Sweet Country por Warwick Thornton (director de la película)

Sweet Country está ambientada en Australia Central, donde crecimos tanto el guionista David Tranter como yo. Ambos procedemos de la misma ciudad y le conozco de toda la vida. Mi tribu Kaytej comparte fronteras con la tribu de David, los Alyawarra. Cuando David vino a verme con un precioso guión, basado en las historias que le contó su abuelo, me sentí inmediatamente identificado con lo que contaba y me di cuenta que había mucho de mí en la historia.

Nuestras familias pasaron por muchas situaciones parecidas y es una historia que escuchamos mientras crecíamos. En la década de 1920, nosotros, los indígenas australianos, no éramos técnicamente esclavos pero trabajábamos gratis. Lo hacíamos por un plato de comida bajo la autoridad impuesta por una ley llamada Native Affairs Act. Así que estas historias de familia también forman parte de mi herencia. De hecho, una parte personal de esta historia nos pertenece a todos.

Una de estas historias es la verdadera crónica de un hombre aborigen, Wilaberta Jack, que en la década de 1920 fue arrestado y juzgado por el asesinato de un hombre blanco en Australia Central. Fue declarado inocente al actuar en legítima defensa. Las ideas políticas que imperaban en esa época no aceptaron el veredicto y Wilaberta Jack fue víctima de un asesinato por venganza.

Wilaberta Jack es nuestro Sam, que se ha convertido en su propio personaje con su propia historia original. Mientras Sam maneja la trama y es nuestro protagonista, la historia también se cuenta a través de los ojos del personaje de Philomac. Philomac es un chico aborigen de 14 años que vive en un rancho de ganado. Se ve obligado a madurar al verse atrapado entre la agitación social y el conflicto cultural de la vida fronteriza en la

La película tiene todos los elementos del género del Western: la frontera, la confiscación de las tierras, la subordinación y la conquista de un pueblo, así como inmensos paisajes con una enorme carga épica. Pero la situación es justo la contraria a la que vemos en muchos westerns clásicos. Aquí no hay héroes incuestionables, ni ideas simploides sobre el bien y del mal que se cuentan con una narrativa clara y sencilla.

Cuando yo era pequeño veía muchas películas clásicas en cintas VHS. Algunos eran westerns clásicos americanos y la verdad es que no me sentía identificado con ellos porque los indios eran siempre los malos. Y yo soy un indio, de una tribu indígena en un país que nos fue arrebatado.

Pero después descubrí otros westerns, muchos de ellos italianos; películas como El bueno, el malo y el feo, Un puñado de dólares, o la serie de Trinidad donde las cosas eran un poco diferentes. En estas películas había antihéroes, y los ladrones podían tener principios morales. Esas cintas me hicieron ver el potencial que tenía el género para contar mi historia.

Quería que en Sweet Country estuvieran representadas todas las posiciones diferentes. La película no aspira a representar el racismo de forma estereotipada, como un mal simploide y sin sentido, sino más bien como una realidad sistemática de la época.

Sweet Country se rodó en los MacDonnell Ranges. Este es un país fascinante, el país donde crecí. El paisaje es otro personaje de la película, sobre todo las escenas en las que la cuadrilla persigue a Sam y Lizzie campo a través.

Sweet Country se sirve de los inmensos espacios del desierto y de su silencio para realzar la historia de nuestros personajes y las dificultades a las que se enfrentan. El tipo de comunicación que utilizan los personajes aborígenes refleja la autenticidad de la cultura local. Se sirven de miradas, señales con la mano y esa forma de entenderse entre ellos supera muchas veces a los diálogos. Decidí desde el principio que la película no tendría música. No quería que la banda sonora se convirtiera en un factor dominante. Quería reflejar la realidad tal y como ese en este momento, en este lugar, en cada escena tal y como discurre. Al prescindir de la banda sonora, pude centrarme totalmente en la historia y en los personajes, y dejar al desnudo esa verdad que quería mostrar en la película.

La Corona británica se apoderó del mundo de Sweet Country, con la toma por la fuerza de tierras indígenas. Sin embargo, son tierras que poseían y siguen poseyendo una red profunda y compleja de antiguas leyes, costumbres y vida indígena.

Aquí, en este rancho fronterizo de 1929, los diferentes mundos culturales chocan entre sí en el marco de un paisaje desértico, épico y de una gran belleza. Es un lugar en el que las personas indígenas y no indígenas colisionan unas contra otras como si fueran placas tectónicas. Es un choque de culturas, ideologías y espíritus que continúa hoy en día, desde que los colonizadores llegaron por primera vez a Australia.

Es una historia que no se enseña y de la que no se habla demasiado fuera de los departamentos especializados de la universidad. Los problemas planteados en Sweet Country no suelen formar parte de la buena conciencia general.

En ese sentido, hay una conexión profunda entre Sweet Country y el resto de mis películas. Lo que vemos en Sweet Country está directamente relacionado con el mundo que vimos en Samson & Delilah. Esta es su historia fundacional. La conquista del país, el menosprecio y el racismo: estas cosas pasan de generación en generación.

He querido utilizar la popularidad del género para atraer al público hacia este mundo, y para que experimenten los problemas a los que se enfrenta un pueblo ocupado. El enfoque inmersivo de la película está diseñado para romper las fronteras culturales entre nosotros y para unirnos.

 

Warwick Thornton

 

Sweet Country (16)

Sweet Country (16)
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