis Martínez – EL MUNDO (30 de septiembre de 2018)

El director Isaki Lacuesta
El director Isaki Lacuesta, tras recoger la Concha de Oro por su película ‘Entre Dos Aguas’ en el Festival de San Sebastián

San Sebastián – Francis Ford Coppola, Imanol Uribe, Manuel Gutiérrez Aragón, Arturo Ripstein, Bahman Ghobadi y ahora Isaki Lacuesta. Seis son los directores que han conseguido dos veces la Concha de Oro. O, como alguien de acento argentino vociferó en un momento dado, la ‘reconcha de…’. El final de la frase se perdió en el tumulto. En realidad, ahora que lo pienso, no está claro que el hombre hablara exactamente de cine, pero el caso es que sonó a la vez que el director y toda su gente se dirigieron al estrado a recoger lo que es suyo. Tiempo atrás, en 2011, fue la película ‘Los pasos dobles’ la que motivó el mismo camino. Y ahora, siete años más tarde, lo hace por ‘Entre dos aguas’ en una extraña simetría que se diría circular. O duplicada. Todo parece volver en la cinematografía de Lacuesta y todo parece hacerlo suspendido de su más íntimo reflejo.

Al fin y al cabo, su Concha anterior era un retrato herido de su propia narración donde un pintor (Miquel Barceló) soñaba ser otro pintor (François Augiéras). Todo doble, todo preñado de un misterio cerca del espejo. Pues bien, ‘Entre dos aguas’ camina por el mismo precipicio (eso es) duplicado. También ella es una película que habla desde dos voces y también ahora la ficción se confunde con lo otro hasta cuestionar la consistencia y profundidad de la realidad misma; hasta tocar el alma y sentido mismo del cine. Es así.

Para situarnos, la película retoma la vida de los protagonistas de la cinta ‘La leyenda del tiempo’ 12 años más tarde. Aquella película narraba la existencia de Isra y Cheíto. Allí, ellos eran adolescentes; ahora son exactamente lo contrario, que no por fuerza quiere decir adultos. Una cinta es reflejo de la otra. Las dos son radicalmente distintas y, sin embargo, la misma. Las dos, en definitiva, están colocadas en ese espacio virgen y por identificar donde las cosas son nombradas por primera vez. Y para siempre.

Sin duda, la cinta de Lacuesta, en su casi milagrosa puesta en escena donde todo es a la vez real e imaginado, sueño y vigilia, prosa y verso, se antoja una de las más felices decisiones del jurado presidido por Alexander Payne. Tiene algo de poética justa (y hasta de justicia poética) que una película colocada vocacionalmente en el medio de todo y que se discute a sí mismo incluso con voracidad consiga la relevancia que otorga la Concha de Oro. Y además, dado el capricho de las simetrías temporales, otra vez, dos veces. Al fin y al cabo, lo relevante de ‘Entre dos aguas’ es nada más que el tiempo. Importa su capacidad no tanto de retratar el paso del tiempo como de hacer que el tiempo viva en cada uno de sus fotogramas infectados de eso tan raro que es la verdad. Siete o 12 años después, según se cuente desde la última Concha de Oro o desde la vida de Isra y Cheíto, todo vuelve.

Por lo demás, el jurado, cumplido el premio más importante con brillantez, consiguió hacer auténticos malabarismos para dejar que el más evidente, clamoroso, cruel y triste de los errores no se notara tanto. Bien estuvo que ‘Rojo’, de Benjamín Naishtat, alcanzara la relevancia con un triple premio: el de director, el de actor para Darío Grandinetti y el de la fotografía de Pablo Sotero. Con esta cinta, el director argentino consigue alcanzar el punto más alto e inquietante de una carrera presidida por, precisamente, la inquietud. De altura.

Si algo definía tanto ‘Historia del miedo’ como ‘El movimiento’, sus trabajos anteriores, era su facilidad para dibujar lo que no se ve, eso otro oculto que hace de la duda el estado natural del alma. Ahora, siempre desde el mismo precepto, el director alcanza a tocar el sentido mismo de lo turbio (se cuentan los momentos previos a la dictadura brutal) en una suerte de ‘thriller’ ambientado en los 70 con ‘La conversación’ de Coppola como lejana referencia. El resultado desconcierta con la misma facilidad que ilumina. Y lo de Grandinetti, como lo de Alfredo Castro y Andrea Frigerio a su lado, memorable en su perfecta lectura tanto del pánico como del silencio. Importa, como siempre, el otro lado.

