Mi butaca por Carlos Infante: ‘Netflix no es cine’

Cuando escucho, o leo, a personalidades del mundo del cine como Nolan, Almodovar (sí por muy mal que me caiga es una personalidad del mundo del cine), Alfonso Cuarón (uno de los últimos que se ha sumado a este tema cuestionando las declaraciones del director de Dunkerque), Will Smith y tantos destacados miembros de este negocio empiezo a pensar que hay algún interés oculto sino espurio. Algo tan simple no puede levantar tal polémica, salvo si consideramos que están en juego millones y millones de dólares. En cualquier caso se pongan como se pongan dos más dos serán siempre cuatro, aunque produzca millones afirmar que son cinco.

Netflix es televisión y nada tengo contra la televisión. De hecho haga televisión (programas y tareas ejecutivas) desde hace décadas. Como es televisión no puede pretender, como pretende, que sus productos se consideren como cine y opten a premios cinematográficos o se presenten en festivales de cine, o premios de las distintas Academias de Cine del mundo.

Se alega que el mundo cambia y que los que niegan a Netflix la opción de optar a los circuitos cinematográficos están anclados en el pasado y que deben adaptarse a los nuevos tiempos. Esto, con todos mis respetos, es una majadería de proporciones cósmicas. La televisión nace en los años cuarenta y se fue asentando paulatinamente mientras el cine tocó su techo de espectadores en 1946. Desde entonces han convivido pacíficamente y muchas veces de forma complementaria. Primero las multinacionales de cine no vendían películas a las televisiones hasta que RKO decidió hacerlo encontrando un nuevo negocio muy lucrativo y la colaboración ha seguido hasta hoy…

Cansamos de escuchar y leer que la televisión iba a terminar con el cine, como con la radio, y nada de esto se cumplió. 70 años de historia de este medio así lo demuestran. Llegó la televisión en color, nada cambió. Llegó la televisión de pago, la televisión a la carta, la televisión por satélite (analógica y digital), llegó la Televisión Digital Terrestre, las plataformas de pago… Y nada cambió. Continuó la colaboración y coexistencia pacífica.

Ahora ha llegado la televisión a Internet con plataformas como Filmin, la que tiene Movistar+ (antes denominada Yomvi), o las que tienen otros operadores de cable (soy usuario de todas) y todo ha seguido exactamente igual hasta el momento que Netflix, una plataforma de televisión internet más, decidió que las normas que rigen para el resto del mundo no son de aplicación a su plataforma (porque así ellos lo han decidido) y se armó el follón que de no solucionarlo terminará con el acorralamiento y aniquilación de Netflix (no tiene medios para enfrentarse contra toda la Industria del cine y soportar un boicot de la misma).

Una película es un producto concebido para estrenarse en una sala de exhibición (conocida como cine) por cuyo visionado se paga una cantidad de dinero en algo llamado entrada. Un telefilm es un producto de duración similar a una película, pero realizado para ser comercializado y visto en televisión. Hay una interminable serie de reglamentos y normativas internacionales que definen estos aspectos técnicos.

A HBO (que es propiedad de Warner Bros.) no se le ocurriría nunca presentar su Juego de tronos a concurso en Cannes, ni que su producto compitiese en los Oscars. Es un producto para televisión y compite en los certámenes, festivales y premios del ámbito televisivo. Algo obvio y evidente.

Más es en España, por ejemplo, Movistar+ participa en la producción de películas que posteriormente a su paso por salas comerciales ofrece a sus abonados, lo mismo que en Francia Cine+ e Inglaterra hasta la BBC a través de BBC Films.

Ante esta exposición es incuestionable que Netflix no hace cine y debe ser excluida de cualquier Asociación, Premios o Festivales de cine. De lo contrario no sólo se incumplirían todas las normas existentes sino que se entraría en una clara competencia desleal. En cualquier caso Netflix lo tiene muy fácil para poder acudir a Festivales de cine, Academias y Premios varios del ámbito cinematográfico, que no televisivo. Solo tiene que estrenar en salas comerciales algunos de sus productos y después, pasados unos meses, ofrecérselos a sus abonados ¿Por qué no lo hace?

Esa es la pregunta del millón. Por más que le he dado vueltas al tema, por más que he hablado del tema con miembros cualificados de la industria, por más que he tratado el tema con compañeros, nadie es capaz de contestarme. Tampoco desde los departamentos designados para el trato con los medios de comunicación de Netflix he obtenido respuesta alguna.

No quiero ser mal pensado, ni tampoco voy a revelar aquí lo que he oído sobre Netflix y su futuro, pero cuando alguien quiere jugar a un juego con normas preestablecidas de obligado cumplimiento para todos los participantes y se salta las normas de dicho juego cuando menos estamos ante un tramposo, un ventajista y un ‘aprovechado’ como se diría en términos coloquiales. Y sí, ese es el caso de Netflix. Por ejemplo quiere optar a la Palma de Oro del Festival de Cannes, pero no quiere estrenar la película en salas comerciales y además quiere tener razón. El mundo al revés.

Capítulo aparte merecen los profesionales que defienden las delirantes pretensiones de Netflix a capa y espada. No son aficionados, no son usuarios sin más. Conocen la Industria, conocen el negocio y conocen cómo funciona ¿Qué pretenden? Porque está claro que algo buscan ¿Ganar mucho dinero? ¿Mucho más de lo que ya ganan? O ¿Buscan ser apartados del cine convencional? ¿Tal vez para trabajar menos por el mismo, o superior, salario?

No lo entiendo. Lo he dicho. Pero estoy seguro que no tardaremos en descubrir la verdadera razón. Mientras tanto repito y reitero: Netflix no es cine, es televisión.

 

Carlos Infante