Festival de cine de Cannes, día 1: Siempre reconocible y perturbador Farhadi

Como siempre empezamos nuestro seguimiento informativo del Festival de Cine de Cannes ofreciéndoles las crónicas de Carlos Boyero en EL PAIS y de Oti Rodríguez Marchante en ABC, a las que se puede sumar otras informaciones si se considera oportuno.

Laura Ramos
Redacción ESTRELLAS EN LA NOCHE

 


 

Siempre reconocible y perturbador Farhadi

El arranque de Cannes, con ‘Todos lo saben’, ha sido notable

Carlos Boyero – EL PAIS (9 de mayo)

Mis razonados y sufridos prejuicios hacia el cine iraní, cuando era pecado no admitir que estaba bendecido en su totalidad por los dioses, se fueron al infierno al descubrir que, en esa aclamada cinematografía que me resultaba tan tediosa habitualmente, existía un director que podía colocarme el cabello de punta, remover mis sentimientos, donarme emoción al hablar de los vaivenes, sobresaltos, zonas de luz y de sombra, mezquindades y generosidad, ocultación y sentido de culpa que conviven en la naturaleza humana, de las mentiras y verdades que se entremezclan en función de las circunstancias y de situaciones al límite. Este señor tan sabio, lúcido e inquietante se llama Asghar Farhadi. Me intrigó con A propósito de Elly y me dejó profundamente conmovido con esa obra maestra titulada Nader y Simin, una separación.

Lo que Farhadi describe de la gente y de sus sentimientos es universal, pero podían albergarse dudas sobre si ese hombre se desenvolvería con idéntica fuerza expresiva fuera de su ambiente, si su lenguaje sería igual de penetrante al rodar en países e idiomas que le son ajenos. Se trasladó a Francia para crear la terrible El pasado y sus señas de identidad artísticas se mantuvieron intactas. También la fascinación y el temblor de los espectadores con paladar de cualquier parte ante los dilemas morales y los tormentos anímicos que retrata este auténtico y complejo humanista.

La lógica ha funcionado en los Oscar y en los infinitos premios internacionales que ha recibido su cine. Y desconozco los motivos por los que Farhadi decide ambientar en un pueblo de España su última historia, pero está claro que hará verosímil y apasionante lo que quiere contar, que su estilo, su voz y eso tan ampuloso (aunque cierto) conocido como universo propio serían identificables si rodara en Laponia, en Nigeria, en Nueva York o en Marte, que no hay fronteras para su arte.

En Todos lo saben desdeña utilizar estudios sofisticados para plasmar las emociones. Su cámara se mueve con convicción, destreza e intensidad en los interiores y los exteriores de un pueblo que inicialmente rebosa alegría ante la celebración de una boda. Tiempo de reencuentros, de dicha compartida, de familiares, amigos y vecinos celebrando una plenitud amorosa y deseándole que tenga futuro. Noche festiva, etílica, cantarina y danzarina. Todo se desmorona y hace explotar una tormenta anímica de consecuencias devastadoras cuando desaparece la hija de una mujer que emigró a Argentina, formó una familia y ha regresado a su pueblo natal para asistir a la boda de su hermana. A partir de algo tan enigmático y desasosegante, Farhadi despliega su poderío sentimental para hablar del pasado y de la huella imborrable que puede causar en los que lo padecieron o lo disfrutaron (o ambas cosas), de las simas de dolor y de pérdida que pueden ocultarse detrás de la aparente normalidad, de la incertidumbre y del miedo, de la necesidad de encontrar culpables, de complicidades sórdidas, de que la apariencia y la realidad pueden mantener una guerra ancestral, de secretos difícilmente confesables.

Farhadi se rodea en su temible y melodramática (en el mejor sentido) exploración de un equipo de lujo, de la aristocracia de la interpretación en lengua castellana. También internacional en el caso de Javier Bardem y Penélope Cruz, una pareja que dirige su carrera con evidente inteligencia, poniendo su estrellato tantas veces al servicio del prestigio. También está otro monarca con causa llamado Ricardo Darín, la credibilidad y el magnetismo en cualquier registro de Eduard Fernández, la actriz por la que suspiran todos los guiones sobre mujeres atormentadas, o sea, Bárbara Lennie, una actriz de reparto que nunca falla llamada Elvira Mínguez, o una señora dotada de cierta luz como Inma Cuesta. Bardem, que puede aportar talento, morbo y autenticidad al personaje que le dé la gana, aquí hace de tío normal y legal, progresivamente perplejo y dolorido. Y Penélope Cruz encarna admirablemente el vértigo y la desolación de alguien que puede perder lo que más ama. Ese incalculable dolor aparece en algunos planos sin el menor maquillaje en su rostro. Y da mucha pena. Y da mucho miedo.

Observando la programación de la Sección Oficial de Cannes me asalta el escalofrío. Ojalá que sea infundado, que los presagios siniestros no se cumplan. Pero el arranque ha sido notable. Ves y escuchas con angustia Todos lo saben. Y sigues pensando en ella. El vocabulario de Farhadi para hablar de la mezcla que cohabita en el ser humano es poderoso. Y sospechas que además de tanto conocimiento, también es un buen hombre.

