Mission: Impossible – Fallout: Las críticas

Seguidamente pueden leer las principales críticas de la prensa española sobre la película. Las opiniones sobre este film pueden incrementarse en los próximos días.

Marta Blanco
Redacción de ESTRELLAS EN LA NOCHE


Mission: Impossible – Fallout: El espionaje es puro teatro

Es, quizá, la entrega que se ha tomado mayores molestias a la hora de rendir tributo al legado de Geller

Jordi Costa – EL PAIS (27 de Julio de 2018)

La saga cinematográfica de Misión Imposible ha consolidado hasta tal punto su personalidad propia que se corre el riesgo de olvidar que todo este universo tenía un lejano origen televisivo: la brillante serie creada en 1966 por Bruce Geller, cuyos episodios concentraban en concisos 50 minutos delirantes e intrincadas tramas de espionaje que avanzaban al frenético ritmo de la mecha explosiva que inmortalizaron sus cabeceras pegadas al mítico tema de Lalo Schifrin. De vez en cuando, algunos de los directores reclutados para la franquicia han querido recordar esas fuentes: lo hizo J. J. Abrams al abrir Misión: Imposible III (2006) con una secuencia pre-créditos que anticipaba el momento más resonante del clímax y lo hace ahora Christopher McQuarrie —el único que ha repetido— al incorporar una cabecera que, con espíritu de viejo episodio de la era catódica, hilvana imágenes de los mejores momentos de lo que está por venir. La película es, así, un blockbuster entregado al sueño de ser el súper-episodio que la televisión de los 60 jamás hubiese podido concebir.

Mission: Impossible – Fallout es, quizá, la entrega que se ha tomado mayores molestias a la hora de rendir tributo al legado de Geller, porque pone continuamente de manifiesto ese subtexto que era una constante en el original: sobre el grupo de personajes del universo de Misión Imposible se superponen las figuras del espía… y del actor teatral, porque bajo cada aventura palpita la exigencia de la representación. Todo queda claro en esa secuencia inicial que obliga a los héroes a representar, directamente, el Apocalipsis en una falsa habitación de hospital que es, en realidad, un decorado. A medida que avanza la trama, el espectador repara en que hay una frase que se repite insistentemente: “Estamos en ello”. McQuarrie reformula a los héroes de Geller como maestros de la improvisación.

Lejos de la acusada identidad de autor que tuvieron las entregas firmadas por Brian De Palma y John Woo, Mission: Impossible – Fallout cumple con el reto de ser una superproducción de acción irreprochable, en la que se equilibran las siempre hiperbólicas escenas de acción con unas someras notas de humor que no parecen interferencias extemporáneas y con unos trazos emocionales que se mantienen varios grados por debajo del sobrepeso sentimental. Y, sí, esta película tanto podrá ser recordada por su extraordinario duelo de helicópteros como por revelar los primeros rasgos de madurez (tardía) en el rostro de Tom Cruise.


Misión Imposible, Fallout: el cine como lluvia radiactiva

Luis Martínez – EL MUNDO (27 de Julio de 2018)

La traducción más común de Fallout hace referencia tanto a las consecuencias imprevisibles de cualquier catástrofe, natural o no, como a la corrosiva monotonía de la lluvia radiactiva. Y, en efecto, es exactamente ahí, en ese alboroto polisémico y mutante, donde McQuarrie coloca la segunda entrega con su firma de las seis que ya lleva Cruise como Ethan Hunt. Como en Nación secreta, la anterior, la idea es reconstruir la fiebre que provoca la certeza de lo inaudito, siempre en el límite entre lo muy improbable y lo poco verosímil. Ligada genéticamente con la lejana propuesta de John Woo, lo que importa es la fiebre, el frenesí, la pérdida del equilibrio. Es cine de acción grave a fuerza de negar las leyes más elementales de la gravedad.