Un error doloroso

Sin embargo, se entiende mal que ‘Alpha, The right to kill’, de Brillante Mendoza, consiguiera el Premio del Jurado. El siempre caótico, visceral y comprometido cine del filipino tiene en esta cinta su trabajo más desmañado, cuando no sólo confuso y premioso. Lo demás entra en lo correcto. Pia Tjelta es todo lo que tiene que ofrecer el artificioso plano-secuencia de ‘Blind spot’, de la noruega Tuva Novotny. Y el premio ‘ex aequo’ a los dos guionistas más experimentados y célebres de toda la sección oficial (Paul Laverty por ‘Yuli’, de Icíar Bollain, y Jean-Claude Carrière por ‘L’homme fidèle’, de un Louis Garrel que también firma el libreto) es lo que se dice una decisión para no fallar. Recuérdese, el primero firma lo de Ken Loach, el segundo lo de Luis Buñuel. Eso sí, el discurso de Laverty al recoger el galardón… en llamas.

Pero, un momento, arriba hablábamos de un error doloroso. Y aquí conviene detenerse. ‘High life’, de Claire Denis, es una de esas películas destinadas a dejar no tanto huella como cicatriz caigan donde caigan: festival, retina o piel sensible. La directora no sólo reinventa el género de ciencia-ficción en esta relectura alucinada, voluptuosa y descarnada de la soledad, también se atreve más que nadie (¡con 72 años!). Pocas propuestas tan rigurosas en su adopción de riesgos, en su voluntad suicida. Denis literalmente vuelve a empezar. ¿Por qué una película así no está en el palmarés? Imposible contestar sin volver al principio: “La ‘reconcha’ de…”. Quién sabe si pasados unos años, la 66 no se recuerde por la edición de San Sebastián que dejó sin premiar a ‘High life’. Lo que, dicho así, no es justo ni para la ganadora ni para el propio festival.

Festival singular, provocador

En efecto, el de este año ha sido un festival si no memorable sí singular, por notable y provocador. La sección oficial ha encontrado sitio para nuevas lecturas del cine de género tan vocacionalmente distintas como fronterizas. Aquí, Peter Strickland, una de las voces más singulares de lo nuevo; Simon Jaquemet, un casi debutante sin miedo a salpicar el drama ‘hanekiano’ de puro fantástico, o Carlos Vermut, un director empeñado en buscar el eco antes que la voz. Y luego, Claire Denis, pero para qué insistir.

Sea como sea, queda una Concha de Oro irrefutable en su belleza. Intemporal. Y no es tanto un halago como una simple y profunda descripción. Dos veces Concha. ‘Reconcha’.


Isaki Lacuesta, la Concha se pone gitana

El director gana por segunda vez el mayor reconocimiento del Festival de San Sebastián con «Entre dos aguas», rodada en San Fernando.

Gonzalo Núñez – LA RAZON (30 de septiembre de 2018)

Isaki Lacuesta
Isaki Lacuesta recoge la Concha de Oro a la mejor película

Isra acaba de salir de la cárcel y trata de rehacer su vida familiar rota; Cheíto trabaja como cocinero de la Marina y duda si embarcarse en una nueva misión en Somalia. Son hermanos, gitanos, de la Isla de San Fernando, del lado de los desfavorecidos, de la droga y la infravivienda, la verdad que subyace tras el cliché de la Meca del cante jondo. El reencuentro lo narra Isaki Lacuesta en «Entre dos aguas», la cinta ganadora de la Concha de Oro de la 66ª edición del Festival de San Sebastián. El premio, entregado ayer en una gala en el Kursaal, supone la segunda vez que el director gerundense de 43 años se alza con el galardón más importante del certamen, después de que en 2011 lo lograse con «Los pasos dobles». Sólo cinco directores habían repetido Concha de Oro con anterioridad: Francis Ford Coppola, Bahman Ghobadi, Manuel Gutiérrez Aragón, Arturo Ripstein e Imanol Uribe.

