Jennifer Lee, directora creativa de la compañía, triunfa con su visión feminista de una nueva generación de princesas
Rocío Ayuso – EL PAIS (22 de junio de 2018)
Los Ángeles – Los estudios Walt Disney cambian de marcha y no se trata solo de la salida de John Lasseter, hasta ahora director creativo de de Disney y Pixar. El mundo pide cambios y uno de ellos tiene que ver con recriminaciones a la industria de la animación reclamando la participación de más mujeres en ella. El pasado martes llegó el anunció del cambio en dos de las principales divisiones de cine de animación. Pete Docter, director de Up, es el nuevo director creativo de Pixar, y Jennifer Lee ha sido nombrada para ocupar el mismo cargo en Walt Disney Animation.
La vida de esta mujer que hace historia en una compañía donde ha imperado el patriarcado, comenzó en 1971 cuando nació en Providence, Rhode Island (EEUU) y parece salida de una de esas historias de princesas de cuento que han hecho famosa a su empresa. Pero no se trata de uno de esos almibarados personajes de antaño que esperan que un apuesto príncipe las salve con un beso, sino de una heroína moderna, cañera y feminista en busca de su propio destino.
Quien a partir de esta semana llevará las riendas del estudio más legendario en el campo de la animación no lleva ni una década en la casa de Mickey Mouse, donde desembarcó para echar una mano a su amigo Phil Johnston con el guion de Rompe Ralph en un trabajo previsto para ocho semanas como máximo. Pero Lee tenía mucho más que contar a las nuevas generaciones y se quedó. Lo hizo para utilizar las canciones, el humor, el drama y la determinación como trama de su propia vida. Porque Jennifer Lee estuvo al frente, junto al legendario animador Chris Buck, de Frozen, un éxito de taquilla que contó una historia de dos princesas que era la versión animada y revisada de dos hermanas reales: ella misma y su hermana mayor, Amy.
Ojos azules, melena rubia, inteligente y friki antes de que los frikis estuvieran de moda: así era Jennifer Lee cuando terminó convirtiéndose en el bicho raro de su escuela. Un hecho que provocó que la hija de Sav Rebecchi, candidato a senador por Jamestown (EEUU), y de Linda Lee centrara toda su admiración en su hermana mayor, Amy. Pero sus destinos se fueron separando, especialmente a medida que Jennifer se volcaba más y más en el arte, convertido en su pasión. La maldición de La reina de las nieves, el cuento de Hans Christian Andersen, caía sobre estas dos hermanas como lo hiciera con Elsa y Anna, las princesas de Frozen.
Pero a la historia de Lee, como en su película, le esperaba un final feliz no sin antes probar la tragedia. La muerte del amor de su vida — ahogado en un trágico accidente— unió de nuevo a las hermanas. Tenía 20 años. Según reconoció Lee mientras promocionaba Frozen, fue “como si la hubiera perdido y de repente llegáramos al mismo lugar juntas”.
Una tragedia que le enseñó que no había tiempo que perder, ni tiempo para las dudas que la asfixiaban porque no sabía si sería lo suficientemente buena, lo bastante intrépida para dejarlas de lado y lanzarse a estudiar lo que quería en la universidad de Columbia. Allí desembarcó años después, más mayor que la media de los estudiantes, casada con Robert Joseph Monn y con un tiempo por delante en el que alternó sus clases con el embarazo y crianza de su única hija, Agatha.
Dudó sobre si sería buena como para conseguir sus metas, para ser quien es en un mundo de hombres. “Lo que aprendí es que dudar de ti misma es destructivo”, subrayó en un discurso años después ante las nuevos graduados de su propia universidad.
Con esa seguridad por bandera Lee llegó a Disney Animation. Lo suyo era la imagen real y la costa Este; además, no le gustaba el tráfico de Los Ángeles. Pero su trabajo con fecha de caducidad junto a su amigo Johnston no solo dio energía al personaje de Vanellope en Rompe Ralph sino que la condujo a Frozen, donde acabó codirigiendo la cinta en una industria donde menos del 4% de los realizadores son mujeres.
Fue el propio John Lasseter quien la invitó a formar parte del consejo de sabios por el que han pasado todas las decisiones creativas de Disney Animation en los últimos años. Jennifer Lee se divorció, sigue siempre al lado de su hija y consiguió el Oscar para Frozen. Pero hizo más: convirtió el filme en un fenómeno sociológico y postfeminista para una nueva generación de princesas que saben lo que quieren y se han cansado de esperar. Lee tampoco teme ya al tráfico angelino.