Terminamos nuestro seguimiento informativo del Festival de Cine de Cannes ofreciéndoles las crónicas de Oti Rodríguez Marchante en ABC y del resto de los principales diarios que se publican en España con sus conclusiones y opiniones sobre el palmarés del certamen y su resumen de esta 71 edición. Falta el diario EL PAIS porque su titular no ha publicado hoy ningún análisis. A estas crónicas se puede sumar otras informaciones adicionales si se considera oportuno.
Marta Blanco
Redacción ESTRELLAS EN LA NOCHE
Kore-Eda se lleva la Palma de oro de un palmarés solidario
La desoladora «Cafarnaúm», de Nadine Labaki, y la eufórica «BlacKkKlansMan», de Spike Lee, ganan los premios del Jurado
Oti Rodríguez Marchante – ABC (20 de mayo de 2018)
No hubo conflicto entre los propósitos del Festival y su resultado en un Palmarés adornado por todos los títulos que llenaban de grandes intenciones esta 71 edición, sin duda dedicada a señalar algunas cuestiones esenciales de nuestro presente de indicativo: era el año de la mujer directora, de la crítica a la discriminación y a la injusticia, al repudio del abuso de la infancia y de los desheredados, a la lucha por la libertad y la dignidad…, y ahí está, un Palmarés lleno de esos propósitos que encabezó una magnífica Palma de Oro para el japonés Kore-Eda y su película «Mambiki Kazoku» («Shoplifters» se titula en inglés). La historia de una familia peculiar, de fácil acogida, y que incluye en su ambiente marciano a una niñita abandonada por sus padres en su propio hogar, proponía con enorme sentido del humor y con estampas vivas de rara convivencia grandes y profundos dilemas que no han pasado desapercibidos para el jurado que capitaneaba Cate Blanchett.
Y el resto del Palmarés está en sintonía con esos propósitos: el Premio Especial del Jurado fue para Spike Lee y su congestionada película antirracista, «BlaKkKlansMan», tan divertida e ilustrativa como feroz en su retrato de la discriminación racial, y el otro Premio del Jurado fue para la libanesa Nadine Labaki y su abrumadora «Cafarnaúm», una de esas historias sobre la infancia machacada y la pobreza absoluta , y con unos niños con gracia y eficacia demoledoras, que deja al espectador completamente acorralado. Era imposible que Nadine Labaki se quedara sin premio, incluso daba la impresión de que podía llegarle alguno más cargado de oro.
El que recayera el de Mejor Director en Pawel Pawlikowski no respondía tanto a las intenciones del programa como a que presentó una de esas películas, «Cold War», rodeadas por completo de la perfección: su romántica historia, también su drama ensordecedor, la música, una imagen cuidada hasta extremos inolvidables y unos personajes y unos actores maravillosos. Pero, además, cumplía a la perfección con la línea editorial del Festival. Aunque es un gran reconocimiento el que se llevan Pawlikowski y su gran película, no está a la altura del que realmente se merece la mejor obra vista en esta edición.
Los premios de interpretación fueron, no sé si justos, pero sin duda pertinentes: al italiano Marcello Fonte, la parte escuchimizada de ese tremendo dúo de la película, «Dogman», de Matteo Garrone, en la que ofrece una singular y brutal reflexión sobre la debilidad y la fortaleza. Y la femenina para la actriz de «Ayka», Samal Yeslyamova, con un personaje que sufre dolor, persecución y villanías desde el primer plano hasta el último. Antes de recoger su premio, la actriz Asia Argento, que fue quien se lo entregó, casi se come vivo a Harvey Weinstein. Afortunadamente, no vino. En ambos casos se reconoce la fuerza y calidad de los personajes, interpretados no por grandes y prestigiosos actores, sino por dos personas con esa manita de verdad que elevan su potencia al cubo. Con otro punto de vista del jurado, bien se podría haber premiado las interpretaciones enormemente profesionales de, por ejemplo, Javier Bardem en «Todos lo saben», la olvidada película de Asghar Farhadi, o la excelente de Zhao Tao, en el filme también olvidado de Jia Zhang Ke, pero…
Y el premio al Mejor Guion lo repartió el Jurado entre Alice Rohrwacher, por su extraña fábula titulada «Lázaro feliz», y los iranís Jafar Panahi y Nader Saeivar por «3 Caras». Panahi era uno de los dos directores que no pudo acompañar a su película al Festival por estar en arresto domiciliario en su país, y curiosamente al otro, el ruso Kirill Serebrennikov, que presentó la excelente «Leto», lo han dejado fuera de este reparto de premios tan solidario. Y eso que les sobraba alguno, pues a Jean Luc Godard le endiñaron una Palma de Oro honorífica por su película «Le libre d’images»… En fin, mejor ese premio forzado a que lo metieran de «exaequo» por cualquier sitio como en alguna y lamentable ocasión anterior.
