Paul McGuigan, director de «El caso Slevin», adapta las memorias de Peter Turner y recrea su idilio con Gloria Grahame en «Las estrellas de cine no mueren en Liverpool»
Alex Jiménez – ABC (20 de mayo de 2018)
1978 estaba siendo un año brillante para el joven actor británico Peter Turner (Liverpool, 1952), un intérprete casi desconocido pero que empezaba a ver, por fin, cómo la gente comenzaba a reconocerle por la calle. Después de varios años compaginando pequeños papeles en teatro y televisión, le había llegado la oportunidad de ponerse al frente de «Sparhead», una serie sobre militares de la ITV que triunfaba en Reino Unido.
Además, los dos equipos de fútbol de su ciudad, el Liverpool FC y el Everton FC, se estaban disputando el segundo puesto de la Premier League. El fútbol y la interpretación, los dos pilares de su vida, le exhibían aquel año su mayor sonrisa y Turner al fin disfrutaba de la vida con la soñaba. Pero todavía le quedaba la guinda.
Un día cualquiera, el actor percibió el ruido de unos nudillos llamando a la puerta de la céntrica pensión en la que vivía en Liverpool y a la que se había independizado hacía poco. Al abrir, se topó con un rostro de lo más reconocido en Hollywood: el de la icónica actriz Gloria Grahame (Los Ángeles, 1923), ganadora del Oscar a Mejor Actriz en 1953 por «Cautivos del mal» y nominada también a la estatuilla cinco años antes, en 1948 por «Encrucijada de odios».
Afincada en Inglaterra por cuestiones laborales, Grahame, 29 años mayor que Turner, se encontraba pernoctando en el mismo lugar que él. A pesar de a que compartían pasión por las artes escénicas y de la lúcida trayectoria de Grahame, el joven actor no la reconoció, pero quedó prendado de ella al instante. «Su voz era distintiva. Su rostro, familiar. No vestía ropa cara, solo una camiseta y unos pantalones vaqueros. Me cautivó y deslumbró», escribió años más tarde en sus memorias, «Film Stars Don’t Die in Liverpool: A True Love Story». En 1986, cuando se publicó la obra, las cosas entre ambos habían cambiado mucho.
Grahame y Turner no se conocían de nada hasta aquel singular día de 1978, cuando la actriz le pidió al joven algo menos de cinco libras, que le devolvió en un cheque una semana después. Turner nunca lo cobró y todavía lo conserva. «Gloria era una mujer diferente, fuerte, especial y original. Única», recuerda ahora el actor, en cuyas memorias se inspira el largometraje «Las estrellas de cine no mueren en Liverpool», dirigida por Paul McGuigan («El caso Slevin») y que relata la historia de amor que, desde aquel momento, vivieron ambos artistas.
Sexo, drogas, infidelidades… el caos de Gloria Grahame
La intérprete había sido una gran diva del cine a escala mundial. Contemporánea de Marilyn Monroe y Ava Gardner, fue otra de las grandes «femmes fatale» del Hollywood de mediados de siglo y su vida personal estuvo marcada por excesos de todo tipo. Drogas, alcohol, sexo, infidelidades… Grahame, que se casó cuatro veces y tuvo otros tantos hijos, vivió una vida plena hasta que, en 1962, salió a la luz que mantenía un romance con Anthony Ray, el hijo de su segundo marido, el reconocido cineasta Nicholas Ray (director de «Rebelde sin causa» o «En un lugar solitario») y que les habría pillado juntos en la cama cuando su hijo tenía 13 años. Se divorciaron en 1952 y Grahame se casó con Anthony en 1960, aunque la relación con él, su cuarto y último marido, no fue descubierta hasta dos años más tarde.
En 1974, cuando los médicos le diagnosticaron un cáncer de mama, la actriz se divorció por última vez. Tras ello, venció al tumor y se marchó a trabajar a Europa, donde conoció a Turner y donde, a finales de la década, su cáncer volvería a aparecer. Hundida y queriendo evitarle el sufrimiento a Turner, Grahame le abandonó de repente, sin darle explicaciones. Hasta que un día le llamó y le confesó que estaba enferma. «Nunca pensé que nuestra historia tuviera interés para hacer una película. Pero tenía claro que, si se hacía, sería un largometraje para “Glo”», explica el actor, que al poco de conocer a Grahame dio «un paso atrás» en el mundo de la interpretación. De hecho, ha estado 24 años sin actuar, aunque tiene un pequeño papel en la película sobre su vida. «Es como un renacimiento», asegura.
Con la carismática Annette Bening en el papel de Grahame y un «maravilloso» Jamie Bell interpretándole a él, Turner se emociona al recordar su historia con Grahame. «Tuvimos una relación tan diferente que me hace sentir realmente afortunado el haber compartido aquellos años con ella», asegura. «Me ayudó a ver cómo los seres humanos llegan a conectar los unos con los otros. Y sobre todo, a entender que el amor es mucho más que tener una cita o pasar unas vacaciones juntos», rememora el intérprete, «muy feliz» de la adaptación que McGuigan ha hecho de su obra. «No nos conocíamos, pero ha hecho esta película desde el corazón. Es un privilegio que hagan un largometraje sobre la vida de alguien mientras sigue vivo, pero más aún que se haga basado en mis memorias», afirma sobre la película, nominada a tres Bafta y que esconde un drama tan romántico como real.