Festival de Cine de Venecia, día 6: En la mente de Vincent Van Gogh

Como siempre continuamos nuestro seguimiento informativo del Festival de Cine de Venecia ofreciéndoles las crónicas de Tommaso Koch en EL PAIS y de Ángel Gómez Fuentes en ABC, a las que se puede sumar otras informaciones si se considera oportuno.

Laura Ramos
Redacción ESTRELLAS EN LA NOCHE


En la mente de Vincent Van Gogh

Julian Schnabel filma en ‘At Eternity’s Gate’ un viaje a los tormentos del pintor. László Nemes recupera el estilo de ‘El hijo de Saúl’ para su segundo filme, ‘Sunset’

Tommaso Koch – EL PAIS (4 de septiembre de 2018)

Venecia  – La primera frase de At Eternity’s Gate ya lo deja todo claro. Habla un genio absoluto, uno de los mayores creadores de la historia. Sin embargo, dice: “Quería ser como ellos”. Es decir, como todos los demás. Porque Vincent Van Gogh manejaba con maestría el arte de la pincelada; pero solo suspendía en el de vivir, por más que lo intentara. Así, al menos, lo ve el cineasta y pintor Julian Schnabel, que ha filmado un viaje muy personal a la atormentada mente del holandés, proyectado hoy en la competición oficial de Venecia. A la vez, La Mostra ha presentado otro periplo tumultuoso: László Nemes, autor de El hijo de Saúl, una ópera prima sensacional sobre el horror nazi, afronta esta vez la víspera de la Primera Guerra Mundial. En Sunset, pasea por la Budapest de 1913, hervidero de culturas, ideologías y violencia: una bomba a punto de explotar. Ambas películas –que se verán en España- comparten también un resultado irregular: luces brillantes, sombras igual de notables. Contradicciones, como en la mente de Van Gogh.

Para retratar al pintor, Schnabel recurrió a un amigo y artista de la actuación. Un tipo capaz de ser Jesucristo, Pasolini, un conserje o la némesis de Spiderman. Poco importa que Willem Dafoe interprete con 63 años a un hombre en la treintena: la veteranía le ha dado aún más talento, y en la pantalla parece estar el mismísimo Van Gogh. Él, y su universo interior: la fragilidad y el entusiasmo de un niño; los brotes salvajes e incomprensibles; la creatividad arrolladora, que nadie entendía ni mucho menos compraba. “Pinto para dejar de pensar”, afirma el artista en la película. At Eternity’s Gate muestra a una criatura indefensa, que ve acercarse el abismo y no entiende cómo evitarlo.

“Cualquiera cree saberlo todo de Van Gogh, así que parecía absurdo hacer otra película sobre él”, reconoció ante la prensa Schnabel, que lucía una camisa sin mangas, con manchas de pintura y un descosido en el hombro izquierdo. Pero, tras observar sus cuadros en el museo d’Orsay, quiso recrear las sensaciones que dejan. Y ofrecer su propia visión de su vida: la película baila entre realidad y ficción y sugiere, por ejemplo, que Van Gogh no se suicidó sino que fue asesinado. “En el filme, tenía que pintar. A medida que Julian me enseñó a hacerlo, he ido expresando mi punto de vista. Ha sido la clave para entender más lo que hacía”, agregó Dafoe.

“Nos avergüenza tanto lo sucedido con Van Gogh que el resto de la historia del arte es una compensación por su abandono”, se decía al principio de Basquiat, el anterior perfil de un artista destructivo e incomprendido que Schnabel había filmado. De aquella obra, el cineasta también ha arrastrado los defectos: se centra tanto en el creador que casi ni pinta el mundo a su alrededor. Los eventos más célebres de la vida de Van Gogh ocurren fuera de la pantalla; apenas queda película, más allá de su protagonista.

El método suicida de Nemes en ‘Tramonto’

Para László Nemes, en cambio, encerrarse en su personaje principal fue una genialidad. En El hijo de Saúl, contagiaba los escalofríos de un campo de concentración sin enseñarlo: la cámara solo enfocaba mirada y emociones de su protagonista. Dejó una impronta tal que, en un festival lleno de grandes nombres, la proyección de Tramonto acogió ayer algo casi inédito: aplausos previos, en cuanto apareció el nombre de Nemes.

En su segundo filme, el húngaro repite el estilo, aunque algo menos integrista. El problema es que cambia el contexto, y como el Holocausto no hay nada. Cámara y espectador siguen a la joven modista Irisz mientras busca raíces y causas que den sentido a una vida donde lo ha perdido todo. En torno a ella, se cruzan tensiones, ideas, misterios y balas. El caos sube, impresiona, atrapa. Pero no contagia las conciencias, ni las sacude. Como Van Gogh, Irisz también va hacia el precipicio, y toda Europa con ella. Antes del estallido, sin embargo, Nemes ha dispuesto una mecha larga y enredada.