La idea básicamente consiste en situar a nuestros héroes ante la evidencia de su propia incompetencia. Se trata de que enmienden un error propio de consecuencias no por ajenas poco conocidas. Lo que sigue no es más que una carrera a ninguna parte feliz en la celebración del vacío. A su manera, y como siempre desde aquella primera película de Brian de Palma de 1996, la cinta recupera el rostro sin rostro (sólo máscara) del único héroe contemporáneo posible; un tipo sin identidad en pelea a brazo partido contra un enemigo multiforme, cambiante y tan despoblado de significado como él mismo. El mundo, sea París, Londres o Cachemira, no es más que el escenario de esa nueva y eterna catástrofe tan imprevisible como radiactiva. Y así, Fallout se antoja un refugio nuclear, laberíntico y muy seguro, contra el aburrimiento.


Mission: Impossible – Fallout: La belleza de la velocidad

Sergi Sánchez – LA RAZON (27 de julio de 2018)

En su espléndido texto sobre «Misión: Imposible. Fallout», la crítica americana Manohla Dargis, del «The New York Times», ha apuntado una idea reveladora: la película tiene una estructura de musical clásico. Diríamos que los seis capítulos de la serie, en mayor o menor medida, se doblegan a esa arquitectura, un sumatorio de coreografías verticales (auges y caídas) y horizontales (deslizamientos, persecuciones) que es, además de un espectáculo en sí mismo (como lo era el viejo cine de atracciones de la etapa muda), la razón de ser de su existencia, adelgazando su trama mientras aparenta multiplicar sus retruécanos, que aquí toman la forma de grupos terroristas, bombas nucleares y agentes dobles que pueden llegar a ser infinitos. La autonomía de esas secuencias de acción, a menudo lecciones de puesta en escena y clases magistrales de cómo llevar hasta el paroxismo el montaje paralelo y el concepto de «cliffhanger» (J.J. Abrams aparece por ahí asomando el morro), convierten la película en una experiencia casi abstracta, de suspensión en el tiempo, a la vez compensada por la fisicidad del cuerpo de Tom Cruise, tan aficionado a hacer sus propios «stunts», un golpe de realidad que coloca los malabarismos del agente Ethan Hunt por salvar el mundo en un territorio que nos pertenece, el de lo humano.

Como el Bond de Daniel Craig, Hunt es un hombre con pasado. Si repasamos las seis películas de la saga, el «angst» de este espía mutante le da una profundidad serial al conjunto. Es mérito de Tom Cruise que su personaje vista esa carga, la haga significativa, aunque la mayor parte del metraje esté montando en moto a 400 kilómetros a la hora o saltando de edificio en edificio como un Spiderman sin superpoderes. Tal vez Christopher McQuarrie, el único director que ha repetido en la serie, no haya sabido sostenerle la mirada a un villano que se merezca ese nombre –no encontramos aquí la amenaza fantasmal del Seymour Hoffman de «M:I3», aunque la refrescante presencia de Henry Cavill como némesis-armario de Cruise se le parezca bastante– pero su brillantez a la hora de orquestar escenas de acción es incuestionable. El apabullante clímax final, operístico montaje paralelo que resucitaría a Griffith de alegría, podría ser nuestra favorita, pero nos quedamos con la escena del Grand Palais, sobre todo en su etapa inicial, situada en un cuarto de baño donde los blancos impolutos y el sentido del espacio fílmico nos recuerdan a uno de los momentos cruciales de «Misión: Imposible» y a la secuencia inicial de «Femme Fatale», no por azar dirigidas ambas por Brian de Palma. 


Mission: Impossible – Fallout: La balsámica fidelidad

Jordi Batlle Caminal – LA VANGUARDIA (27 de Julio de 2018)

En 1996, Brian De Palma, que ya había deslumbrado con la versión cinematográfica de Los intocables, repitió la jugada con Misión: Imposible, logrando dos cosas importantes: 1) la mejor action movie de la década, y 2) que los fans de la serie no se sulfuraran ante el sabotaje perpetrado por los guionistas al convertir al grupo protagonista en una patulea de traidores, con el jefe Jim Phelps (Peter Graves en la pequeña pantalla, Jon Voight en la grande) en cabeza; únicamente el héroe Ethan Hunt (Tom Cruise) y su escudero y as de la alta tecnología Luther (Ving Rhames) permanecerían, y siguen permaneciendo, en la idealista atalaya de los viejos espías catódicos.

