Festival de cine de Cannes, día 10: Realismo sucio y creíble de Matteo Garrone

Como siempre continuamos nuestro seguimiento informativo del Festival de Cine de Cannes ofreciéndoles las crónicas de Carlos Boyero en EL PAIS y de Oti Rodríguez Marchante en ABC. A estas crónicas se puede sumar otras informaciones adicionales si se considera oportuno.

Marta Blanco
Redacción ESTRELLAS EN LA NOCHE


Realismo sucio y creíble de Matteo Garrone

El italiano crea atmósfera de primera clase en ‘Dogman’. El documental ‘Whitney’ me recuerda poderosamente al que se rodó sobre Amy Winehouse

Carlos Boyero – EL PAIS (18 de mayo de 2018)

El director italiano Matteo Garrone fue un implacable traductor en imágenes del mundo sórdido y presidido por la Camorra que plasmó el escritor Roberto Saviano en su terrorífico libro Gomorra. Antes y después de esa película, Garrone ha demostrado poseer un don especial para retratar con veracidad y desgarro a las clases populares, delincuencia callejera, marginados que sueñan. Su vocación realista, costumbrista e incluso naturalista está acompañada de un talento descriptivo y ambiental que dota de autenticidad a personajes y situaciones, su expresividad y sus actos.

Su última película, titulada Dogman, está situada en un desolado paisaje del extrarradio, sombrío a pesar de la cercanía del mar. Allí conviven en cierta armonía, con leyes y códigos propios e intransferibles, vendedores de oro, salas de máquinas tragaperras, bares suburbiales, traficantes de cualquier cosa y un hombrecito que tiene un negocio en el que cuida, lava, peina e intenta curar de sus males a todo tipo de perros, incluido los feroces. Estos buscavidas no se engañan entre ellos, protegen su comunidad, mantienen la ley del silencio ante los trapicheos, saben que la fidelidad es el único muro para salvar sus negocios. Esta placidez será destruida por la llegada de un matón, cocainómano furioso, con el que es imposible pactar o negociar, depredador sin el menor sentido de culpa. El calvario del amoroso cuidador de perros será largo, brutal y comprensible su venganza. Garrone crea atmósfera de primera clase al hablar de este submundo, los actores no parece que interpretan sino que pertenecen a ese universo, mantiene con pulso la atención del atemorizado espectador, le contagia el subidón de adrenalina, el miedo, las dudas y la violencia interna que invaden al hombrecito digno cuando se siente acorralado por la bestia.

Whitney, un documental atractivo sobre la difunta Whitney Houston, también habla de la cocaína. Fue la compañera inseparable de esta asombrosa cantante desde que tenía 16 años hasta que la devoró a los 48. Cuando se sentía definitivamente rota e inconsolablemente sola. En los testimonios que ofrecen familia, amigos, amores, desamores y gente que trabajó con ella, se narran historias incómodas y duras, que una parienta la violó sin prisas y sin pausas en la niñez, que su padre la explotó económicamente hasta la náusea, que en su anhelo por casarse y tener hijos abandonó a su vampírica novia, que las drogas no fueron impedimento durante muchos años para vender millones de discos y que su prodigiosa voz fuera venerada universalmente, que la espectacular triunfadora jamás se liberó de los demonios que la corroían. Este documental me recuerda poderosamente al que se rodó sobre Amy Winehouse. El estilo para abordar esas existencias artísticamente gloriosas pero humanamente trágicas es similar. Y funciona, en ningún momento es impostado ni sensacionalista.

La coreana Burning, dirigida por el inquietante Lee Chang-dong, posee virtudes como narrar con misterio, morbo y clima la retorcida historia de un presunto triángulo amoroso entre una chica soñadora, un aspirante a escritor con problemas ante la supervivencia cotidiana y un sofisticado ganador, pero también alberga un defecto notable y es que necesita dos horas y media para contarlo. Qué manía la de cierto cine asiático en no utilizar la elipsis, en no aligerar en el montaje lo repetitivo.