Una edición de Cannes completa, acorde entre causas y fines, o entre propósitos y premios, y en la que tal vez dentro de ese solidario reparto haya habido un lamentable agujero, y es por el que se ha colado sin reconocimiento alguno la película coreana «Burning», de Lee Chang-dong, tal vez la única con un interior y un exterior comparables a «Cold War». Pero así son las cosas, o al menos los Festivales.
Kore-Eda, evidentemente una Palma de Oro evidente
Festival de Cannes. En un año de renovación de la sección oficial, el jurado presidido por Cate Blanchett sorprende con un palmarés conservador. El ansiado premio mayor para una mujer en el año de la mujer se quedó en eso, en ansia pura
Luis Martínez – EL MUNDO (20 de mayo de 2018)
Cannes – El mejor sitio para esconder algo es dejarlo bien a la vista. Ahí dejó su carta Edgar Allan Poe y ahí estaba la Palma de Oro. En un año marcado por la mujer, en un festival que se anunció mujer o nada, todos los pronósticos apuntaban a dos de las películas en competición. La primera por ser claramente uno de los milagros de la sección oficial y la segunda, por si acaso. Las dos dirigidas por mujeres. La presidenta Cate Blanchett, mujer. Pues no, al final, todos los justos y merecidos honores fueron para el japonés Hirokazu Kore-Eda. Shoplifters (Ladrones de tiendas) no es quizá esa obra mayor llamada a definir el año, pero sí es una de las grandes películas que han pasado por una competición muy cerca de lo memorable.
Para situarnos, la cinta ganadora es un resumen mejorado de la filmografía del director. La mayor sorpresa es que no hay ni el menor asomo de novedad. De nuevo, la familia, los niños, los suburbios y, otra vez, como en la lejana Nadie sabe, la pobreza. Ahora, eso sí, la voz suena mucho más afinada, más cruda, más veraz. Sus últimos trabajos, hasta los más premiados, se movían por un terreno cenagoso entre lo tierno, lo fácilmente aplaudible y lo esencialmente cursi. Ahora, hace sangre. Lo que se acierta a ver en esta historia de padres por accidente e hijos por necesidad es una heterodoxa relectura de la institución familiar. Eso y un desasosegante retrato de la sociedad que pisamos. El perfecto manejo de los tiempos, la aquilatada experiencia para hurgar en la mirada infantil y la profundidad de cada una de las heridas expuestas nos devuelven así una Palma de Oro tan evidente que sólo hacía falta mirar.
Si a todo lo anterior se suma que el director japonés es un habitual de la Croisette (con un Premio del Jurado por De tal padre tal hijo, cinco veces en la sección oficial y dos en Un certain regard), la decisión no podía estar más clara. Y si tenemos en cuenta que su nombre sirvió para exorcizar uno de los mayores temores (que Nadine Labaki ganara, como parecía que iba a hacerlo mediada la ceremonia), pues más obvio aún. El alivio también suma. El detective Dupin de La carta robada ya nos lo avisó.
