Festival de Cine de San Sebastián, día 1: Talento y gracia en una ópera prima

Ha comenzado el Festival de Cine de San Sebastián y nosotros comenzamos nuestra cobertura informativa con las crónicas de Carlos Boyero en EL PAIS y de Oti Rodríguez Marchante en ABC. Los comentaristas de mayor prestigio y de una larga y dilatada carrera en el seguimiento de festivales de cine. Al margen de las crónicas de estos dos profesionales realizaremos una cobertura especial que incluirá las Galas de Inauguración y Clausura, la entrega de los Premios Donostia, las ruedas de prensa de las películas más destacadas, entrevistas, photocalls y todo lo que pueda contribuir a que dispongan de la más completa información del Festival de Cine más importante de España.

Javier Mas
RR. PP. ESTRELLAS EN LA NOCHE


Talento y gracia en una ópera prima

La apertura, con la argentina ‘El amor menos pensado’, ha resultado grata

Carlos Boyero – EL PAIS (22 de septiembre de 2018)

Veo en la programación del muy pragmático y heterodoxo festival de San Sebastián que el cine, esa cosita tan desfasada cuyo hogar natural siempre fue una sala oscura que creaba magia y esta era compartida entre desconocidos, y que ahora es algo que se practica asiduamente en un teléfono móvil, rodeado de luz y en los lugares más prosaicos, está obligado a compartir el estrellato, o a cederle el protagonismo a las series de televisión.

También a incluir en su programación películas producidas por las plataformas audiovisuales que no se verán en las salas comerciales o cuyo breve paso por ellas será simbólico. Constatar el acelerado cambio de los tiempos invita a la melancolía o a la depresión en la cinefilia anciana. Lo que no excluye por mi parte que entre el material que exhibe el festival, mis apetencias anhelen encontrarse con las series de televisión que ha dirigido Enrique Urbizu o con la última película del mexicano Alfonso Cuarón, financiada por Netflix. Mucha gente con talento está trabajando para los brillantes invasores. No sé cuanto tiempo le queda a eso tan salvador y placentero de ir al cine. Y ya sé que siempre nos quedará París. Pero el recuerdo del antiguo esplendor en la hierba igual solo provoca dolor.

La apertura de la sección oficial con la película argentina El amor menos pensado ha sido grato. También ha conseguido que el público se riera, y ya sabemos que en los festivales de cine se ríe poco, que la comedia está subvalorada. En el arranque de esta fábula sobre los alborotos, desarreglos, huidas y reencuentros del corazón, el protagonista lee uno los inicios más hermosos de la literatura, el de esa novela genial titulada Moby Dick. Asegura este hombre que las reflexiones de Ismael sobre la inaplazable y repetida necesidad de embarcarse para curar los males del alma explica a la perfección la historia que le ha ocurrido. Después de habérmela contado creo que se equivoca en su percepción. Sería más acertado identificar su crisis sentimental y la de su esposa con el título de un relato del desolador Raymond Carver. O sea: ¿De qué hablamos cuando hablamos de amor?

La marcha de casa de su único hijo puede ser el pretexto para que una pareja larga y aparentemente feliz empiece a plantearse dudas sobre su plácida situación. Ambos llegan a la conclusión de que el amor y el deseo se fugaron, aunque se quieran y se necesiten. Y seguirán buscando en vano con sucesivas parejas el antiguo éxtasis. O simplemente, intentando que el lado más sombrío de la soledad no se cebe con ellos. Está descrito por el director, Juan Vera, con brillantez oral, situaciones complejas (alguna tan jocosa como la cita en un bar utilizando esas webs al parecer irresistibles, infalibles y muy prácticas para enrollarse con desconocidos) y múltiples y reconocibles sensaciones sentimentales. En algún momento temo que el torrente de elocuencia porteña acabe asfixiándome, pero no ocurre. Hay inteligencia, conocimiento del ser humano, ironía y gracia en ella. Y dispone de dos intérpretes modélicos. Con Ricardo Darín me ocurre lo que con Messi, se me acaban los adjetivos laudatorios ante su arte. Y Mercedes Morán, a la que desconocía, es una actriz notable. Entre los secundarios hay de todo, pero disfruto enormemente con la dama rubia que interpreta a la ortodoncista sofisticada, voraz, cínica y tronada. Salgo del cine con una sonrisa. Y se agradece. Sospecho que a la mayoría de los espectadores les va a ocurrir lo mismo.


