El cineasta Ofir Raul Graizer debuta en la dirección con «El repostero de Berlín», una historia dramática sobre amor y religión ensalzada por la crítica
Alex Jiménez – ABC (17 de junio de 2018)
El cineasta, apasionado de la cocina –tiene publicado hasta un libro de recetas– y homosexual reconocido, ha amasado con sus propias manos una historia que trata de explicar a través de la propia gastronomía y que deja latente la aversión que todavía sienten ciertos sectores de la población de Israel hacia Alemania, aún presente 80 años después del nazismo. Premiada en los Festivales de Karlovy Vary y Jerusalén, el largometraje también ha sido reconocido por la crítica en certámenes como San Sebastián, Londres o Hamburgo. Hasta el punto que, próximamente, la película tendrá un ‘remake’ en Hollywood de cuyo guion se encargará el propio Graizer.
A pesar de ello, el director reconoce que fue «muy difícil» llevarla a cabo, en especial por la falta de apoyos. «Nadie quiso apoyarla ni financiarla. Nos llevó ocho años hacerla y la grabamos en solo dos semanas y media, en dos países», expresa sin tapujos sobre su cinta, rodada entre Berlín y Jerusalén. Pese a ello, al final la sacó adelante y ahora presenta en España una historia que «rompe» estereotipos y con más verdad de la deseada. «El mundo está yendo hacia atrás. Todavía hay muchos problemas para ser gay, aunque “Moonlight” haya ganado el Oscar».
P – Tras tres cortometrajes, estrena por fin su primera película…
R – La lanzamos el pasado julio, en el Festival de Karlovy Vary. Ha sido muy exitosa, ha estado en muchos festivales, se ha distribuido en varios países y ganado premios. Estoy muy feliz, es algo muy positivo. Todo lo que ahora rodea a la película ha sido una gran sorpresa, sobre todo porque hacerla fue muy difícil. Nadie quiso apoyarla ni financiarla. Teníamos un presupuesto muy limitado. Nos llevó ocho años hacerla y la grabamos en solo dos semanas y media, en dos países. Así que verla ahora en España es un milagro. ¡Nadie lo esperaba!
P – ¿Cómo se le ocurrió la idea de «El repostero de Berlín»?
R – Me inspiré en la historia real de alguien que conocí. Un amigo, que tenía una doble vida. Por un lado tenía una familia, pero por otro era gay. Decía que era bisexual, pero la realidad era que le gustaban los hombres y que mantenía su vida con su familia solo por ceñirse a los estereotipos de la sociedad, porque le encantaba quedar con hombres. Murió de cáncer. Y después, su mujer descubrió que tenía una doble vida. Yo les conocía. Cuando murió, ella me contó la historia… aunque yo ya la sabía, pero no sabía que había muerto porque llevábamos tiempo sin hablar. Cuando me enteré, me pareció una historia muy importante que contar. Si pierdes a alguien a quién amas, que es muy importante para ti y después te das cuenta de que te ha mentido. ¿Cómo reaccionarías? Esa es la pregunta clave de la película. En base a ello, cree esta historia, que no es del todo real, pero está inspirada en esa. Lo demás es un aporte mío: la comida, la religión, las conexiones entre Berlín y Jerusalén, el tema de la sexualidad…
P – Viendo el éxito que en los últimos tiempos han tenido películas como «Moonlight», «Call me by your name» y «Tierra de Dios», ¿piensa que la homosexualidad ha dejado de ser un tema tabú en el cine?
R – Ahora parece que está de moda hablar de estos temas. En el pasado, si querías ver una película sobre gays o lesbianas solo podía ser en festivales concretos. Ahora, esas historias se pueden ver en el cine y le gustan a la audiencia. También ocurre en televisión: en casi todas las series hay gays, lesbianas o transexuales. A menudo pensamos que nosotros, como gente que amamos la cultura y vivimos en la igualdad y en base a los derechos humanos, disfrutamos de un mundo cada vez más abierto. Pero no es así. En paralelo a ese movimiento, a nivel político lo cierto es que el mundo está yendo hacia atrás. Se está volviendo más religioso, conservador e intolerante. Por ello, tenemos que tener cuidado. Todavía hay muchos problemas para ser gay, aunque «Moonlight» haya ganado el Oscar. Todavía queda mucho por hacer.
P – ¿Cuáles considera que son los aspectos más poderosos de su película?
R – Lo más conmovedor es la conexión que Thomas (el protagonista, interpretado por Tim Kalkhof) crea con dos de los personajes secundarios de la película: la madre y el hermano de Oren (el personaje al que da vida Roy Miller). Son dos personajes que, en lo personal, son muy diferentes a mí, pero que tienen algo escondido, algo interno, que creo que es muy poderoso y muy bonito. Hay algo muy íntimo con todos los personajes, también con Anat (Sarah Adler).
P – Las localizaciones también juegan un papel importante…
R – Todos los lugares en los que grabamos son sitios que verdaderamente amo. Como Jerusalén, por ejemplo, las cafeterías, el mercado, los vecindarios… estéticamente no son lugares muy bonitos, pero tienen mucho significado. Por ejemplo, la cafetería que sale en Berlín, al principio de la película, es un lugar en el que entras e inmediatamente ya te sientes como si estuvieras en los años cuarenta. Es un sitio con un significado muy especial. Cuando estás en un lugar con más de 200 años de historia, cada parte te cuenta una historia diferente. Todo lo que rodea la película tiene gran parte de eso. La película está rodada en un mundo muy bonito, un mundo de tartas. La música de fondo, los vinilos… todo genera un sentimiento muy bonito, como de nostalgia, de antigüedad, algo muy potente.
P – Además, la película esconde un mensaje político interesante, escenificado en la mezcla de dos mundos muy distintos…
R – Para mí, esta es una historia muy personal, sobre gente que tiene que lidiar con su dolor y su tristeza en un contexto muy peculiar. Y eso se plasma en los propios personajes. Ellos no lo dicen en toda la película, pero no quieren que se les defina de una manera concreta, ni por su religión, ni por su nacionalidad, ni por su sexualidad. Eso es lo más importante de la película, que los personajes se dejan llevar por sus propios sentimientos y sus historias, rompiendo estereotipos y esas definiciones
P – Premiada en Karlovy Vary y Jerusalén, reconocida en Londres o San Sebastián… ¿qué le dice la gente de su película?
R – La mayoría de las críticas que he leído son positivas, aunque depende mucho del lugar. En Israel, por ejemplo, todas las opiniones han sido inmejorables. De hecho, estuvo tres meses en cartelera y tuvo muchísimo éxito. También en República Checa y Hungría, especialmente. Veremos a ver ahora en Francia, España, Estados Unidos y Corea del Sur. Sobre todo, la gente está aplaudiendo la sensibilidad de la película y los personajes, pero también el sonido, la música y los planos. En especial, los críticos de cine. Y cuando alguien que sabe tanto del tema ensalza esos aspectos, para mí es lo más importantes. Más que la propia historia en sí.
P – Sin embargo, «El repostero de Berlín» todavía no se ha estrenado en Alemania…
R – No, y aunque me encantaría, no creo que pueda llegar a hacerlo. Las películas como ésta lo tienen muy difícil en Alemania. Sobre todo porque es un país muy conservador, también en cuestiones de cine. Es un país muy complicado.