Por lo demás, el palmarés cumplió. En él entraron la mayoría de las cintas que tenían que figurar. Quizá, eso sí, la excepción más notable sea la ausencia de la pausada, pautada y dolorosa Burning, de Lee Chang-dong. El Gran Premio del Jurado fue a parar a Spike Lee. En efecto, BlacKkKlansman es un panfleto. Pero brillante. Hasta memorable incluso. Tan duro como gracioso, tan deslenguado como oportuno. De otro modo, el Spike Lee de siempre, pero muy mejorado. Como Kore-Eda.
Que el director señalado fuera Pawel Pawlikowski por Cold war también respetaba la música del palmarés. El polaco recita en blanco y negro un poema mitológico sobre el amor. Sin más. Todo está ya contado, todo dicho, pero de eso se trata. Piensen en Casablanca. ¿Ya lo han hecho? Pues eso. Siempre gusta pensar en Casablanca. Y así fueron cayendo uno a uno el resto de los premios. Coherentes y felices.
Quizá el único motivo de queja fuera la inclusión de la citada Nadine Labaki, que entró como Premio (el menor) del Jurado. Durante buena parte del día, las lágrimas de la presidenta (cuentan que lloró durante la proyección) parecían sellar el destino de Cafarnaún. Y eso, aunque sólo fuera un poco, daba miedo. Por un lado, no cuesta defender una puesta en escena atonal, agria y violenta que retrata con precisión el caos de una ciudad, Beirut. Pero, por otro, y esto es más grave, el tono manipulador, lastimero y, definitivamente, llorón plantea dudas. Es más, toda la película es pura duda. Por ello, ver que no se llevaba la Palma sirvió para hasta justificar este premio.
En el capítulo de los intérpretes, nada que objetar. Eran las opciones, otra vez, obvias, claras, poeianas. La actriz Samal Yeslyamova ofrece un soberbio recital de puro dolor en Ayka, del kazajo Sergei Dvortsevoy. Ella es todo en una película que se mueve entre la realidad y el deseo, entre la fascinación y el horror. Ella sola. Brutal. A su lado, Marcello Fonte, por su papel en Dogman, de Matteo Garrone, es otra cosa. Él es Buster Keaton y Totó juntos. Él solo. Brutal. Pero tierno.
Quizá la gran derrotada, pese a ganar, fue Alice Rohrwacher. Para ella fue el premio, y además ex aequo con Nader Seivar, del guion. Los dos (ella y Jafar Panahi) probablemente merecían más en este Nüremberg cultural, como dice Ballard, que es Cannes. Pero ahí se quedaron con su diploma y su cara de circunstancia, quizá no tan feliz. Lazzaro felice, de la primera, sí es una de las grandes películas del año. Lo es ahora que no se ha estrenado y lo será dentro de una década. Three visages, del iraní, es una de la más certeras e iluminadas aproximaciones del director a sí mismo, ejercicio que le ocupa desde hace años y a través del cual se contempla el mundo entero.
Y, por último, lo más evidente de todo. Lo más palmario de pura Palma. Una Palma de Oro Especial fue para Le livre d’image. Es una lectura en descomposición del cine y de la civilización. Es, como él dice, pensar el arte con las manos. Es Jean-Luc Godard. Lúcido, volcánico e inexplicable.
Y así se fue un palmarés evidente. El que acaba fue un festival hacia el cambio sin grandes nombres y con la sección oficial renovada. El palmarés, en cambio, se antoja mucho más conservador. Pero correcto. Por claro, por dejar las cosas a la vista. Como Poe.
Los marginados se llevan la Palma de Oro en Cannes
El Festival premió a «Shoplifters», de Hirokazu Kore-eda, en una edición notable donde la mayoría de los filmes del palmarés retratan a los desclasados y las personas ignoradas por la sociedad actual
Sergi Sánchez – LA RAZON (20 de mayo de 2018)
Palma de Oro sorpresa para «Shoplifters», de Hirokazu Kore-eda. Cuando toda la rumorología apuntaba a Nadine Labaki como ganadora, el jurado de la 71 edición del Festival de Cannes se saltaba quinielas y predicciones galardonando la espléndida película del autor de «Still Walking». Lo mejor que puede decirse del palmarés es que responde a una filosofía, a una toma de postura. Todos los filmes premiados están protagonizados por los desclasados, los marginados de la sociedad. Son, en su mayoría, mutaciones del cine político para una era convulsa, cada uno en su estilo. Kore-eda, con delicadeza zen, reivindica un nuevo modelo familiar que no esté basado en los lazos de sangre, y que encuentre la armonía –abortada por el sistema y sus leyes– al borde de la exclusión social.
