Festival de Cine de San Sebastián, día 6: Cine hermoso y puro, o sea, Cuarón

Dentro de la cobertura especial que realizaremos sobre la presente edición del Festival de Cine de San Sebastián les ofrecemos las crónicas de Carlos Boyero en EL PAIS y de Oti Rodríguez Marchante en ABC.

Laura Ramos
Redacción ESTRELLAS EN LA NOCHE


Cine hermoso y puro, o sea, Cuarón

En ‘Roma’ todo suena a verdad, su formidable lenguaje visual sirve para expresar con complejidad sensaciones y sentimientos

Carlos Boyero – EL PAIS (27 de septiembre de 2018)

Debe de ser fantástico asistir a los festivales sin tener obligaciones profesionales, viendo exclusivamente lo que te apetece de la programación, sin la responsabilidad de tragarte las tantas veces mediocres y tediosas secciones oficiales, poder buscar joyas en las secciones paralelas, ciclos, cine que no concursa. En el apartado Perlas, que agrupa películas que se han estrenado en otros festivales, te puedes encontrar con la mejor cosecha del año. En esta sección se han exhibido las hermosas y memorables Cold war (se estrena comercialmente la próxima semana y escribir de ella supondrá un placer) y Roma. La segunda no está claro que vaya a pasar por las salas, ya que está producida por Netflix y lo consecuentemente prioritario para ellos es su clientela, que los que disponen de esa plataforma audiovisual puedan degustarla en su casa, o en la tablet o en el móvil, en esos sitios y artilugios tan raros donde parece que está definitivamente condenado el cine.

Acabo de ver Roma en la gran pantalla, con un sonido muy cuidado, en la oscuridad, en el escenario ancestral y natural. Y salgo conmovido. La dirige el mexicano Alfonso Cuarón y está hablando de su memoria de infancia, de su familia, de una sirvienta que ejerció de ángel protector con él, con sus hermanos, su madre, su abuelo, alguien que ejercía modélicamente su duro trabajo, pero que también les comprendía y les amaba. Cuarón nos regala una estética admirable (en blanco y negro, sin música), un cámara prodigioso que no pretende exhibirse ni alardear, sino que es el instrumento para narrar la vida, transmitirnos con poderío y sutileza las luces y las sombras que se alternan en la existencia, la alegría y el dolor, la ternura y la crueldad, la generosidad y el egoísmo, la violencia y el abandono. Todo parece cotidiano y gozoso en esa familia de la burguesía, hasta que aparece la oscuridad. Cuarón describe un parto como yo no había visto antes el cine, te horroriza con una matanza de manifestantes que cometieron los paramilitares y el ejército en el año 1971 en una plaza de la Ciudad de México, te transmite lo que se debe de sentir ante un temblor de tierra y un incendio, te angustia hasta lo insoportable con las olas del mar queriendo tragarse a unos niños. Nada suena a forzado en la primorosa descripción que hace el director sobre ese mundo de ayer, todo suena a verdad, su formidable lenguaje visual sirve para expresar con complejidad sensaciones y sentimientos.

Me perturbó Magical girl, la anterior película de Carlos Vermut. Poseía originalidad y personalidad, un tono enfermizo y perverso, situaciones y personajes imprevisibles, eso tan difícil de conseguir llamado atmósfera. Por lo tanto, esperaba con notable curiosidad Quien te cantará. El arranque es misterioso. La protagoniza una cantante que estuvo de moda 10 años antes y que desapareció de la profesión. Sufre amnesia y una depresión feroz, de las que el único alivio llega con el suicidio. El suspense se acaba pronto para mí. Aquello no avanza, es fatigoso, abunda el psicologismo turbio, las vanas pretensiones de atractiva negrura, la vampirización nada creíble. No me importa lo más mínimo el pasado, presente y futuro de la aturdida dama ni su retorcida relación con su mayor fan ni el transvase de personalidades ni el suspense sobre su problemática y difunta madre. Tengo la sensación de que no entiendo nada y tampoco siento la menor fascinación por su sofisticado diseño visual. Solo me viene a la cabeza todo el rato el recuerdo de Persona, aquella película de Bergman que era verdaderamente inquietante. Quién te cantará dura dos horas, pero tengo la sensación de que llevo amodorrado una semana. Y la olvido rápido. La intensidad tortuosa siempre me ha puesto de los nervios.


