El cineasta checo, de 86 años, obtuvo dos ‘Oscars’ por ‘Alguien voló sobre el nido del cuco’ y ‘Amadeus’
Gregorio Belinchón – EL PAIS (13 de Abril de 2018)
Milos Forman (Caslav, 1932), el director de películas como Amadeus o Alguien voló sobre el nido del cuco, ha muerto en su casa de Hartford (Connecticut) a los 86 años, según ha informado su esposa Martina, tras una corta enfermedad. “Murió tranquilamente el viernes, rodeado de su familia y amigos más cercanos”, ha dicho su viuda. El cineasta ha dejado un puñado de obras maestras para la historia, como Amadeus, Alguien voló sobre el nido del cuco, Hair o Pedro, el negro.
El checo fue un cineasta especial, que demostró que se podía trabajar desde dentro de Hollywood con un toque subversivo. Esa misma apuesta iconoclasta, contra el poder -en su cine se reflejó la lucha del individuo contra la opresión del sistema- y con tonos satíricos fue la que provocó su salida a finales de los años sesenta de su país natal tras la invasión de la antigua Checoslovaquia en 1968. Es curioso, como recuerda en su artículo Guillermo del Toro, cómo Forman siempre conectó con el gran público, independientemente del tamaño de la producción de su película, y cómo defendía a sus personajes protagonistas, por muy extraños que parecieran ser al inicio de cada narración. “A veces son las mentes más sucias las que aman de forma más limpia”, contó en la promoción de El escándalo de Larry Flint, Oso de Oro del festival de Berlín. Su primera película en Estados Unidos, Alguien voló sobre el nido del cuco, ejemplifica ese talento, con un soberbio Jack Nicholson que encarnó no solo a un rebelde, sino que conseguía despertar en sus compañeros de psiquiátrico el sentido de la libertad que tenían dormido. De aquel rodaje, recordó en un taller de cine en Málaga en 2009: “Apenas tuve que hablar con él o dirigirlo, porque los grandes actores son también grandes profesionales. Jack se sintió extraño y me dijo que era el único director que no le incordiaba durante el rodaje”. Con ella obtuvo su primer Oscar a la mejor dirección, uno de los cinco que obtuvo el filme.
Pero el mayor éxito de su carrera le llegaría en 1984 con Amadeus. La historia de la envidia y de la secreta admiración que Antonio Salieri sentía por Mozart ganó ocho Oscars (su segunda estatuilla como director) y se convirtió en uno de los títulos más emblemáticos de aquellos años ochenta. En aquella película había además un deseo cumplido: se filmó en su país natal -entonces Forman ya tenía la nacionalidad estadounidense- y pudo volver a su casa como un triunfador. En su biografía, Turnaround: A Memoir (1994), escribió que todo en la vida lo había “supeditado a ganar”, aunque a su manera.
Como realizador, al checo nunca le importó rodar guiones de otros. Es más, de sus ocho películas en el exilio, solo escribió el libreto de dos: “Yo prefiero tener un guión sólido en el que apoyarme, pero me gusta que en el rodaje de la secuencia haya sitio para la improvisación. Un 10% de improvisación a la hora de rodar puede deparar momentos únicos, increíbles. Me gusta rodar con actores que no se sepan al dedillo el guión, pero hacerles actuar siguiendo el guión, que yo ya me sé de memoria, dándoles indicaciones para que el diálogo sea más real, más fresco, más vivo”, aseguraba.
Milos Forman tuvo muy claro su exilio. “Prefiero un país libre y atestado de mal gusto a un país refinado pero sin libertades”, contaba. “La censura es el peor de los males. Viví bajo un régimen totalitario en el que existía la presión de la censura ideológica. Ahora vivo en un país en el que si existe alguna presión es la comercial. Sin duda, prefiero esta última, al menos en ella deciden miles de personas y no una sola”. Él mismo sufrió en sus carnes varias dictaduras. Nacido en Caslav en 1932, tanto su madre como el hombre que él pensaba era su padre murieron asesinados por los nazis en campos de exterminio. Aunque se educó en el protestantismo, Forman a veces afirmaba ser medio judío. Solo tras la investigación para la redacción de sus memorias, escritas junto a Jan Novak, se confirmaron sus pensamientos. Novak encontró a una amiga de su madre en Auschwitz a la que le confesó que el verdadero padre del cineasta fue un amante suyo, un arquitecto judío que sobrevivió al Holocausto y al que Forman llegó a conocer en Perú.
Empezó rodando pequeñas películas de realismo social, un cine impuesto por el régimen comunista que gobernaba su Checoslovaquia natal. Sin embargo, cuando se exilió a Estados Unidos en los años setenta, fue poco a poco decantándose por el cine entendido como un gran espectáculo, pero en el que invitaba a los espectadores a reflexionar sobre la condición humana y la falta de libertad.