 


 

Inauguración en español con «Todos lo saben», el antes y el después

Bardem, Darín, Penélope Cruz, Eduard Fernández, Bárbara Lennie, Inma Cuesta, Elvira Mínguez…, protagonistas de este oscuro melodrama por tanguillos y soleares

Oti Rodríguez Marchante – ABC (9 de mayo de 2018)

La película española del iraní Asghar Farhadi, «Todos lo saben», inauguraba anoche esta edición del Festival que va a necesitar paciencia y sentido del humor para irla despojando de cuantas tonterías se les vayan ocurriendo a sus organizadores. Como nadie podía ver la película de Farhadi antes de su pase oficial de gala a primera hora de la noche, había que entretener la jornada con algún «encuentro» de calidad para la Prensa, y ninguno mejor que el preparado por la distribuidora de «Todos lo saben» entre los periodistas y los actores principales de la película. Javier Bardem, Penélope Cruz, Ricardo Darín, Eduard Fernández, Bárbara Lennie, Elvira Mínguez, Inma Cuesta, Carla Campra, Sara Sálamo… En fin, un festín. La pena es que la película no la había visto nadie, ni el grueso de los periodistas ni ninguno de los actores («yo he visto algún corte, pero…»), con lo que el «encuentro» solo podía salvarse con lo dicho, paciencia y buen humor. Por eso esta crónica tiene dos fases: antes de ver la película (todos) y después, o sea ya tarde, de verla.

Primera fase: Paciencia, porque el buen humor lo traían por completo esos actores formidables al encuentro prepeliculero, pues Bardem, Darín y Fernández se pisaban las bromas y frases afiladas como Bette Davis y Anne Baxter en «Eva al desnudo», y entre las cosas que se dicen como para ir matando el tiempo, Bardem confesó que él era el culpable de «todo» (y «todo» es que esta invención de postergar la crítica más allá de las sesiones de gala se debía a la película de Sean Penn, «Diré tu nombre», que interpretaban Javier Bardem y Charlize Theron, y que fue masacrada, con algo de justicia, antes de que hicieran el paseíllo por la alfombra roja. Resultado: ¡quita de aquí, crítico!)…

Lo más provechoso del amable encuentro antes de ver la película fue el empeño que pusieron todos los actores en describir la minuciosidad, la dedicación y el talento de Asghar Farhadi durante el rodaje. «Está en todos los detalles, en los más mínimos, en los más insospechados…». Aunque se rodó en español, idioma que Farhadi desconoce, contaron que se percataba de cualquier movimiento de palabras, de entonaciones, de acentos… «De cómo llevabas el pelo, de tal o cual mirada… Incluso te decía: enséñame los dientes…¿?».

Al parecer, el proyecto llevaba respirando desde hace unos cinco años, que Farhadi le contó una historia a Penélope Cruz, y luego le dio un tratamiento de guion, y luego los arreglos y cambios sobre él… Una historia que debía rodarse en España, que tendría que ser profundamente de aquí, pero al mismo tiempo global. Pero, eso lo explicó muy bien el propio Farhadi, que sí había visto la película y que confesó su obsesión porque no corriera el peligro de ser una película española hecha por un extranjero. «Tenía que evitar los clichés, los tópicos, y a la vez que tuviera la españolidad justa sin parecer localista».

Y Penélope Cruz, que se notaba rara en el papel de la tecla del «play» del proyecto, le dio al «pause» para explicar que «soñaba con trabajar junto a Farhadi (vio “Nader y Simin”, luego es natural) y cuando me llamó le dije inmediatamente que contara conmigo»… Y habló con pasión de su personaje: «soñaba con él todas las noches».

Segunda fase: A película vista, tras un larguísimo preámbulo de inauguración del Festival. Más Paciencia. Llega, por fin, «Todos lo saben», que arranca alegre, con una vuelta a casa, una boda y un jolgorio, tramo muy bien sorbido por la cámara de José Luis Alcaine y la mirada de Asghar Farhadi, y ya se empieza a notar que todos esos actores tan conocidos y reconocidos son formidables: ese tramo se lo come con facilidad la actriz Inma Cuesta, otra vez la novia, que le da una alegría al plano que hasta resulta exótico dentro del cine seriote de Farhadi.

Luego, la intriga, el «thriller», se come pronto a la alegría (una chiquilla desaparecida), pero el melodrama se come a su vez al «thriller»… Dentelladas de un género al otro que tienen la singularidad, sí, de estar preñados ambos con la gigantesca sutileza de este director: la sospecha se mueve entre los personajes tan sigilosamente como un gato, y los sucesivos «descubrimientos», ese pasado que maneja Farhadi con la ligereza de un golpe de cabello en un anuncio de champú, pero también con la fuerza de un bate de béisbol, hace bailotear la trama, y es el momento de Penélope Cruz, de Bardem, de Darín y de Bárbara Lennie…

Y ya no hay intriga, ni «thriller», que se lo quita de encima la película casi de un manotazo (¿qué fue de la paciencia?), y solo queda melodrama y personajes. La proyección para la Prensa, simultánea a la de gala, se saldó con unos tibios aplausos, menos, sin duda, de los que se merecía, y tal vez por algo que ya había avisado el director horas antes, que la tragedia actual no presenta un conflicto entre el bien y el mal, sino entre el bien y el bien. Cosa que tal vez sea el reflejo persa de su pensamiento, pero en un melodrama mesetario, toledano, y tan de interior, tal vez le falte una especia al caldo.