“Quería intentar entender cómo sociedades sofisticadas cayeron en la autodestrucción, pasando de progreso y confianza sin límites en la tecnología al asesinato industrial”, explicó el cineasta. Desveló que este proyecto nació antes que El hijo de Saúl y sostuvo que ese pasado no dista tanto del presente: “Entonces existía cierta expectación de que algo pasaría. Ahora también estamos ante una encrucijada. Amamos cada vez más la tecnología, nuestros cerebros confían en las máquinas y el futuro se vuelve virtual, se vacía de experiencias subjetivas”.

“Me interesan muchos las preguntas. Le pido al público que confíe en su personalidad, quiero invitarle conmigo a participar en viajes distintos”, agregó Nemes. Los actores relataron el desafío que suponen sus rodajes, entre coreografías al milímetro y secuencias de extrema dificultad. El director fue más directo: “Es un método suicida. No lo recomiendo a nadie”. Salvo al espectador.


Julian Schnabel y Willem Dafoe retratan a Van Gogh en la Mostra

El actor interpreta con soltura al genial pintor en un filme dirigido por el estadounidense

Ángel Gómez Fuentes – ABC (4 de septiembre de 2018)

Louise Kugelberg y Julian Schnabel
La guionista Louise Kugelberg y el cineasta Julian Schnabel, que acudió al estreno con un look de pijama

En la trayectoria de Willem Dafoe no figuran premios de prestigio, pese a su contrastada valía. Una anomalía que, probablemente, se solucionará tras esta Mostra. El actor estadounidense recibió ayer elogiosas críticas por su interpretación de Vicent van Gogh en el filme que Julian Schnabel presentó a competición en Venecia, que le sitúa entre los favoritos para llevarse la Copa Volpi de esta edición. Una interpretación que hasta hace olvidar que Dafoe tiene 63 años y «At Eternity’s Gate» recrea las últimas semanas de vida del genial pintor, que murió cuando tenía 37.

 

«Todo el mundo cree que lo sabe todo sobre Van Gogh y que es innecesario hacer otra película sobre él», resaltó en rueda de prensa Schnabel, que sorprendió por su look en Venecia: camisa rota y manchada de pintura e informales bermudas por la mañana, y pijama por la noche. El cineasta contó cómo tras una visita al Museo de Orsay (París), Jean-Claude Carrière y él tuvieron la idea de hacer una película que hiciera sentir al espectador como cuando sales de ver una exposición. En su opinión, al salir «tienes una acumulación de imágenes en la cabeza y es la idea que queríamos crear en la película». Esa idea fue el punto de partida para la historia que Schnabel, que como pintor conocía muy bien la vida de Van Gogh, quería contar, pero aseguró que le resultaba «imposible» explicar la película, que ha tratado solo de transmitir sensaciones.

«A Eternity’s Gate» sigue a Van Gogh cuando se traslada de París a Arlés en busca de la luz, se instala en la famosa habitación amarilla y acaba cortándose la oreja para regalársela a su amigo Paul Gauguin (Oscar Isaac en el filme). En ese periodo, el pintor empieza a ser consciente de que tiene problemas mentales, algo que en la película está tratado con imágenes en blanco y negro y con escenas medio desenfocadas.

La historia está sacada fundamentalmente de las cartas que Van Gogh escribió a su hermano Theo, pero también a otros artistas, como Gauguin. Textos que reflejan que Van Gogh «estaba absolutamente lúcido» en esa última etapa de su vida. Unas cartas que Dafoe también leyó para preparar su personaje. «Van Gogh fue absolutamente inspirador y lúcido sobre lo que hablaba», lo que le ayudó mucho en su trabajo. Lo más difícil fue cuando tenía que mostrar las dificultades de compartir con los demás las visiones que tenía, pero sobre todo pintar. «Conozco a Julian desde hace casi 30 años, he trabajado con él, he estado con él cuando trabaja en el estudio, y me gusta cómo hace las cosas. Y sabía que iba a tener que pintar en la película», explicó Dafoe.

Vida interior

Schnabel le enseñó nociones de pintura y cómo mover la mano, los gestos necesarios que fueron la clave para entender además la profunda relación que Van Gogh tenía con la naturaleza. «Nunca pensé en nadie más para interpretar a Van Gogh, siempre pensé en él para hacerlo, tiene la vida interior y la profundidad necesaria y es un actor muy físico», dijo el director, que afirmó que tener a Dafoe para hacer el papel fue «lo mejor» que le podía pasar.

Sobre la historia, el cineasta reconoció haberse tomado algunas licencias, como el hecho de que Van Gogh se fijara en Goya cuando no vio realmente ningún cuadro del pintor español. Y sobre la tesis del asesinato, que la película defiende frente al suicidio, que siempre se ha asumido como la causa de su muerte, Carrière –coguionista– afirmó que «no hay testimonio alguno de que Van Gogh se suicidara». De hecho, Carrière resaltó que, en sus últimas semanas, Van Gogh pintaba un cuadro casi por día y no pasaba por ninguna depresión, lo que avala más que fuera asesinado.