En una edición con propuestas extremas (desde «thrillers» populares como «El Reino» a la críptica y abstracta «High Life»), el jurado presidido por Alexander Payne ha optado por la opción más verista, ese punto en el que ficción y documental se abrazan en aras no ya del realismo sino del hiperrealismo para lograr «un compasivo retrato social», en palabras de Payne. Y es que, para empezar, Isra y Cheíto existen y se interpretan a sí mismo, o a dos personas muy semejantes, gitanos de la Isla de San Fernando que lidian con una vida sin horizontes y viven del trauma de la pérdida del padre hace años. Aquello ya lo narró Lacuesta en el documental «La leyenda del tiempo» (2006). Ya entonces fabulaba con encontrarse con Isra y Cheíto más adelante. Y es lo que hace en «Entre dos aguas»: retomar la vida de los hermanos y narrarla ahora como una ficción. Pero todo muy parecido a la vida. Israel Gómez apareció, emocionado junto a Lacuesta en el Kursaal, mientras que su hermano Cheíto compareció a través de un audio de móvil del director.

Por otra parte, «Rojo», la oscura indagación en la putrefacción de la Argentina de los años 70, le valió a Benjamín Naishtat la distinción al mejor director y la mejor fotografía. Su protagonista, Darío Grandinetti, ganó la Concha de Plata al mejor actor. En el premio de interpretación femenina triunfó Pia Tjelta, que sostiene 90 minutos de un solo plano secuencia en el que la cámara la sigue tras el suicido de su hija en la cinta noruega «Blind Spot». Por su parte, Paul Laverty se hizo con el galardón al mejor guión por «Yuli», compartido «ex aequo» con Louis Garrel y Jean-Claude Carrière, mítico colaborador de Buñuel, por «Un hombre fiel». El Premio Especial del Jurado fue para «Alpha, The Right to Kill», del filipino Brillante Mendoza.

Por otra parte, el Premio del Público, de la sección Perlas, fue para «Un día más con vida», el «biopic» animado sobre Ryszard Kapuscinski, mientras que el Fipresci de la crítica internacional fue a parar a Claire Denis por «High Life». Aunque tradicionalmente corta, la gala estuvo cargada de consignas políticas de distintos premiados: a favor de Lula, contra los presos en Ucrania, el bloqueo a Cuba, las heridas abiertas por la dictadura argentina, y el auge actual de la derecha y el fascismo», en palabras de Grandinetti.


Lacuesta gana con emoción

El director catalán conquista su segunda Concha de Oro

Fernando García – LA VANGUARDIA (30 de septiembre de 2018)

Isaki y los suyos
Isaki y los suyos. Lacuesta recibió la Concha de Oro junto a los miembros del equipo de Entre dos aguas. Tras un debate difícil, el jurado optó por el filme por unanimidad

El director catalán Isaki Lacuesta conquistó la Concha de Oro del Festival de San Sebastián con su hiperrealista drama emocional Entre dos aguas, historia de dos hermanos gitanos varados en la comarca con mayor paro del país, San Fernando (Cádiz). Es la continuación de una anterior película del autor (La leyenda del tiempo, 2006) en la que los dos personajes tenían 12 años y acababan de perder a su padre. La Concha de Plata al mejor director fue para el argentino Benjamín Naishtat por Rojo, filme que también valió la Concha de Plata de mejor actor a su protagonista, Dario Grandinetti, y el premio a la mejor fotografía a Pedro Sotero. La filipina Alpha, the rigth to kill, de Brillante Mendoza, se hizo con el Premio Especial del Jurado, una suerte de segundo galardón optativo para el jurado. El premio al mejor guion lo recibieron ex aequo el escocés afincado en España Paul Laverty por Yuli –el biopic sobre el bailarín cubano Carlos Acosta dirigido por Icíar Bollaín– y el francés Louis Garrel por la comedia romántica de enredo L’homme fidèle. La noruega Pia Tjelta mereció la Concha de Plata a la mejor actriz por su interpretación en Blind Spot.

El reparto de premios fue una incógnita hasta el final. De entrada, a parte del jurado le costó ver claro al ganador, y trascendió que algunos de sus miembros se mostraron críticos con la calidad de las 18 obras a concurso en de la sección oficial. También los informadores habían avanzado apuestas muy dispares, sin ganadores rotundos. Y para la mayoría fue una sorpresa que ni El Reino de Rodrigo Sorogoyen ni Quien te cantará, de Carlos Vermut, lograran ningún galardón.

