La vida de la actriz cambió radicalmente antes de cumplir los 40 cuando fue diagnosticada de artritis reumatoide
Astrid Meseguer – LA VANGUARDIA (27 de agosto de 2018)
Barcelona – El nombre de Kathleen Turner se escribió con mayúsculas en la cumbre de Hollywood a lo largo de la década de los ochenta, pero a mediados de los 90 su estrella empezó a decaer y dejó de protagonizar películas interesantes para refugiarse en telefilmes de sobremesa y pequeñas intervenciones en series de televisión. Y en los últimos años, prácticamente no hemos vuelto a saber de ella. Así, que ¿qué le ocurrió a una de las mayores estrellas de la meca del cine?
Nacida en Estados Unidos, pero criada en Europa y Sudamérica, Kathleen se convirtió con 27 años en toda una sex symbol gracias a su debut cinematográfico Fuego en el cuerpo (1981), un thriller erótico de Lawrence Kasdan en la que compartía cartel y tórridas escenas sexuales con William Hurt.
Ella, que había trabajado como camarera soñando que un día le llegaría la oportunidad de su vida como intérprete, pasó de la noche a la mañana a erigirse en icono sexual por dar vida a Matty Walker, una atractiva mujer casada con un acaudalado hombre de negocios que embauca a un abogado de Florida para que mate a su marido. Su personaje le brindó una nominación al Globo de oro como mejor nueva estrella y, aunque no se lo llevó, su nombre ya había despertado el interés de varios productores.
Le llovieron propuestas con roles parecidos al de Matty que la actriz rechazó porque no quería encasillarse en el género erótico. Se decantó por la comedia y aceptó acompañar a Steve Martin en la alocada Un genio con dos cerebros (1983) encarnando a una mujer ambiciosa y sin escrúpulos. Bajo la dirección de Ken Russell fue una diseñadora de moda que por las noches ejercía de prostituta en La pasión de China blue (1984).
Robert Zemeckis la fichó en Tras el corazón verde (1984) para dar vida a una escritora de novelas románticas que contaba con la ayuda de un aventurero para salvar a su hermana secuestrada en Colombia. Esta película fue su primera colaboración con Danny DeVito y Michael Douglas en la gran pantalla. Tras el éxito de la cinta, por la que recibió un Globo de Oro a la mejor actriz de comedia, repetirían en la secuela La joya del Nilo (1985) y la comedia negra La guerra de los Rose (1989), dirigida por el propio De Vito.
Precisamente, Turner y Douglas formaron una de las parejas con más química y vís cómica de la pantalla durante esa época. Años más tarde, ella reconoció que estuvo enamorada de él en secreto y que la relación no pasó más allá de una gran amistad. Eso sí, recientemente ha revelado que se enteró de que Douglas y Jack Nicholson, con quien trabajó en la aclamada película de John Huston El honor de los Prizzi (1985), apostaron sobre quién sería el primero en acostarse con ella.
Francis Ford Coppola le ayudó a que recibiera su primera y única nominación al Oscar a la mejor actriz por dar vida a una mujer deprimida por su divorcio que viaja al pasado en la divertida comedia fantástica Peggy Sue se casó. Y volvió a coincidir con William Hurt y Lawrence Kasdan en la tragicomedia El turista accidental (1988).
Su voz ronca y su presencia imponente le encaminaron a modelar una carrera donde predominaban las mujeres de temperamento fuerte, llegando a ser comparada con la mismísima Lauren Bacall. Asimismo, prestó su voz a la sensual Jessica Rabbitt en el filme de culto ¿Quién engañó a Roger Rabbitt?, de Zemeckis.
Turner compaginó su faceta de actriz de cine con el teatro, su auténtica pasión, y en 1990 obtuvo un gran éxito en una nueva versión de la obra de Broadway La gata sobre el tejado de zinc, por la que recibió una candidatura al premio Tony. Sin embargo, la entrada en la nueva década marcó un antes y un después en su vida profesional y personal. Kathleen empezó a tener problemas de salud y fue diagnosticada de artritis reumatoide, una inflamación persistente de las articulaciones que le impedía llevar una vida normal.
Los médicos le dijeron que nunca más podría volver a caminar y que pasaría el resto de su vida en una silla de ruedas. Pero ella, lejos de aceptarlo, despidió a su especialista y comenzó a someterse a una serie de cirugías que le han ido ayudando a sobrellevar la enfermedad.