La hora de Vermut en la plaza de Roma

«Quién te cantará» es la esencia de la línea editorial del cine de Carlos Vermut, incluso algo pulida para la ocasión

Oti Rodríguez Marchante – ABC (27 de septiembre de 2018)

Carlos Vermut
Carlos Vermut en el Festival de San Sebastián

Todos los caminos del festival llevaban a «Roma», la película del mexicano Alfonso Cuarón que ha ganado el León de Oro en la Mostra de Venecia y que vino aquí no a competir sino a dejarse ver, y maravillar. A competir llegaba la última de Carlos Vermut, que ganó la Concha de Oro con la anterior, «Magical Girl», y que con esta, «Quién te cantará», un pletórico melodrama, no trae peores intenciones. Y a competir no vino la japonesa Naomi Kawase, pero sí su película, «Visión», que rezuma toda la sencillez poética y espiritual de su cine.

«Quién te cantará» es la esencia de la línea editorial del cine de Carlos Vermut, incluso algo pulida para la ocasión: una historia inquietante que se va desvendando como una herida, que produce multitud y diferentes estados de ansiedad mientras se abre, entre dolores, desmemoria e identidades despojadas. Se centra en una diva de la canción, Lila Cassen, y en su impotencia para asumir los rasgos de su personalidad, cantar, actuar y ser Lila Cassen. El argumento circula por las peculiares vías del estilo del director, tan diseñado por fuera como turbador y ensortijado por dentro, y sí, hay en el relato un cierto regusto almodovariano, pero Vermut lo estrangula con sus propias manos y con algo así como una píldora de antialmodovarina en algunos personajes y situaciones: las de Eva Llorach, magnífica, y su hija, Natalia de Molina, son escalofriantes. La relación de los tres personajes principales, la diva, su persona de confianza y la antidiva, es de enorme complejidad psicológica, que se acentúa y magnifica con la música y la letra, y por ese «empujarse» (en bien) entre las tres actrices por situarse en el centro del plano, Najwa Nimri, Carme Elias y Eva Llorach.

Lo de Naomi Kawase, «Visión», es tan de ella, tan de su cine, que apenas se nota lo francesa que es Juliette Binoche, una mujer que viaja a ese universo Kawase, donde los árboles susurran, la naturaleza respira y las almas crujen, en busca de una simbólica y mágica planta medicinal que absorbe el dolor de los hombres. La película transcurre con esa lentitud de cutícula y ensimismándose en el sol, las nubes, los árboles, la hierba que se mece… La historia está camuflada en el interior de los personajes, y ahí sigue a fecha de hoy…, pero ver el cine de Kawase, tan zen y contemplativo, produce tanta paz interior como un lingotazo de té verde.

Y llegamos a la «Roma» de Cuarón, que está en México y en su memoria de infancia, pues es de ahí donde se saca esta historia familiar repleta de un maravilloso blanco y negro, y de un retrato social en el que convergen la rotura de aguas emocionales de la sirvienta y de la señora de la casa, madre de cuatro hijos y esposa de un hombre que se sale de la película para meterse en otra que no es la que cuenta Cuarón. La imagen de «Roma» tiene los componentes exactos del recuerdo: es como la vería un niño en el paisaje cotidiano de su infancia, tareas de hogar, amor de los suyos, especialmente de la sirvienta, discusiones que apenas oye, el mundo que pasa con rasuradora mientras él (ellos) juega… Hay mucho cine en «Roma», del sencillo, mínimo e íntimo, y del otro, el gigantesco, el que muestra terremotos y revueltas, sociales y personales. Y penetra en la carne, no con agresividad, pinchazo o corte, sino como si extendiese la historia como una crema hidratante. Y así se sale de ella, hidratado.