Opuesta en tono y timbre, «BlacKKKlansman», Gran Premio Especial del Jurado con el que Spike Lee se saca la espinita de haberse ido de vacío hace treinta años con «Haz lo que debas», demuestra, desde una sátira con ideas tan brillantes como en ocasiones obvias, que el KuKluxKlan, aquella organización supremacista que asociamos con «El nacimiento de una nación», sigue en activo, con Trump como defensor en la sombra.
Línea directa contra el acoso
También es lógico que el festival que ha decidido poner una línea telefónica directa para que víctimas y testigos de acosos sexuales los denuncien, diera a luz un palmarés que estuviera en la onda del #metoo. Si la escasa presencia de directoras en la sección oficial ha sido una de las patatas calientes que Thierry Frémaux ha tenido que comerse durante las últimas ediciones, era lógico que el jurado, presidido por Cate Blanchett y con mayoría femenina entre sus miembros (Kristen Stewart, Ava DuVernay, Léa Seydoux, Khadja Nin), se contagiara de ese ambiente reivindicativo que ha atravesado el certamen.
Sin ir más lejos, Asia Argento, una de las afectadas por el caso Harvey Weinstein, no dejó pasar la ocasión de soltar un apasionado discurso contra el magnate de Miramax al anunciar el premio a la mejor actriz (para Samal Yeslyamova en «Akya», historia de una mujer violada, invisible para un sistema que rechaza a los emigrantes sin papeles).
El dilema estaba si, entre las dos cineastas con posibilidades de subir al podio para ganar la Palma de Oro, escogían la mejor. Y no ganó ni una ni otra. La maravillosa «Lazzaro Felice» tuvo que conformarse con el premio al mejor guion, aunque la película de la italiana Alice Rohrwa-cher, que lideraba las votaciones de la prensa, bellísima y sorprendente fábula sobre el poder transfigurador de la bondad que no se parecía a ninguna otra a competición, se merecía la Palma. Lo compartió con «Three Faces», de Jafar Panahi, que, desde su arresto domiciliario, agradeció que un filme que habla de la opresión de la mujer en la sociedad iraní, estuviera en el palmarés. Por su parte, «Capharnaum», la peor película de toda la sección oficial, la más indigna e inmoral, todo un ejercicio de pornomiseria para acallar la mala conciencia de Occidente, se llevó el Premio del Jurado. Desde los primeros pases de mercado, a «Capharnaum» le llovían ofertas millonarias. Su neorrealismo miserabilista fue recibido con quince minutos de ovación. Y Cate Blanchett y sus colegas se apuntaron al carro del aplauso, olvidándose de que Labaki está explotando, desde el sensacionalismo más rastrero, el sufrimiento infantil en los países del mundo árabe.
Una de cal y otra de arena. Blanchett y su jurado se han inventado una Palma de Oro especial para una película que jugaba en otra liga, «Le livre d’image». Difícil juzgarla con los patrones del cine narrativo: a Jean-Luc Godard no solo le premiaron por inventar el cine moderno sino por seguir en la brecha. A sus 87 años, nadie puede negar que sus filmes-ensayo continúan explorando vínculos entre la imagen y el sonido, y que el viejo Godard, que agradeció la Palma a través de su productora nombrando a algunos de los locos que han financiado sus experimentos, es capaz de pensar lo contemporáneo –en especial, la conflictiva relación de Occidente con el mundo árabe– desde la apropiación, el collage, el montaje dialéctico, el corte a negro, las psicofonías y los colores saturados. Solo lamentamos la extraña ausencia de «Burning», del coreano Lee Chang-Dong, extraordinaria adaptación de un cuento de Haruki Murakami que era, para este cronista, la candidata más firme y de consenso para la Palma de Oro. Tal vez porque congeniaba el comentario socioeconómico con algo tan irrepresentable como el misterio de la condición humana. Pero no es cuestión de quejarse: estaban (casi) todos los que se merecían premio en una edición que, pese a la polémica de Netflix y los inexplicables cambios de horarios para la prensa, ha tenido un excelente nivel.