Curiosamente, en los veintidós años transcurridos desde aquel hito, la fidelidad perdida ha ido recomponiéndose hasta constituirse de nuevo en la base más sólida de la saga: el equipo de Hunt ya está tan cohesionado hoy como lo ideara Bruce Geller, el creador de la serie.

En Fallout, sexta entrega de la franquicia, esta fidelidad, auténtico aceite balsámico para los incondicionales, alcanza su esplendor. Se diría que la película es un compendio, gratísimo, de toda la saga. El teatro de las máscaras que abría el filme original centra aquí no uno, sino dos momentos estelares. La exhibición alpinista de Hunt en Misión: Imposible 2 se reproduce en el clímax. Y, como en Misión: Imposible 3, Hunt vuelve a correr a pie maratonianamente, como Henry Fonda al final de Corazones indomables. El guión, del propio McQuarrie (primer director reincidente), es inteligente, está lleno de giros y sorpresas sin caer en lo truculento. Las escenas de acción son extraordinarias: la pelea en los lavabos, genuinamente física; la larga persecución, Hunt en moto, por las calles de París, pura magia digital y un montaje de hierro en el que prevalece la visibilidad, la claridad, y, de postre, el tebeístico morceau de bravoure de los helicópteros y el precipicio. ¿Hace falta añadir que la saga sigue rugiendo a pleno pulmón? Lo mejor que se puede decir de Fallout es que apetece la séptima.


Misión: Imposible – Fallout: el espectáculo definitivo

Tom Cruise y el director Christopher McQuarrie han conseguido ofrecer una de las películas más deslumbrantes dentro del género del ‘blockbuster’ de infarto

Beatriz Martínez – EL PERIODICO (27 de Julio de 2018)

Si algo ha conseguido ‘Misión imposible’ a lo largo de más de 20 años es demostrar su espíritu de supervivencia dentro del competitivo cine de acción contemporáneo. Y es que Tom Cruise ha sido testigo de cómo su franquicia superara tantos obstáculos como su propio personaje en la ficción, el incombustible Ethan Hunt, y siempre lograba salir indemne. Así, mientras el centro de atención parecía desviarse al nuevo James Bond o al revolucionario estilo inmersivo de Paul Grengrass en la saga Bourne, él parecía esperar su oportunidad para demostrar la imbatibilidad de su propuesta. Después de confiar cada nuevo capítulo a un director con una personalidad fílmica arrolladora (desde la sofisticación de Brian de Palma a la grandilocuencia de John Woo pasando por las manipulaciones narrativas de J.J. Abrams y el universo animado de Brad Bird), ahora parece haber encontrado la horma a su zapato en Christopher McQuarrie, un director que se pliega totalmente a sus intereses al mismo tiempo que consigue dejar su impronta a través de una ejecución limpia y milimétricamente estudiada.

En ese sentido, Cruise ha cumplido su venganza y ha conseguido ofrecer una de las películas más deslumbrantes dentro del género del blockbuster de infarto. ‘Misión: Imposible – Fallout’ es una auténtica sinfonía de vertiginoso entretenimiento que podría considerarse un compendio a modo de grandes éxitos de la saga en la que hay espacio para las peleas cuerpo a cuerpo, las persecuciones trepidantes y la explosión adrenalítica. Hunt se erige además como un héroe trágico, por primera vez frágil y superado por las circunstancias en medio de ese marasmo hiperbólico en el que se encuentra sumido, pero con la determinación de un kamikaze, se juega literalmente la vida para ofrecer un espectáculo definitivo.