Matteo Garrone recoge en «Dogman» la cara B de «Gomorra»

El coreano Lee Chang Dong con «Burning» y un documental bien polémico sobre Whitney Houston completan un programa interminable

Oti Rodríguez Marchante – ABC (18 de mayo de 2018)

La competición por la Palma de Oro es un surtidor incesable hasta el punto de que quedan horas para que el jurado dé los premios y, con la nueva moda de poner el carro delante de los burros (o sea, la gala antes que la crítica), habrá alguna película que se quede sin la bendición del papel escrito, concretamente la última en salir, «El peral salvaje», o algo así, del turco Nuri Bilge Ceylan, ganador aquí de todos los premios posibles, desde la Palma al Especial del Jurado y el de Mejor Director. Estará contento, el hombre, con esta nueva moda festivalera. O gana un premio gordo o ese tan célebre del Tupido Velo para su película. Las dos últimas en verse han sido la italiana «Dogman», de Matteo Garrone (el de «Gomorra»), y la coreana «Burning», de Lee Chang Dong, y ambas tienen dentro material de Palmarés.

«Dogman» es una sórdida historia sobre la debilidad del fuerte y las posibilidades del débil, que la localiza Garrone en un andurrial a las afueras de Roma y entre personajes extremos; los dos principales son un tipo enclenque que tiene una peluquería de perros y en la trastienda un pequeño negociete de tráfico de cocaína para la gente del barrio, un buen tipo que sobrevive milagrosamente en ese entorno tremendo en el que reina la brutalidad del otro personaje, pura carne de cañón pero bestia como él solo. La película arranca con unas imágenes tremendas en las que el escuchimizado Pietro trata de limpiar y peinar a uno de esos perrazos que matan todo lo que tienen cerca, lo cual viene a ser ya una declaración de principios de lo que vamos a ver…

El cine de Garrone, en especial el que mira tan de frente la animalidad del hombre, tiene la virtud de estar lleno de tipos, personajes y psicologías preñadas de «cosa nostra», de esa violencia insana que se lleva en la jeta. La fuerza bruta es el motor que pone en marcha el argumento y que provoca constantes elecciones entre el «sí» y el «no» en ese personaje, peso pluma, en medio del ventarrón, y le ofrece al espectador numerosas ocasiones para reflexionar y situarse entre ambas respuestas. La precaución, el miedo, un concepto difuso de la amistad, una necesidad de «ponerse en valor» a sí mismo, algo parecido a la dignidad…, el modo en que resuelve la película esa lucha aparentemente desequilibrada entre la fuerza y la fragilidad es lo que encierra este relato de supervivencia.

Una adaptación de una novela de Murakami

La coreana «Burning» es una inteligente y perversa adaptación de una novela de Murakami, que Lee Chang Dong convierte con elegancia, mucha intriga y aún más paciencia en un poético discurso sobre el amor, las frustraciones, las diferencias sociales y la banalidad del mal. Lo grande de la película de Lee Chang Dong es que te pasea entre géneros y atmosferas solapados, y aunque es quizá muy larga, para no pesar como una losa mantiene la tensión, la intriga y el desconcierto hasta el final: un joven soso y solitario que quiere ser Faulkner, una chica alegre y enamoradiza, otro joven rico y snob que quiere ser el Gran Gatsby… Tensiones románticas y estéticas cruzadas que se humedecen con una lánguida y escurridiza trama criminal. El resultado es glorioso y sinfónico, y no sería rara que encontrara su sintonía con el jurado.

Fuera de la competición se presentaba el emotivo y polémico documental que Kevin Macdonald ha hecho sobre Whitney Houston, la estrella de la música que murió en 2012. Es una impresionante colección de imágenes y testimonios sobre la cantante, y ofrece un repaso de ella y su familia, su música, sus complicadísimas y furiosas relaciones con el sexo y las drogas… Hay tanto material inflamable en la película y tanto leño echado a su hoguera que solo la enormidad de su voz la salva de esa pira en la que vivió rodeada de los suyos. Hay que entrar con recogedor y escoba a este magnífico trabajo documental.