Palma de Oro con mensaje
‘Un asunto de familia’, de Kore-eda, se hace con el premio mayor de Cannes
Salvador Llopart – LA VANGUARDIA (20 de mayo de 2018)
El japonés Hirokazu Kore-eda se alzó anoche con la Palma de Oro del festival de Cannes por Un asunto de familia, que habla con sensibilidad y contundencia de las diferentes formas que puede tener un grupo familiar, más allá de las pautas tradicionales. En este caso la familia protagonista, hecha de retazos de otras, es arrastrada a los márgenes de la marginalidad y debe cometer, para sobrevivir, pequeños robos y otros crímenes menores. Aires de Oliver Twist en este filme que muestra el fracaso de la sociedad para detectar situaciones de extrema precariedad, como ya había hecho Kore-eda en Nadie sabe (2004). Sin olvidar sus pesquisas sobre la temática familiar en películas como Nuestra hermana pequeña y De tal padre, tal hijo.
Los rigurosos, los cínicos, esos que se asustan de si mismos cuando se ven agitados por las emociones, tacharán el filme de Kore-eda de pornomiseria, como han hecho, con mucha más saña, con Cafarnaún, de la libanesa Nadine Labaki. Un título que, además, se ha hecho con el premio Ecuménico, galardón paralelo que reconoce los valores humanos y solidarios. Cafarnaún sigue, en una ciudad indeterminada de Oriente Medio, el drama de un crío de apenas doce años que decide demandar a sus padres por haberlo traído al mundo.
Un palmarés concienciado, en resumen. Concedido por el jurado presidido por la actriz australiana Cate Blanchett del que forman parte la estadounidense Kristen Stewart y la francesa Léa Seydoux, que además reconoció con el gran premio del jurado a Spike Lee por un brillante y, también, emocionante panfleto llamado BlacKkKlansman. Lee cuenta, no exento de humor, la historia, supuestamente verdadera, de un joven policía negro que, en los años setenta, se infiltró en el Ku Klux Klan, la gran organización supremacista blanca de Estados Unidos. Una historia donde la caricatura no desdibuja el mensaje de denuncia, ni mucho menos.
Y denuncia no faltó ayer. Porque la nube negra de Harvey Weinstein y sus escándalos sexuales que ha cubierto estos días la Croisette de Cannes, uno de los patios de recreo preferidos por el productor estadounidense, se convirtió anoche en tormenta cuando Asia Argento tomó la palabra en la clausura de la 71. edición del certamen. “En 1997 fui violada aquí en Cannes por Harvey Weinstein. Tenía 21 años. Quiero hacer una predicción: Harvey Weinstein nunca más será bienvenido aquí”, dijo la actriz italiana.
Jean-Luc Godard se alzó, a su vez, con una Palma de Oro especial. Galardón que el rompedor director se merecería tan sólo por el cartel de Pierrot, el Loco, elegido por Cannes como imagen de este año, con Jean-Paul Belmondo y Anna Karina en un beso encantadoramente apasionado. Pero el jurado prefirió destacar su capacidad de “avanzar el cine, que ha sobrepasado los límites y que busca redefinir esos límites”, dijo Cate Blanchett.
