Festival de cine de Cannes, día 8: Otro panfleto de Spike Lee, otro pasote de Von Trier

Como siempre continuamos nuestro seguimiento informativo del Festival de Cine de Cannes ofreciéndoles las crónicas de Carlos Boyero en EL PAIS y de Oti Rodríguez Marchante en ABC. A estas crónicas se puede sumar otras informaciones adicionales si se considera oportuno.

Marta Blanco
Redacción ESTRELLAS EN LA NOCHE


Otro panfleto de Spike Lee, otro pasote de Von Trier

Me asaltan a ratos molestas sensaciones durante ‘BlacKkKlansman’. Mantengo mi alergia al director danés después de ver su último experimento

Carlos Boyero – EL PAIS (13 de mayo de 2018)

Cannes – Hay directores para los que hacer cine (actividad que pocos confiesan que ha representado una forma privilegiada de ganarse la vida narrando historias con una cámara, pero sí muchos que están convencidos de que crean gran arte) supone una forma inquebrantable de militancia política y social, algo que sirve para denunciar las injusticias desde una plataforma comunicativa que llega al público de cualquier parte. Spike Lee siempre ha sido un presunto agitador de conciencias, un fustigador ancestral del racismo transparente y subterráneo que padece la minoría negra en Estados Unidos. Su militancia a veces la ha resuelto con veracidad, penetración y talento y en otras el panfleto se expresa de forma insufrible, abusando de tópicos, impidiendo con su maniqueísmo chillón que el espectador pueda juzgar por sí mismo, sin introducir matices, despreciando el claroscuro. Me asaltan a ratos esas molestas sensaciones durante el metraje de BlacKkKlansman y el desenlace, en el que utiliza imágenes documentales del aquí y ahora por si no queda claro lo que nos ha contado, me resulta facilón, demasiado obvio, elemental.

Al parecer, su historia está basada en hechos reales. Narra la infiltración de un policía negro en los Black Panthers durante los años setenta y posteriormente la estratagema y la suplantación que se les ocurre a él y a un compañero judío para llegar al centro del Ku Klux Klan. Hay situaciones que están descritas con ingenio, diálogos graciosos, sarcasmo efectivo. Pero igualmente personajes que son de una pieza, una maldad y estupidez en los villanos que rozan lo grotesco. Spike Lee no deja pensar al receptor sino que le impone su inflexible punto de vista, pretende manipularle todo el rato. Y no me importa que manipule mis emociones un creador genial, pero cuando pretende hacerlo un profesional de la soflama me pongo nervioso. Y al final, rescatando imágenes documentales de la actualidad nos recuerda que el Klan ha regresado eufórico y sangriento, gracias a que la presidencia de Estados Unidos la ocupa una bestia que piensa como ellos. Y estás de acuerdo con Spike Lee ante el peligro que encarna Donald Trump y en que el racismo goza de buena salud, pero resulta molesto que su mensaje sea tan lineal, que se limite a gritar agitando la bandera, sin un mínimo de complejidad.

Lars Von Trier fue uno de los directores favoritos del Festival de Cannes, desde el principio le rieron todas sus presuntas gracias, hasta que se pasó de la raya con un comentario de simpatía hacia Hitler. Entonces le exiliaron, declarándole persona non grata. Cannes ha vuelto a recibir al hijo pródigo, se deben de necesitar mutuamente. Y el gran iconoclasta, el empeñado en romper todos los códigos ha retornado con The House that Jack Built.

Protagoniza su argumento un asesino en serie. También sabemos que tratándose de este director su matarife se saltará todas las normas y estereotipos que marca el género, que llevará el sello de excentricidad, provocación, experimentalismo y violencia que distingue a su cine. En mi caso, su evidente talento y su agresiva originalidad sólo me han deslumbrado en Rompiendo las olas y Bailar en la oscuridad. El resto me aburre bastante y en ocasiones me pone enfermo. Mantengo esa alergia después de ver su último experimento. El killer mantiene eterna conversación con alguien que solo veremos al final, que le conducirá a los siete círculos del infierno. El discurso del psicópata es insoportable. Su sádica actividad no sólo obedece a una mente enferma, sino que trata de hermanar sus asesinatos con la creación de arte, la arquitectura de las antiguas catedrales, el mágico piano de Glenn Gould y otras intelectuales teorías. Mientras tanto, va cargándose a mujeres preferiblemente simples, arrancándole los pechos a una, agujereando a balazos a los críos de otra. Todo me parece enfermizo, gratuito y cargante. Eso sí, aunque ocultase su firma reconoceríamos al autor. Su mundo siempre es reconocible. ¿Imprime eso algún valor sólido?


