“Me toca: Nolan entra en el Olimpo de la Historia del cine” por Carlos Infante

Impresionado y emocionado permanezco en el momento de escribir estas líneas ante el espectáculo y la historia que he visto en una pantalla de cine. Convencido, que muy de tarde en tarde esa Industria que es el Cine es capaz de producir arte de verdad, ARTE con mayúsculas. Ni siquiera la primera media hora de la primera vez que vi Salvar al soldado Ryan puede compararse a lo que he podido sentir con la película Dunkerque que Nolan nos ha servido y ofrecido.

La historia es de todos conocidos: la evacuación del ejército inglés (y parte del francés, belga, canadiense y de otras nacionalidades) de las playas de Dunquerque durante la ocupación de Francia del ejército alemán de la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial. Pero el lugar y la historia, que no es fiel a lo que realmente ocurrió, poco importa porque podría desarrollarse en cualquier guerra en cualquier lugar del globo terráqueo. Lo que nos cuenta, muestra y vemos es universal e intemporal, como lo es la esencia del ser humano.

La impresión y admiración viene por cómo ha narrado Nolan la historia en historias paralelas que confluyen en un todo global y compacto. En cómo podemos sentir, desde nuestra tranquila y confortable butaca, el miedo y el horror de los soldados en aquella playa que sólo pueden sentir impotencia mientras esperan el milagro que finalmente se produjo. Casi no hay diálogos, la narración es anacrónica y se pasa de lo global a lo particular sin romper el todo de la historia en ningún momento.

Asistimos a la operación militar en su totalidad con los barcos que intentan lo imposible, muchos de ellos siendo hundidos en el intento por las tropas enemigas, asistimos a las historias particulares de soldados y personas anónimas con sentimientos múltiples que van desde el que huye sin saber a dónde, hasta el que con un comportamiento heroico, a la vez que anónimo, trata de salvar a cuantos semejantes es capaz sin importarle su propia vida. Asistimos al horror y al terror de la guerra, como ya he señalado. Por fortuna nunca he tenido que estar en ninguna guerra o batalla, pero viendo Dunkerque puedo tener una idea aproximada de lo que representa, de los demonios interiores que se pueden despertar en nuestro interior y que ni siquiera sospechamos que albergamos.

Y todo ello narrado con aparente simplicidad, aunque con todo lujo de medios técnicos, un IMAX y 70 mm que permiten ver al detalle cada momento de la guerra, de la espera, de los bombardeos, de los vuelos de la aviación… No hay grandilocuencia, no hay gestas épicas, casi no hay diálogos y sí una banda sonora omnipresente de Hans Zimmer, que más que una partitura, parece un reloj que va marcando los tiempos (constantemente), que va señalando la cuenta atrás hacía un destino aparentemente fatal.

Podría entrar en el análisis de algunos personajes, de algunas historias narradas por Nolan, de ese hombre de edad madura que no duda en acudir en socorro de sus compatriotas, de ese piloto que sabe que su viaje es sólo de ida y que intentará también salvar a cuantos compatriotas pueda sin importarle su destino, de ese personaje perdido desde el principio de la historia que sólo pretende sobrevivir como todos los demás. Pero prefiero que sean ustedes quienes vean la película, la historia, quienes sientan las emociones que produce y saquen sus conclusiones, disfruten de las situaciones y tengan sus propias vivencias y sentimientos. Yo tengo y atesoro los mías y será difícil que pueda olvidarlos.

Termino, aunque podría hacer una crítica ‘referenciada’ de la película analizando secuencia por secuencia y no sobraría nada. Christopher Nolan se ha convertido en uno de los grandes directores de la Historia del Cine. Sólo por esta película merece (y ocupará) un lugar destacado entre los elegidos. Dunkerque es la mejor película bélica realizada desde La delgada línea roja de Terrence Malick y no voy a entrar en comparaciones. Y una obviedad: la próxima edición de los Oscar no puede estar sin Dunkerque entre sus galardonadas, sería un error imperdonable.

Decía mi eternamente admirado y recordado François Truffaut que quien ama la vida, ama el cine. Nadie que ame la vida puede no amar Dunkerque.

Carlos Infante