El premio al mejor director fue para el polaco Pawel Pawlikowski por la tremendamente hermosa y sensible Guerra fría sobre una pareja que no puede vivir junta ni tampoco separada durante los tiempos de la confrontación EE.UU.-URSS. El italiano Marcello Fonte se llevó, a su vez, el galardón al mejor actor por Dogman, dirigida por Matteo Garrone, mientras que la kazaja Samal Yeslyamova se hizo con el premio a mejor actriz por su interpretación de una mujer forzada a abandonar a su hijo en Ayka, dirigida por su compatriota Sergey Dvortsevoy. Otro filme de denuncia social. Las películas Feliz como Lázaro, de la italiana Alice Rohrwacher, y Tres caras, del iraní Jafar Panahi, se llevaron ex aequo el premio al mejor guión Burning, del coreano Lee Chang-dong, una de las mejores películas del certamen, con ambición de cine total, capaz de explorar el alma humana sin necesidad de una agenda social, se alzó a su vez con el premio de la crítica internacional Fipresci de Cannes, La ausencia de Netflix ha marcado la programación del festival de este año. Aunque visto el excelente resultado de la sección competitiva, con nombres inesperados, con sorpresas y grandes películas, se puede decir que esta ausencia no se ha notado demasiado. Algunas señales, evidentes en este Cannes raro, hablan de declive y, por lo tanto, cambio del modelo de festival que ha mandado los últimos veinte años, pensado para satisfacer a los cinéfilos, la sed de glamour y las necesidades de los paparazzi. La prohibición de selfies en la alfombra roja, por otro lado, otra de las grandes medidas del año, no ha resultado tan inocente como podía parecer. La persecución fue efectiva, con una especie de fotopolicías recordándosela a los posibles infractores. Unos grandes carteles recordaban la prohibición, y el propio Thierry Frémaux, el amo de Cannes, el director del evento, afeó en un momento dado la presencia de teléfonos móviles en las manos de los asistentes.
La imposición de una cierta seriedad ha tensado el espectáculo de la alfombra roja. Lo que otros años era una fiesta, con dj’s de renombre animando musicalmente el evento, dando al conjunto el ambiente distendido de una pista de baile, este año, por primera vez, tenía cierto aire de procesión religiosa. Y luego está el asunto de la estrellas, una o ninguna esta edición. Las estrellas son esenciales en la alfombra roja, el gran escaparate del certamen. Pero Hollywood ha dado la espalda al festival. ¡Pobres paparazzi!
Cannes corona con la Palma de Oro al director japonés Hirozaku Koreeda por ‘Shoplifters’
El festival resarce a Spike Lee de haber ignorado ‘Haz lo que debas’ con el Gran Premio Especial a ‘BlacKkKansman’
Nando Salvà – EL PERIODICO (20 de mayo de 2018)
Cannes – Nadie se esperaba que la Palma de Oro fuera a parar a Hirokazu Koreeda. Quizá porque se trata de una obra vocacionalmente modesta, o porque no representa todo cuanto el cineasta japonés se ha mostrado capaz de hacer a lo largo de su carrera, no figuraba en lo más alto de las quinielas. En cualquier caso, aunque quizá no llegue en el momento justo, el galardón sirve para poner en su sitio al que sin duda es uno de los grandes humanistas del cine del último cuarto de siglo.
Si lo que acaba usted de leer le hace dudar de la calidad de ‘Shoplifters’, en todo caso, haga caso omiso. Está entre los más delicados y conmovedores dramas que Koreeda jamás ha dirigido sobre lo que es una familia y sobre cuál es su formato idóneo. Cierto que carece de la vanguardista ambición formal que el director mostró en ‘Maborosi’, o de la increíble imaginación que poseía la que tal vez sea su obra maestra, ‘After life’. Sin embargo, lo que le falta en términos de intrepidez lo compensa con una capacidad inmensa para provocar una emotividad tan cruda como intensa. ‘Shoplifters’ es una película que se te mete dentro y te arrebata el corazón.
También con Spike Lee había cuentas pendientes. ‘Haz lo que debas’, la película por la que todo el mundo llegó a dar por hecho que ganaría la Palma de Oro en 1989, se acabó yendo a casa de vacío. Este sábado ha tenido que conformarse con el Gran Premio Especial del jurado, que es algo así como la medalla de plata, pero aun así se puede dar por resarcido. Hasta él mismo debe de ser consciente de que ‘BlacKkKansman’ carece de la envergadura de aquella obra maestra que lo convirtió en uno de los cineastas americanos esenciales. Es una obra imperfecta y a ratos errática, pero a menudo resulta endiabladamente divertida y, en todo momento, absolutamente relevante por su furiosa defensa de la necesidad de combatir y hasta de ridiculizar a los xenófobos.
