“Moulin Rouge: Simplemente imprescindible” por Carlos Infante

La primera vez que tuve ocasión de ver esta cinta quedé profundamente impresionado por las imágenes vistas, aunque a ciencia cierta no era capaz de afirmar si estábamos ante una gran película, o por el contrario se trataba de imágenes tan vistosas como vacías. Un segundo visionado me sacaba del error MOULIN ROUGE era una excelente película.

La historia es bastante simple: Un joven escritor, decide trasladarse a París donde pronto conoce a un grupo de bohemios que lo introducen en el Moulin Rouge con el fin de conseguir financiación para una obra teatral que preparan. Allí conocerá a Satine la estrella del lugar, de quien se enamorará perdidamente.

Pero vayamos por partes. En MOULIN ROUGE me gusta casi todo: comenzando por esa obertura en un teatro donde un director de orquesta dirige los compases de fanfarria de la Fox enlazados con el “Can Can” de la ópera “Orphée aux Enfers” de Jacques Offenbach. Una secuencia que ya nos da una idea de lo que veremos: Una fantasía romántica que se desarrolla en el mundo de la ficción e imaginación, sin que el tiempo tenga importancia o incidencia.

Rápidamente y con imágenes vertiginosas y movimientos de cámara imposibles se nos presenta Christian (Ewan Mcgregor) y su grupo de románticos-bohemios que deciden montar una obra musical denominada ‘Spectacular Spectacular’. Como pueden imaginar todos los tópicos del parís intelectual y bohemio de principios de Siglo están presentes, pero no podría ser de otra forma.

Tras diez minutos que han dejado al espectador boquiabierto entramos directamente en el Moulin Rouge que se nos presenta a modo de paraíso del placer donde sólo la diversión y la felicidad tendrán cabida. Curioso contraste con la biografía de Satine que para este momento sabemos que su vida no será precisamente larga.

Como caída del cielo aparece Satine, diosa del templo del placer, la lujuria y el deseo, presentándose al espectador mediante la canción ‘Sparkling Diamonds’, peculiar ‘medley’ entre “Diamonds Are A Girl’s Best Friend” y “Material Girl”, que define con singular perfección el personaje compuesto por Nicole Kidman, una cortesana que solo presta atención al mejor postor, a quien más pueda ofrecer por su siempre deseada compañía.

Por un error, Satine elige como compañero de baile de la noche a Christian en lugar del Duque de Monroth (Richard Roxburgh) quien ya había pagado por sus servicios. Continúan los bailes y Satine desaparece tal como había aparecido, elevándose a los cielos, cual diosa inaccesible, aunque no logra su objetivo. Aparece, en este instante la primera muestra de su grave enfermedad al no poder mantenerse en el trapecio-columpio, cayendo a la sala.

En tan sólo veintitrés minutos de película tenemos una perfecta composición de la historia. Conocemos su trama, sus personajes y hasta su desenlace, recurso narrativo que Baz Luhrmann utiliza para enfatizar lo irremediable del final. La suerte está echada, Satine morirá pronto, la historia de amor no puede tener un final feliz. El espectador debe centrarse en el cómo llegará ese desenlace olvidándose de cuál será el mismo ya desvelado.

También hemos visto como ‘el espectáculo debe continuar’ pase lo que pase y que el negocio es siempre el negocio, sin que pueda haber lugar para sentimientos personales. Concepto encarnado a la perfección por Zidler (Jim Broadbent) dueño y maestro de ceremonias del Moulin Rouge.

Llegados a este punto comienza lo que podríamos denominar como ‘Nudo de la historia’, la relación entre Christian y Satine que como hemos expuesto nace producto de un error. La primera cita en la habitación roja es un prodigio de luz y color, humor e ironía, donde se dan cita todos los habituales elementos de la ‘Comedia de Boulevard’, que serán resueltos al modo ‘musical’ filtrados por la siempre acertada mano de Luhrmann. ‘Your Song’ es la canción que introduce el  entre Satine y nuestro peculiar escritor y narrador. Memorable momento donde los protagonistas bailan por los cielos de París a la luz de la luna, demostrando como en el musical nada es imposible, ni siquiera el uso de un paraguas rosa, en la misma Torre Eiffel.

Especialmente divertido e inusual resulta la presentación de ‘The Pitch’ (Spectacular Spectacular) que versioneando el celebérrimo “Can Can” de “Orphée aux Enfers” de Offenbach se convierte en una improvisada representación de la función teatral que el Duque deberá financiar a cambio de los ‘favores’ de la cortesana. Estilo, letra y solución de la típica situación de ‘comedia de puertas’, encadenada de la anterior escena, resultan tan acertados como divertidos. Finalmente la secuencia se resuelve felizmente y el espectáculo se realizará, aunque nada sale gratis y menos en ‘esa vida’.