Al final, y tras una deliberación “dificil”, el tribunal presidido por Alexander Payne –con Bet Rourich, Agnes Johansen, Nahuel Perez Biscayart, Constantin Popescu y Rossy de Palma como vocales– el tribunal decidió reconocer en primer lugar, como ganador del certamen, al largometraje vitalista y a ratos desgarrador de Isaki Lacuesta, quien ya en el 2011 ganó la Concha de Oro gracias a Los pasos dobles, con el pintor Miquel Barceló. En aquel caso, la decisión fue tan contestada por la prensa que el artista mallorquín se quejó públicamente de la “violencia” de los ataques, que achacó a la “incomprensión” de los críticos.

Entre dos aguas, en cambio, no sólo terminó recibiendo ayer la Concha de Oro por unanimidad del jurado sino que desde un principio había contado con el respeto de la prensa especializada, si bien algunos de sus representantes cuestionaban su extenso metraje, de dos horas y cuarto. Al margen de esta discusión, fue general el reconocimiento a Iñaki Lacuesta por la fuerza de su relato sobre esos dos hermanos cuyas vivencias y angustias empezó a seguir hace más de un decenio. En esta nueva cinta, que llegará a los cines el 30 de noviembre, el público dudará continuamente sobre si lo que está viendo es realidad o ficción. Hay que decir que, según el propio realizador, el relato es básicamente ficticio. Sobre todo en la parte relativa al personaje de Isra, cuya actuación es memorable.

La otra gran triunfadora de la noche fue una obra, Rojo, que va desde el thriller psicológico y la intriga policial hasta el drama familiar y el retrato de época, todo ello sobre el trasfondo político de la Argentina de los turbulentos días anteriores al golpe de Estado de 1976. El veterano actor Dario Grandinetti despliega su experiencia y sus virtudes en el papel de un prestigioso abogado, Claudio, que pasa de humillar a ser él mismo humillado.

La mayor sorpresa del palmarés fue la que dieron los jueces al otorgar el Premio Especial del Jurado a Alpha, the right to kill, película contextualizada en la guerra entre la policía y los narcotraficantes de un barrio de chabolas de Manila.

Paul Laverty, guionista de Icíar Bollaín y del británico Ken Loach vio recompensada su hábil combinación de drama y coreografías –con uso frecuente al flashback pero sin hacer lío al espectador– en el emotivo biopic sobre el gran bailarín Carlos Acosta. Al recoger el premio, Laverty lanzó un breve pero encendido discurso contra el embargo estadounidense a Cuba. El escocés compartió la gloria del premio al mejor texto con los franceses Louis Garrel y Jean-Claude Carrière, el primero también director de L’homme fidèle: una comedia de amores cruzados de ingeniosa trama.

En cuanto a las secciones no oficiales y los premios colaterales del Festival, destaca la dos distinciones que ganó la ópera prima de Celia Rico, Viaje al cuarto de una madre, con Lola Dueñas y Anna Castillo: de un lado, la mención especial del jurado en el espacio Nuevos Directores y, de otro, el premio de la Juventud. La argentina Familia sumergida, de María Alché, se impuso en Horizontes Latinos.


Isaki Lacuesta hace historia en San Sebastián

El realizador catalán vuelve a conquistar la Concha de Oro, esta vez con ‘Entre dos aguas’, protagonizada por los mismos hermanos de ‘La leyenda del tiempo’

Nando Salvà – EL PERIODICO (30 de septiembre de 2018)

Isaki Lacuesta
El director Isaki Lacuesta tras recibir la Concha de Oro a la mejor película por “Entre dos aguas”, durante la gala de clausura de la 66 edición del Festival Internacional de Cine de San Sebastián celebrada hoy en el Kursaal de la capital donostiarra.