Por lo que respecta al Premio del Jurado otorgado a la libanesa Nadine Labaki por ‘Capernaum’, es una noticia mala y buena a la vez. Mala, porque significa recompensar la peor película de cuantas competían el festival este año, una obra dispuesta a todo por hacernos soltar la lágrima; buena, porque podría haber sido mucho peor: durante los últimos dos días el rumor de que iba a hacerse con la Palma de Oro llegó a crecer tanto que esta noche hasta la propia Labaki pareció algo decepcionada al recoger su bronce.
Pocas quejas pueden ponérsele al resto del reparto. ‘Cold War’, por la que el polaco Pawel Pawlikowski ha sido nombrado Mejor Director, fue la favorita durante la primera parte del certamen, y con todo merecimiento. Mientras retrata los vaivenes de un tumultuoso romance de posguerra, condensa toda una década de acontecimientos personales y políticos en 84 minutos a los que no les sobra un solo plano; e incluye imágenes tan increíblemente bellas que uno se quedaría a vivir en ellas, incluso a riesgo de verse absorbido por la melancolía que derrochan. Por lo que respecta a los dos premiados en las categorías interpretativas, el italiano Marcello Fonte por ‘Dogman’ y la kazaja Samal Yeslyamova por ‘Ayka’, decir que son lo mejor de sus respectivas películas es quedarse corto: sin ellos, ninguna de las dos tendría razón de ser.
Apaños y olvidos
La presidenta del jurado, Cate Blanchett, había afirmado justo antes de la ceremonia que, si de ella y el resto de jueces dependiera, habrían premiado muchas más películas. Quizá eso explique que, de hecho, dieran más premios de lo normal. En concreto, el jurado se ha sacado de la manga una Palma de Oro Especial para Jean-Luc Godard por ‘Le livre d’image’ que, aunque bienintencionada, resulta más bien desafortunada. Después de haber privado injustamente al maestro suizo de la Palma de Oro durante más de 50 años, que ahora le den una de mentirijillas sugiere algo parecido a un trofeo de consolación.
Llama la atención, asimismo, que por un lado el jurado tuviera tantas ganas de repartir galardones pero por otro marginara las que sin duda han sido las tres mejores películas de la competición este año. ‘Lazzaro Felice’, de Alice Rohrwacher, merecía mucho más que compartir el premio al Mejor Guion ex aequo; y ni ‘Burning’, del coreano Lee Chang-dong, ni ‘The Wild Pear Tree’, del turco Nuri Bilge Ceylan, en ningún caso debieron irse de vacío.
Pero, sea como sea, Blanchett tiene razón. Cannes anunció que la lista de competidoras de este año respondía a un cambio de estrategia, y que habían decidido confeccionarla más en función de la cualidad de las películas que por la reputación de sus autores. El anuncio provocó un coro de voces escépticas que, a lo largo de los últimos 12 días, el festival se ha encargado cuidadosamente de callar. Si en efecto se trata de un cambio de rumbo, bienvenido sea. Ahora solo falta que traten mejor a la prensa.
En cualquier caso 82 mujeres a los pies del Gran Palacio del Cine, reunidas en el ecuador del festival, la pasada semana, cada una de ellas en representación de las tan sólo 82 cineastas que ha subido las escalera roja de Cannes desde el inicio de su existencia (frente a los más de mil directores que ha hecho lo mismo) reclamaban visibilidad e igualdad. Pero la participación de tan sólo tres directoras en la sección competitiva de esta edición, ya clausurada, frente a una veintena larga de directores masculinos que han presentado sus filmes, habla del trabajo que, en ese sentido, todavía queda por realizar. En resumen hemos tenido un gran Cannes, desde el punto de vista cinematográfico, y raro en casi todo lo demás.