Sin solución de continuidad Luhrmann procede a narrar la relación entre Satine y Christian mediante dos canciones. En primer lugar ‘Come What May’ donde prima la iluminación azul, en contraste con el rojo del vestuario y maquillaje de Nicole; medio de expresar las sensaciones encontradas de la protagonista. Seguidamente vemos el número ‘Elephant Love Medley’, uno de los momentos claves y más emotivos del film donde la ‘habitación roja’ se trasforma en un lugar de ensueño rodeada de fuegos de artificio que saludan a los nuevos amantes.

Paralelamente el despreciable Duque de Monroth y Zidler, en una secuencia propia de un ‘comic’, acuerdan el contrato de financiación según el cual las escrituras del Moulin Rouge serán la garantía que nuestro Duque tendrá para asegurarse los ‘favores’ de la disputada cortesana. Comienzan los preparativos y ensayos y los amantes viven felices su romance, en presencia de Monroth que parece el ‘tonto de la función’, el bufón de la comedia clásica que nunca se entera de nada.

La fuerza de la película empieza a decaer en estos momentos. Lo que era un mecanismo perfecto hasta este instante, comienza a tener altibajos, sin lograr mantener el ritmo e interés que la caracterizaba hasta este punto. Mientras la película atraviesa su peor momento el romance de nuestros protagonistas empieza encontrar serios inconvenientes y Satine cada vez se siente peor físicamente.

A modo de intermedio entre la historia de amor llegamos al número ‘Like a Virgin’ una coreografía orquestada y cantada al estilo clásico, que poco tiene que ver con lo que habíamos visto hasta el momento, pero que sirve de perfecto homenaje y recuerdo al Género Musical en su concepción más pura. Un deleite de momento a sumar al resto de los pasajes pasados.

Los ensayos de la obra continúan en medio del número ‘Come What May’ hasta que el Duque se da cuenta del engaño que sufre y decide cambiar el final de la obra, al sentirse aludido (con razón) por las inequívocas referencias y parecidos entre el Sultán y la Cortesana. ‘El Tango de Roxanne’ marca el ‘momento negro’ y tenso, momento en que Satine debe cenar con el Duque y entregarse a sus deseos. O se le ha ido la mano al director a la hora de remarcar la supuesta tensión dramática o por el contrario no ha sabido mantener el ritmo, la atención del espectador, porque en este pasaje el interés decae nuevamente en forma ostentosa.

Satine vuelve a los brazos de Christian para confesarle su amor y contarle como no ha sido capaz de consumar su ‘acuerdo’ con el ‘mecenas’, quien no acepta su situación bajo circunstancia alguna. Satine conoce en ese momento que se está en fase terminal y decide que ‘The Show Must Go On’ en el momento de mayor tensión dramática del film. Una tensión no compensada en la pantalla que sin llegar a las cotas anteriores no desdice del conjunto.

No quiero estropearle la película a quien aún no la haya visto, asi que en este punto me limitaré a comentarles el número final que por momentos recuerda la concepción berkelyana del musical, salvando las distancias por supuesto. Piezas como ‘Hindi Sad Diamonds’ y el número final especialmente resultan magníficos momentos que reconcilian al espectador con la película que solo tiene un defecto, el no haber sido capaz de mantener un ritmo e interés constante.

MOULIN ROUGE es una deliciosa película, muy cercana a la perfección, donde debemos y podemos destacar una colosal e insuperable Nicole Kidman, que logra el mejor trabajo interpretativo de su carrera, al frente de un gran reparto donde todos cumplen con sus cometidos en idónea forma. Donde brilla con luz propia el genio de Baz Luhrmann que ha sabido innovar dentro del musical, sin salirse de los cánones del género y el medio; circunstancia nada fácil y aún menos frecuente.

Del apartado técnico deberíamos citar a todos los que han trabajado en esta película uno por uno, desde Caig Armstrong que ha compiuesto un trabajo de adaptación musical como no se lograba en años, hasta el director de fotografía que ha integrado su composición plástica como parte de la trama. El vestuario, maquillaje, montaje, dirección artística… Todos y cada uno de ellos han contribuido a convertir MOULIN ROUGE en una obra arte definitiva que trascenderá en el tiempo y que ya se ha convertido en una película de culto.

Se ha dicho que MOULIN ROUGE es una sucesión de anacronismos sin mayor sentido, que es una falsificación histórica, que en el Moulin nunca hubo cortesanas… La verdad me importa más bien poco o nada. El Musical es el género cinematográfico que mayor grado de fantasía permite y acepta. MOULIN ROUGE es precisamente eso: una arrebatadora fantasía romántica, tan imposible como fascinante, que produce en el espectador el efecto de un Oasis en mitad del desierto. Un magnético espectáculo donde la luz, el color, la fantasía y el amor cobran vida propia. Un soplo de aire fresco en medio de tanta mediocridad.

Termino para no eternizarme. He visto cinco veces la película, solo una en versión doblada que es la que menos me ha gustado. Los números musicales no sé cuántas veces los habré visto, aunque debo tener la cinta de visionado gastada, pero puedo afirmar que cada vez me gusta más este MOULIN ROUGE que ya forma parte de la historia del cine. ¿Necesito decir algo más?

 

© Carlos Infante, 2001

 

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