El brutal Lars Von Trier, el iracundo Spike Lee y el jovenzuelo Han Solo

El duelo de provocación en «BlacKkKlansman» y «La casa de Jack Built» se zanja con la primera aventura del héroe de «La guerra de las Galaxias»

Oti Rodríguez Marchante – ABC (16 de mayo de 2018)

Un día de Festival en el que había que arremangarse para asistir a ese duelo de provocadores, Spike Lee y Lars Von Trier, que trajeron sus últimas películas, uno a la competición, el americano, y el otro a la reconciliación, el danés que padecía desde hace años el veto del Festival por su lenguaraz atrevimiento al confesar algo así como su simpatía por Hitler… Y además, se cierra la jornada con la proyección, ya a última hora, de «Han Solo: una historia de Star Wars», en la que Ron Howard se lleva hasta más allá de sus comienzos la Guerra de las Galaxias, y la centra en el personaje de Han Solo antes de meterse en la harina por todos conocida.

El duelo en Spike Lee y Lars Von Trier no fue tal, y cada uno de ellos demostró su interés en pelear en otro ring. Lars Von Trier trajo «La casa de Jack Built», una película brillante y sádica que tiene como personaje central a un asesino en serie, interpretado por un Matt Dillon que rebusca entre sus esquinas para sacar lo peor de sí mismo, o sea, que hace un buen trabajo. La película la estructura el director en tono de confesión, pues el tipo le cuenta en «off» a un personaje diabólico sus obsesiones y le relata varios de sus muchos asesinatos, mayormente a mujeres a las que desprecia. Es lo que se ve en la película, lo que cuenta el tarado, y que comienza con Uma Thurman en un papel de escasa duración y gran pegada (la que se lleva).

No es una película de intriga, tampoco de terror, aunque tiene media docena de momentos aliñados con esa brutalidad que Lars Von Trier sabe cómo exprimirle al cine, y que lo acompaña con un siniestro sentido del humor como diciéndole al espectador: diviértete con mis bromas y mis carnicerías. Como la película es, en el fondo, de una banalidad apabullante y cercana a la simpleza, la adorna con una exasperante retórica tóxica (los soliloquios en los que se queda aparcado el asesino son como para llamar a la grúa) y con una virtuosa puesta en escena (la de la caza de una mujer y sus dos pequeños hijos alcanza un grado de vileza casi puro) que le permite, al que quiera, sentirse provocado, maltratado, confuso y hasta admirado. Es larguísima, inacabable, y se atasca en una media hora final de traca, visualmente deslumbrante y demoníaca y narrativamente disparatada. «La casa de Jack Built» no aporta gran cosa, a no ser que uno tenga planes para sacarse un palco en el infierno.

La de Spike Lee, «BlacKkKlansman», sí tenía intenciones realmente claras y provocadoras, pues aborda una historia, real, cuya línea argumental es ya un delirio: en los años setenta un policía negro de Colorado consigue infiltrarse en una violenta célula del Ku Klux Klan, lo cual le permite a ese director pasional mezclar elementos que maneja con autoridad, el sentido del humor negro, con perdón, el ritmo potente, la injusticia racial y el choque de supremacías bien captadas siempre por su cámara con la grosería y zafiedad blancas y la belleza y gracia negras. No es fácil sentirse «blanco» en las películas de Spike Lee, y en ésta, entre el carisma de John David Washington (el hijo de Denzel W.) y las bromas sobre la nariz judía de Adam Driver, ambos protagonistas del buen «lado oscuro» de la trama, resuelven lo mejor de esta película encolerizada, que termina con imágenes de archivo sobre los graves sucesos raciales del pasado año en Charlottesville. «BlacKkKlansman» es liturgia pura de Spike Lee, y se divierte mezclando momentos K de «El nacimiento de una nación», de Griffith, o de «Lo que el viento se llevó», con una continua alusión a Donald Trump y su «América lo primero». Y, en fin, en la lista de «cosas» que premiar en esta edición de Cannes, como las injusticias por sexo, raza o situación social, el título de Spike Lee busca un encaje, aunque raro será que lo encuentre.

La japonesa «Asako», de Ryusuke Hamaguchi, también tuvo su lugar, aunque discreto, en la competición. Es una historia empapada de romanticismo terminal y de pasiones amorosas, con una joven enloquecida por dos hombres físicamente iguales. Hecha e interpretada con gusto, pero con poca dinamita actual para enfrentarse al remolino de provocación con el que llega aquí el cine.