San Sebastián – Hasta hace solo unas horas, Isaki Lacuesta (Girona, 1975) era solamente –es una forma de hablar— uno de los cineastas más intrépidos y estimulantes del cine español actual, un autor que ha pasado toda su carrera esquivando etiquetados y pillándonos a contrapié, y cuya creatividad se extiende entre el cine, la televisión, el videoarte y formatos audiovisuales que siguen desafiando la categorización. Pero desde ahora es mucho más que eso; desde ahora ha hecho historia. La Concha de Oro que el Festival de San Sebastián le acaba de otorgar gracias a su Entre dos aguas lo convierte en uno de los poquísimos autores que han ganado el prestigioso galardón en dos ocasiones –lo obtuvo por primera vez en 2011 gracias a Los pasos dobles–. La lista la componen Francis Ford Coppola, Arturo Ripstein, Imanol Uribe, Manuel Gutiérrez Aragón, Bahman Ghobadi y, desde ya, también Isaki Lacuesta. No es un mal grupo al que pertenecer.

Secuela reconocida de La leyenda del tiempo (2006), la ficción -¿o era documental?- que inspiró buena parte del cine hecho posteriormente en nuestro país, el séptimo largometraje del gironí -casi seguro, el mejor de su carrera hasta la fecha- es una reflexión sobre las ilusiones rotas y la búsqueda de la redención en la que uno realmente nunca sabe cuánto de lo que ve es cierto y cuánto ilusión, y da igual. Lo que cuenta es la maestría con la que Lacuesta lo construye todo. Lo dicho, histórico.

A partir de aquí, situémonos. Como el de todos los festivales de cine, el jurado de la 66º edición de Zinemaldia es un grupo de personas que se dedican a cosas distintas y a las que se presupone buen gusto pero que no necesariamente coinciden plenamente en qué distingue a una buena película. Esa probable discrepancia daría a entender que los jueces han sido más proclives a premiar no las obras que más acérrimas defensas obtuvieron entre ellos sino a las que menos enemigos se granjearon, y explicaría la ausencia del palmarés tanto de In Fabric como sobre todo de High Life, dos obras mayúsculas pero del todo incapaces de generar consenso.

Por otra parte, si damos esa teoría por buena, ¿cómo justificar el Premio Especial del Jurado concedido a Alpha: The Right to Kill?. La nueva película del filipino Brillante Mendoza usa la guerra contra el narcotráfico emprendida en su país por el presidente Rodrigo Duterte como telón de fondo de una historia de podredumbre policial rampante en la que lo grave no es lo feo, sucio y aturullado que se ve todo; ese, después de todo, es el estilo de Mendoza. Lo más grave es que nunca antes 90 minutos escasos de metraje se habían hecho tan largos.

‘Rojo’, mejor actor y director

Es cierto que ninguna pega -o casi- puede ponérseles al resto de integrantes del palmarés. Ganador del premio al Mejor Director, Benjamín Naishtat ofrece en Rojo una instantánea de la sociedad argentina en 1975, cuando el golpe de Estado militar estaba en el horizonte y lo que llegó a conocerse como la Guerra Sucia comenzaba a tomar forma. Crítica ferozmente oblicua a la decadencia moral colectiva de una sociedad que pretendía ignorar lo que estaba sucediendo al tiempo que intentaba sacar tajada de ello, Rojo logra dar una potencia insólita a su rabia echando mano de un humor negro que raya en lo grotesco.

También tiene pleno sentido el galardón al Mejor Actor concedido a su protagonista, Darío Grandinetti; el argentino da vida a un personaje moralmente turbio con su inteligencia y su carisma característicos, convirtiéndolo en un hombre decente que toma varias decisiones malísimas. Respecto al premio a la Mejor Actriz, es más educado considerar que los miembros del jurado se vieron condicionados ante la falta de interpretaciones femeninas realmente destacables en la competición que imaginarlos realmente conmovidos por el festival alaridos y gemidos ofrecido por la noruega Pia Tjelta en Blind Spot.

Mención aparte, por último, merece el premio ex aequo al Mejor Guion. Por un lado, reconocer a Paul Laverty por el texto de Yuli pasa por alto el empeño de la película en la sobreexplicación y la reiteración y subraya su esfuerzo por hacer avanzar la historia considerando las posibilidades expresivas de la danza. Por otro, el galardón compartido obtenido por la comedia Un hombre fiel, coescrita entre Louis Garrel y Jean-Claude Carrière, tiene más sentido entendido como homenaje al mítico Carrière -un autor mítico que ha escrito más de 100 guiones- que como recompensa a los méritos reales del guion de la película.