Festival de Cine de Venecia, día 7: Muchos minutos de metraje y pocas nueces en la Mostra

Como siempre continuamos nuestro seguimiento informativo del Festival de Cine de Venecia ofreciéndoles las crónicas de Tommaso Koch en EL PAIS y de Ángel Gómez Fuentes en ABC, a las que se puede sumar otras informaciones si se considera oportuno.

Laura Ramos
Redacción ESTRELLAS EN LA NOCHE


Muchos minutos de metraje y pocas nueces en la Mostra

‘Obra sin autor’, el filme más largo a concurso, se hunde sin ambición. ‘Vox Lux’, con Natalie Portman, abre demasiados frentes

Tommaso Koch – EL PAIS (5 de septiembre de 2018)

El festival de Venecia obliga a la apnea. Nadie se ha caído a los canales, pero sí entre una sala y otra, porque en esta 75ª edición dos de cada tres películas de la competición duran al menos dos horas. Tras una proyección, el asistente toma un respiro y se sumerge otra vez en la butaca. Ayer, el concurso ofrecía un plato mínimo de ocho horas de filmes. Pero algunos hambrientos se pasaron hasta 12 ante la gran pantalla. Tal vez agradecieron que los directores se tomen la libertad de alargar su narración, en la senda de las series, o quizás se preguntaron cuándo perdieron los cineastas el don de la síntesis.

Presentar el filme más largo de toda esta Mostra es, quizá, el único reconocimiento que vaya a tener el alemán Florian Henckel von Donnersmarck: Obra sin autor alcanza los 188 minutos parar narrar los cataclismos que sufrió su país entre los años cuarenta y los sesenta. El concurso mostró también, y sobre todo, Vox Lux, el regreso del actor Brady Corbet tras las cámaras, con Natalie Portman como protagonista, un relato sin más aspiración que terminar y un planteamiento ambicioso pero fallido. Caminos distintos, decepción parecida. En su recta final, el certamen descubre que tan solo ha estrenado un puñado de buenos trabajos.

Vox Lux, por lo menos, lo intenta. En el vibrante arranque, la joven Celeste, encarnada por Portman, sobrevive al ataque de un chico armado en un colegio estadounidense. Cuando, días después, canta en memoria de quienes no se salvaron, el mundo descubre un himno y una estrella. A partir de ahí, Corbet dispone una olla gigante donde mezcla el declive de la sociedad, el terrorismo, la música pop, la vacuidad y la superficialidad de redes y medios. La receta, sin embargo, deja un regusto amargo. Incluye ingredientes arriesgados, tanto en lo narrativo como en lo visual, pero no acaba de congeniarlos. Sabe contar cómo el pequeño ángel se vuelve producto y diva, la pérdida de su inocencia, pero se vuelve a perder entre demasiados frentes abiertos, como ya sucedía con su debut, La infancia de un líder (2015).

“No es una película con un mensaje; es una pieza de arte, más que un retrato o una reflexión sobre la sociedad y la violencia”, aseguró Portman a la prensa. La actriz, quien en la piel de la Celeste adulta canta y baila temas de Sia, subrayó la distancia entre los divos de las películas y los de los escenarios: “Hay una gran diferencia en el sistema de egos. En el cine no tienes a tu familia todo el tiempo contigo en el trabajo; en la música te puedes pasar un año juntos en un autobús. Y eso puede corromper las relaciones”. Lo dejan bien claro los griteríos y los excesos de su personaje, en una permanente combustión emocional.

30 años de Alemania

“Hice todo lo posible por realizar una película sobre los momentos que han definido los últimos 20 años”, destacó Corbet. El director relató que el tiroteo del principio de Vox Lux pretende recordar la tragedia de Columbine, la matanza en 1999 en esa ciudad de Colorado de 12 estudiantes y un profesor en un instituto a manos de dos de los alumnos, que le dejó muy impactado. Portman enfatizó que los asaltos armados en las escuelas de EE UU suponen “una especie de guerra civil”.

Una contienda mundial, en cambio, marca el contexto de Obra sin autor. El relato sigue a un artista a través de tres décadas, para contar Alemania desde el nazismo hasta el dominio comunista en el Este. Pero ni su trama ni el horizonte temporal justifican que dure más de tres horas. Tras su aplaudida La vida de los otros y el batacazo de The Tourist, el cineasta suma otro paso en falso.

Obra sin autor, en realidad, quiere explicar cómo los alemanes perdieron la libertad de expresarse y ser ellos mismos, aplastados bajo la tiranía de la colectividad y la represión. Sin embargo, paradójicamente, Von Donnersmarck también aparta su identidad. La historia se desliza anodina de principio a final. De su director, ninguna noticia.

Culpable de indignar

El delito casi no se muestra. Pero todo el filme gira a su alrededor. Y a la gran duda de cualquier juicio: ¿culpable o inocente? En el banquillo se sienta Dolores, 21 años y un enorme peso sobre los hombros. Porque es la única imputada por el asesinato de su mejor amiga, Camila. Es inevitable que Acusada, segundo filme del argentino Gonzalo Tobal, recuerde el caso de Amanda Knox: la joven estadounidense afrontó un largo periplo judicial, acusada de matar a su compañera de piso, Meredith Kercher. Fue condenada, estuvo entre rejas, pero la sentencia firme la absolvió. Mientras, el juicio paralelo también se había celebrado. Y cada cual ya tenía su propia teoría y un veredicto.

De forma parecida, Acusada sigue a Dolores hacia el proceso, mientras denuncia el morbo de la sociedad por los sucesos. Y al igual que Knox, la protagonista también muestra una frialdad sospechosa para algunos. Tobal indaga en el interior de la joven, en las fracturas que el caso crea en su familia, en los bulos y en las distintas caras de la verdad. Entre tanto, el público escoge su bando. Finalmente, hubo unanimidad: en la indignación contra el propio filme. Un asistente lo resumió en voz alta: “Aquí son todos culpables”.