«El amor menos pensado» pone comedia, inteligencia y elegancia a la inauguración

Ricardo Darín y Mercedes Morán iluminan esta fábula sobre «la primavera» de un matrimonio agostado

Oti Rodríguez Marchante – ABC (22 de septiembre de 2018)

Ricardo Darín y Mercedes Morán
Ricardo Darín y Mercedes Morán

La puerta de entrada a esta edición del Festival, la semidiabólica 66, es una puerta giratoria, como el corazón de Marilyn Monroe, y por ella se entró a una doble inauguración con «El amor menos pensado», película inaugural de la filmografía del argentino Juan Vera y, lo que no es menos importante, de este Festival de San Sebastián. Una comedia romántica, o de lo que queda de romanticismo tras veinticinco años de convivencia de pareja, protagonizada por un dúo que podría considerarse orquesta filarmónica, Ricardo Darín y Mercedes Morán. La historia se desliza sobre los patines de un tópico: el del nido vacío, cuando los hijos vuelan y la pareja «restante» se empieza a preguntar si aún queda algo que sujete ese nido a la rama, pasión, amor, cariño, deseo, compenetración, comodidad…, algo, pero ¿qué?… Ricardo Darín y Mercedes Morán resuelven su dilema en una secuencia rápida, improvisada entre cualquiera de sus rutinas, brillante en su espontaneidad e ignorante en su trascendencia…

Huelga decir que lo textual de la película es finísimo, magnífico, y que los actores colocan siempre en la diana el dardo de sus diálogos, los de pareja y los de individuos, pues el director le proporciona esas dos ventanas a su historia: verlos juntos es emocionante, reflexivo y divertido, pero verlos por separado, cada uno de ellos en su peripecia hacia los «placeres» de la libertad fuera de la rutina matrimonial, es un jocosísimo tutorial de cómo arrancarle peras a un olmo. Los caminos del «separado» no son inescrutables, sino bien sabidos, y tan peligrosos con red (social) como sin red, y el transitar del guion por ellos es lo que produce angustia a los personajes y mucha diversión a los espectadores.

Aunque el solomillo de la historia son ellos, Darín y Morán, que saben acompasarse al pálpito de sus personajes con la naturalidad, el confort y el recreo de quien se calza al final de una jornada sus zapatillas de casa, una buena comedia como ésta precisa de un buen armado de personajes y enredos, que aquí se soluciona con amigos, amantes y situaciones pintorescas. Todos y todas (referido el «todas» a las situaciones pintorescas, no a boludeces de lenguaje de última hora) están perfectamente aliñados con gran sentido del humor, con su malicia e ironía, con notable inteligencia, no menos emoción y elegancia, y con muchas ganas de tocar teclas que no siempre suenan bien, pero hacen melodía.

Oficialmente, la primera jornada se agota en lo cinematográfico con «El amor menos pensado», pero extraoficialmente se presentaba también el primer capítulo de una serie, «Vivir sin permiso», que amenaza seriamente con ocupar la cabeza, el corazón y el tiempo de los telespectadores durante la temporada casera de otoño-invierno. Está basada en un relato de Manuel Rivas, producida por Mediaset y Aitor Gabilondo, y es un combinado perfecto de melodrama y thriller sobre el poder, la ambición, los vínculos y «pórculos» familiares, ambientada geográfica y espiritualmente en el caparazón gallego y con un once titular de actores formidables, entre ellos, José Coronado, Álex González, Claudia Traisac, Pilar Castro, Carlos Hipólito o Luis Zahera.

El folio en blanco de la programación se irá escribiendo día a día, aunque ya se puede prever que hay varias películas españolas que centrarán la atención del panorama oficial: «Entre dos aguas», de Isaki Lacuesta; «Quién te cantará», de Carlos Vermut; «El reino», de Rodrigo Sorogoyen; «Yuli», de Icíar Bollain, y «Tiempo después», de José Luis Cuerda, que se proyecta en una sesión especial.

La Sección Perlas no es un folio en blanco, como la Oficial, pues presenta algunos de los títulos que han tenido éxito en otros Festivales, por lo tanto ya se puede avisar de que algunos de ellos son imperdibles, y me remito a lo visto: no hay que perderse «Petra», lo último de Jaime Rosales, y por supuesto es imprescindible ver la que para uno es la mejor película que ha tenido en frente este año, la polaca «Cold War», de Pawel Pawlikowski; y «Capharnaum», de Nadine Labaki, completamente demoledora; o lo último de Damien Chazelle, «First Men»; o «Roma», de Cuarón, León de Oro en el reciente Venecia… Hay otra docena de Perlas, o sea, que lo mejor será hacer un collar con esta sección.

El jurado oficial de este año lo preside el cineasta Alexander Payne, un director tan completo y maravilloso que uno ya está de acuerdo con lo que decida al final.