“La reinvención del cine” por Luis Eduardo Aute (*)

DIARIO 16 (1987)

Vi por primera vez «Al final de la escapada» en noviembre de 1962, en París. Era mi primer viaje a la ciudad mítica que vio nacer el movimiento cinematográfico contemporáneo que considero más importante desde que los hermanos Lumíere se echaron a la calle para rodar la salida de los obreros de una fábrica. Me refiero al movimiento «Nouvelle Vague». Todo lo que sabía hasta entonces de aquellos revolucionarios del lenguaje cinematográfico eran referencias de sus películas a través de dos revistas españolas especializadas en cine, «Film Ideal», «Nuestro Cine» y, sobre todo, una revista francesa que de cuando en cuando se traía algún amigo viajero y que llegó a ser el sancta sanctórum del nuevo cine: «Cahiers du Cinéma». Toda información de aquellos primeros Godard, Truffaut, Chabrol, Resnais, Rohmer, etcétera, llegaba única y exclusivamente a través de lecturas. Sólo se pudo ver en España «Les 400 coups», de Truffaut, que padeció, en su versión española, un «arreglo» por obra y gracia de una voz en off añadida al final de la película que salvaba de la condenación eterna a Antoine Doinel, el niño protagonista.

No es difícil imaginar la emoción que me produjo experimentar el primer contacto real con «Al final de la escapada», considerada por la crítica más vanguardista como la catedral de la «Nouvelle Vague». Ver aquellas imágenes rodadas con aquel aparente desorden, montadas como arbitrariamente en planos muy cortos algunas veces y en planos eternos otras…. Aquellos «travellings» insólitos con la famosa silla de ruedas… Aquellos primerísimos planos encuadrados a lo Dreyer en «Pasión de Juana de Arco»… Aquellos diálogos monotonales entre Belmondo y Seberg cuajados de citas literarias… Aquella facilidad para narrar, para seguir a los personajes a través de un fatalismo que traspasaba cada plano, etcétera. Todo aquel torrente de imaginación desatada que quería reinventar el cine… procuraba un placer indescifrable; era un latigazo a la ortodoxia de una narrativa caduca de tanta película pretendidamente seria, aquel cine con mensaje que llamaron los «cahieristas» cinema de qualité. Godard era una invitación a tomar una cámara y salir a la calle y rodar, rodar… como hicieron en su día los impresionistas, salir a la calle y pintar, pintar…

Godard y todos ellos nos enseñaron a amar el buen cine americano, nos descubrieron el talento oculto de los hasta entonces considerados «artesanos de Hollywood» como Howard Hawks, Sam Fuller, Alfred Hitchcock, Raoul Walsh, John Ford, John Huston, etcétera. Ellos nos abrieron los ojos a las más grandes miradas del arte de nuestro tiempo; nos enseñaron a ver

 

Luis Eduardo Aute es cantautor, poeta y pintor, ha dirigido varios cortometrajes.