El cineasta británico acumuló un currículo ecléctico en el que incluso realizó la serie documental ‘Up’, que ha seguido la vida de 14 niños desde 1964 hasta 2019
Gregorio Belinchón – EL PAIS (10 de enero de 2021)
Es difícil encontrar en la actualidad una filmografía como la del británico Michael Apted, fallecido el 7 de enero a los 79 años en su casa de Los Ángeles (su agente no ha hecho pública la causa de su muerte), tan ecléctica y libre, tan abierta a todo tipo de récords: desde biografías de cantantes de country y biólogas en África a thrillers, dramas de época e incluso una entrega de la saga Bond de la etapa Pierce Brosnan (justo la que arranca en Bilbao), sin olvidar su pasión por los documentales, que le llevó a realizar la serie Up, que comenzó en 1964 con Seven Up!, en la que siguió la vida de 14 niños en 1964, que entonces tenían 7 años, y que terminó con sus protagonistas con 63 años en 2019, todo en nueve episodios: uno cada 7 años.
Apted, como muchos otros cineastas británicos, empezó en la televisión (hay toda una generación inglesa, de Ken Russell a Ken Loach, forjada en la pequeña pantalla). Nacido en Aylesbury el 10 de febrero de 1941, hijo de un trabajador de una compañía de seguros, el inglés estudió Derecho en el Downing College de Cambridge, y su carrera en el audiovisual arrancó en Granada Television —en su momento, toda una institución en el noroeste inglés— en Manchester como periodista investigador: él fue quien eligió a los 14 niños que empezaron a ser retratados en 1964 en Seven Up!, documental que entonces dirigió el canadiense Paul Admond. En su momento, se eligió a niños de siete años por la frase atribuida a los jesuitas: “Dadme un niño hasta los siete años y os devolveré un hombre”, que subraya cómo marca la infancia el devenir de un ser humano. Cuando en 1971, le ofrecieron a Apted convertir ese documental en una serie con periodicidad de siete años, el cineasta aceptó y se convirtió “en el logro más importante” de su vida. Acabó en 2019 con 63 Up. Durante los siete años (curiosa reiteración temporal) que estuvo en Granada Televisión dirigió todo tipo de trabajos, incluidos episodios de Coronation Street. Nunca abandonó la tele: en EE UU dirigió otra serie documental, Married in America, con un precepto parecido al de Up, e incluso lideró tres episodios de Roma.
En la gran pantalla, debutó en 1972 con el drama La máscara y la piel, con Glenda Jackson y Oliver Reed. Detrás llegaron otros títulos como El ídolo (1974) o la estupenda Agatha (1979), en la que Vanessa Redgrave encarna a la escritora Agatha Christie durante los 11 días en que estuvo desaparecida. Y en 1980 estrenó Quiero ser libre (Coal Miner’s Daughter), la biografía de la cantante de country Loretta Lynn, y con la que Sissy Spacek, que encarnó a la protagonista, ganó el Oscar. En esa primera década de carrera quedo clara su querencia por guiones con protagonistas femeninos, lo que, en su opinión, aportaba mayor riqueza dramática a las historias. En 1981 dirigió un guion de Lawrence Kasdan en Mi nido o el tuyo, comedia con John Belushi, y a lo largo de esos años ochenta entregó dos de sus mejores trabajos: Gorky Park (1983), la investigación de un triple homicidio por parte de un policía soviético (William Hurt); y Gorilas en la niebla (1988), la vida en África de la científica Dian Fossey —a la que puso rostro Sigourney Weaver— y su lucha por la protección de esos grandes simios. Los noventa retratan perfectamente su eclecticismo: Acción judicial (1991), thriller de abogados con Gene Hackman y Mary Elizabeth Mastrantonio; Corazón trueno (1992), policiaco con Val Kilmer y Sam Shepard; Sola en la penumbra (1993), con Madeleine Stowe como violinista ciega a la caza de un asesino en serie; el drama Nell (1994), con Jodie Foster; Al cruzar el límite (1996), drama médico con Hugh Grant y de nuevo Hackman, y acabó con El mundo nunca es suficiente, el bond de Pierce Brosnan que arranca en Bilbao y que presentaba a Denise Richards como la más increíble científica nuclear: fue la entrega de la saga que más recaudó en el siglo XX. Y esto, solo por repasar algunos de sus trabajos.
En casi todas sus películas se encerraban reflexiones sobre las clases sociales y diversos dilemas éticos. Con la llegada del siglo XXI no bajó el ritmo de trabajo ni sus temas principales, aunque sí que se prodigó más en la televisión. Aun así, para el cine en 2001 estrenó Enigma, sobre la famosa máquina encriptadora; y después Nunca más (2002), sobre violencia machista con Jennifer López; Amazing Grace (2006), la vida del antiesclavista inglés William Wilberforce; Las crónicas de Narnia: la travesía del viajero del alba (2010) o Código abierto (2017), otro thriller, esta vez con Noomi Rapace.
En su muerte se le ha recordado, además de por su extraordinaria carrera, por su elegancia y buen carácter, y por sus años como director (de 2003 a 2009) del Sindicato de Directores.