Luchadora incansable, la actriz ha hablado abiertamente sobre su trastorno: “Creo que mucho del daño hecho por esta dolencia ha sido extirpado con las cirugías. Sin embargo, la curación ha sido un proceso largo y traumático. Pero el dolor no me detiene. Tengo una buena tolerancia”, confesó en una entrevista a Vulture.
La medicación que tomaba a base de corticoides transformó su escultural cuerpo y empezó a engordar, una situación que, unida a su entrada en los cuarenta y su incipiente adicción al alcohol para superar el dolor, la alejó de los papeles importantes. Renunció a protagonizar Ghost y Los puentes de Madison porque había días que no podía ni mover la cabeza. “Durante un tiempo encontré que el alcohol era un gran analgésico. Por alguna razón, pensé que podría controlar el dolor de mi enfermedad bebiendo, más que usando medicamentos”, dijo.
Durante un tiempo intentó esconder su verdadera situación por miedo a perder su estatus en la industria del espectáculo. Pero crítica con el machismo imperante, decidió hacer frente a su condición con entereza, sin ocultar su cambio físico y asumiendo con orgullo el paso del tiempo en su piel.
Turner no ha abandonado jamás la actuación por decisión propia, pero sí que se ha visto relegada a reducir su ritmo de trabajo. Tras tropezar con Detective de medias de seda (1991), encadenó fracasos en taquilla como El secreto de Sally o la simpática Cuidado con la familia Blue, con Dennis Quaid como compañero de reparto. Y John Waters pensó en ella para hacer de madre asesina en Los asesinatos de mamá (1994).
Desde mediados de los noventa ha escondido su talento en producciones insignificantes como Mujeres bajo la luna; El príncipe de Central Park o Unos peques geniales. Sofia Coppola la rescató para encarnar a la madre de las cinco hermanas Lisbon en su ópera prima como directora Las vírgenes suicidas (1999). Desde entonces, lo único remarcable ha sido su breve paso por las series Friends y Californication.
En esta última hacía de ninfómana y en la sitcom sobre las aventuras de los seis jóvenes amigos de Nueva York interpretó a Helena Handbasket, el padre transgénero de Chandler en tres episodios, y parece que no guarda buenos recuerdos del rodaje. “Seré sincera, que es lo mío: no me sentí bienvenida por el elenco”, declaró en una reciente entrevista.
Amiga de los desafíos, con 45 años, mostró su cuerpo completamente desnudo en la versión teatral de la película El graduado encarnando a la Sra. Robinson y seis años más tarde regresó a los escenarios de Broadway con la obra ¿Quién teme a Virginia Woolf? en una aplaudida actuación que le valió su segunda candidatura al Tony.
Turner representó también el personaje de Martha en Londres, una ciudad en la que se siente muy querida y donde vivió cuatro años de su adolescencia mientras su padre trabajaba como diplomático en la embajada americana.
Otra de las obras que ha representado con éxito en los escenarios ha sido la polémica ‘High’, en la que hacía de monja alcohólica. Tras más de una década sin ejercer de protagonista en una película, le llegó el guión de La familia perfecta (2011), donde encarnaba a una madre ultraconservadora al lado de Richard Chamberlain, Jason Ritter y Emily Deschanel. Patinó como secundaria en Dos tontos todavía más tontos (2014), con Jim Carrey y Jeff Daniels y luego pasó a formar parte de la pequeña pantalla con apariciones en la miniserie La carrera hacia la Casa Blanca y The Path, ambas de 2016.
Sin pelos en la lengua, publicó en 2008 su autobiografía Send yourself roses: Thoughts on my life, love, and leading roles, donde sacaba a relucir su mala relación con algunos compañeros de rodaje, como Burt Reynolds, Anthony Perkins o Nicolas Cage.
A sus 64 años, la actriz de Misuri está volcada en el teatro, también como directora, y recientemente ha iniciado una nueva faceta como cantante, además de dar clases de interpretación en la Universidad de Nueva York. Pese a ser conocida sobre todo por su vertiente como sex symbol, la vida sentimental de Kathleen ha sido más bien discreta.
Estuvo casada con el magnate inmobiliario Jay Weiss (1984-2007), padre de su hija Rachel, de 30 años, y no se le conoce ningún otro romance destacable. Eso sí, ha manifestado a los cuatro vientos que tiene ganas de volver a enamorarse y “volver a disfrutar del buen sexo”.