Hannah por Andrea Pallaoro

Hannah explora la tormenta interna de una mujer en negación, atrapada por su propio sentido de la lealtad y devoción, paralizada por sus inseguridades y dependencias. La lucha de Hannah, me mueve profundamente, quizás porque siento como no perdonar al mundo puede volverse contra ella, o quizá porque veo en ella algunas partes de mi mismo. Lo que sí sé es que con esta película quería sentirme más cerca de ella, sujetar su mano, empoderarla, reconfortarla. Sobre todo, quería que el mundo la viera, sintiera su dolor, y presenciara su batalla para definirse de nuevo, sola.

La película se basa en la observación cercana de un personaje, o incluso de un simple estado de ánimo, y cómo puede reflejar nuestra condición como seres humanos y permite a cualquiera reflejarse en el personaje y en la historia. Aspiro a esta catarsis: dar la oportunidad a los espectadores de reconocerse a sí mismos, y finalmente entender algo más de ellos. Además, Hannah persigue una investigación sobre los límites entre la identidad personal y la social (en este caso específico, la identidad de una pareja). Considero que pertenece a una búsqueda que es parte de un estudio más profundo, relativo a mis propios intereses personales y que ya había surgido en Medeas. En este caso, la tragedia muestra la incapacidad del personaje principal, un padre, de confirmar su necesidad de control y por lo tanto el rol con el que se identifica dentro de la familia. Importantes conflictos internos surgen de este tipo de fracturas, debido a presiones interpersonales y autoimpuestas. El conflicto es incluso más íntimo en Hannah, comparado con Medeas, y alcanza el culmen cuando el principal personaje femenino halla su propia identidad y que el mundo que la rodea se quiebra.

Siempre tuve en mente a Charlotte Rampling, incluso desde el guión, desde la primera palabra que escribí con Orlando Tirado: ella era mi musa, pero veía imposible que aceptara el papel. Tenía 14 años cuando vi a Charlotte en una película en el cine por primera vez, y fue amor a primera vista: La caída de los dioses de Luchino Visconti, con esa mirada que podía perforarte. Le enseñé mi anterior película, Medeas, y el guión de Hannah y entonces nos conocimos en Paris. Nos reconocimos el uno al otro durante aquel encuentro. Estaba lleno de inspiración trabajando con ella, cerca de una artista buscando la verdad con la integridad de Charlotte.

En la película, vemos una ballena varada que es una metáfora: en realidad, provoca más de lo que simboliza. Está mostrando que algo está a punto de morir, o que puede estar ya muerto. Sin embargo, nunca estaremos seguros de si Hannah se identifica con la ballena, si esa percepción pertenece realmente a ella, aunque la gente a su alrededor hable de ello, incluso cuando finalmente la ve con sus propios ojos. Más aún, cuando su marido es arrestado, ella colapsa emocional y psicológicamente, cuyo efecto es simplemente la pérdida de consciencia, como si estuviera enredada en una espiral donde la vemos sacudida, revoloteando, incluso al punto de no reconocerse más y perder su identidad.

Decidí no aclarar el crimen del marido de Hannah porque no quería desviar nuestra atención del centro de la película: su partida y arresto son un catalizador que fuerzan a Hannah a reconciliarse consigo misma. Pienso que es crucial que nos demos cuenta de la seriedad de su acusación, pero también es esencial que el núcleo de la historia permanezca en el mundo interior del personaje principal, su desorientación y desolación, sin la engañosa distracción de que se le preste más atención al delito.

He elegido rodar en 35 mm, como en Medeas, porque quería establecer una relación sensorial con el público: la película expresa una dimensión física que el digital no tiene, al menos no por ahora. Hemos intentado mostrar el constante dialogo entre Hannah y el mundo que la rodea con el director de fotografía, Chayse Irvin, prestando especial atención al concepto de espacio, en una contraposición de lo interior y exterior, lo físico y psicológico, donde los elementos como los pasillos y los espejos – especialmente fuera de plano – juegan un papel clave. Entiendo que todos los elementos de la película, desde el guión hasta la fotografía y el montaje, intentan llevarnos hacia una única dirección compartida: “sustractivo” proceso que despierta la imaginación del espectador al ocultar en lugar de mostrar.

Cuando pienso en modelos, recuerdo ciertos nombres que nos hacen dudar sobre sus películas, cuestionar en lugar de dar respuestas: primero y principal, Antonioni, así como Buñuel, Haneke, Lucrecia Martel, Chantal Akerman, Carlos Reygadas, Tsai Ming-liang, John Cassavetes, Michelangelo Frammartino, Bela Tarr, etc. Directores que utilizan un lenguaje muy personal, teniendo atención a revelar la verdad de la condición humana, que me permitió conocer mejor a mí mismo y al mundo a través de sus películas. Sin mencionar que debemos algunos de los retratos femeninos más complejos y atractivos en la historia del cine a algunos de estos directores, como Monica Vitti en The adventure o en Red desert, Gena Rowlands en A woman under the influence, Delphine Seyrig en Jeanne Dielman.

Probablemente estos puedan parecer nombres muy “convencionales” para un director italiano que decidió vivir en los Estados Unidos, sin embargo, vivo en Los Ángeles, no por la fascinación que despierta el cine estadounidense, sino por la sensación de libertad que me brinda. Y entonces me doy cuenta cada vez más, con el paso del tiempo, que mi posición de “extranjero” me hace sentir a gusto, una posición con la que me identifico más y más.

Hannah (9)

Hannah (9)
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