Estrella de los 90, la actriz vive marcada por sus violentos episodios relacionados con las drogas, el alcohol y los desórdenes psicológicos
Rocío Ayuso – EL PAIS (30 de junio de 2018)
Los Ángeles – Antes de que Emilia Clarke sorprendiera con sus dragones en Juego de Tronos. Antes de que Elisabeth Moss y su The Handmaid’s Tale fueran lo más comentado de la televisión. Antes de que Krysten Ritter llegara pisando fuerte con su Jessica Jones en la pequeña pantalla. Antes que todas ellas estaba Heather Locklear. Fue “el amuleto de la suerte” del legendario productor televisivo Aaron Spelling. La actriz que todo lo hacía bien y convertía las series que tocaba en oro, ya fuera en Dinastia, Melrose Place o incluso a su paso por esa comedia que intentó salvar titulada Loca Alcaldía (Spin City). Pero esos eran los 90. La década en la que esa rubia platino llamada Heather Locklear se convirtió en la reina de la pantalla. La malvada, la admirada, la más guapa, la más dura, el modelo de mujer que muchas querrían ser en aquel entonces y con la que muchos soñaban.
Pero queda muy poco de aquella la actriz y modelo que ahora tiene 56 años y está envuelta en muchos problemas. Locklear está ingresada en un hospital de Los Ángeles tras una supuesta sobredosis. El incidente tuvo lugar el lunes cuando una ambulancia acudió a su residencia en Thousand Oaks, en el valle de Los Angeles (EEUU), atendiendo a una llamada de urgencia. Apenas habían pasado unas horas desde que la famosa Amanda Woodward de Melrose Place había sido puesta en libertad bajo fianza tras ser detenida por golpear a un policía y a un paramédico que habían acudido a su residencia el pasado domingo respondiendo a dos llamadas de urgencia. Lo que allí se habían encontrado era una actriz “extremadamente intoxicada y nada cooperativa”, explicó a los medios un portavoz de la oficina del sheriff. Un retrato de la actriz demasiado común en el último año.
La policía también acudió a su casa el pasado febrero por una disputa doméstica, cuando fue retenida de manera involuntaria en un psiquiátrico ante el riesgo de un posible suicidio. También se recomendó entonces su paso por una clínica de desintoxicación. Imágenes todas ellas que tienen muy poco que ver con esa Locklear que, al menos en la pantalla, podía con todo.
En sus siete años en el 4616 de Melrose Place, la dirección más conocida de Los Ángeles en los 90, Amanda pudo con todo: explosiones, secuestros, seducciones, matrimonios, incluso intentos de asesinato. Era la mala de una serie a la que echó la sal y la pimienta y que abrió paso a lo que luego serían otros episódicos que empoderaron a la mujer como Friends o Sexo en la ciudad. Para entonces Locklear sabía mucho de supervivencia tras sus años en Dinastía (1981 al 1989) como Sammy Jo Carrington, la inocente sobrina de la familia que sabía cómo manejárselas en ese nido de víboras. Y aunque su futuro en las manos de Spelling parecía marcado, Lockler siempre mantuvo una disposición sonriente y abierta a cambiar la dirección. “Conmigo las cosas cambian de un día a otro”, declaró.
El cambio artístico nunca llegó a materializarse. Heather Locklear se quedó en el recuerdo como icono de los tiempos pasados con pequeños papeles en otras series o intentos de resucitar la nostalgia.
Locklear siempre fue alabada por su ética profesional, huyendo de los escándalos que hoy la persiguen. Incluso su supuesta relación en la década de los 80 con un entonces jovencísimo Tom Cruise no dio que hablar. “No es de señoritas hablar de pasados amoríos”, dijo al ser preguntada sobre esta posible relación.
Se casó en 1986 con el rockero Tommy Lee, de los Motley Crue, cuando ambos estaban en la cima de sus carreras. Y en 1994 con el guitarrista de Bon Jovi Richie Sambora, con quien tuvo una hija.
Su segundo divorcio fue sonado y hace una década Locklear comenzó a dar muestras de un comportamiento errático. Queda la duda de si su fama fue una trampa para ella, presa fácil de una nueva era de paparazis y redes sociales. También se fueron alternando los diagnósticos de ansiedad y depresión con las detenciones por conducir bajo los efectos del alcohol o sus ingresos en urgencias por la supuesta ingestión de barbitúricos. Un complicado diagnóstico para la que fue en su día la novia de la televisión y que ahora espera a ser dada de alta en un hospital de Los Ángeles.