La película de Marine Francen, que se estrena el próximo viernes, ganó el Premio Nuevos Directores en el pasado Festival de San Sebastián
Gregorio Belinchón – EL PAIS (6 de mayo de 2018)
Madrid – La aldea está perdida en los Alpes. Pero no lo suficiente para no verse sacudida por las oleadas de la Historia. Como la represión ordenada por Napoleón III en 1852 a quienes apoyaban la causa republicana. Desaparecidos los hombres del pueblo, detenidos y extraditados, solo quedan las mujeres. Y ellas deciden continuar con su vida y pactar, tras dos años sin ver varón, que compartirán al primer hombre que pise por sus calles. Su existencia transcurre parsimoniosa, hasta que ese momento llega. Así arranca La mujer que sabía leer, primera película de la directora francesa Marine Francen, adaptación libre del relato L’homme semence, de Violette Ailhaud. “En realidad, me interesaba más el aspecto onírico, el mundo irreal en el que viven esas mujeres. Trabajo más la forma que la trama, porque para se trata de saber dirigir la mirada”, cuenta en una entrevista en París, tras haber ganado en el festival de San Sebastián el premio Nuevos Directores y antes de su estreno en España el próximo viernes 11.
Francen no es una recién llegada. En los noventa trabajó en la productora de James Ivory e Ismael Merchant, antes de convertirse en ayudante de dirección de Olivier Assayas, Jean-François Richet o Michael Haneke. “Pero sí, me he complicado la vida con mi primera película. Por ejemplo, he tenido un reparto enorme, con muchas de ellas compartiendo plano, en un filme de época”, confiesa. Y aunque La mujer que sabía leer -su título original es más concreto: El sembrador- se desarrolla en un tiempo concreto, el mensaje también habla sobre el feminismo en 2018. “Primero creo que hay una apuesta por la solidaridad femenina en una situación catastrófica. Segundo, porque en el fondo late la necesidad de dar vida, de continuar hacia adelante. Y tercero, porque creo que aún nos falta una reflexión más profunda en el siglo XXI sobre el papel de la mujer en nuestra sociedad”.
Si en vez de mujeres, se hubieran quedado solo hombres en el pueblo, probablemente el género del filme sería el thriller o, directamente, el terror. “Defiendo una alegría de vivir, de entender la belleza de las pequeñas cosas. Todos tenemos un fondo animal, que incita nuestro deseo. Pero los hombres lo liberan de forma más salvaje que las mujeres. Yo no llegué a plantearme ese cambio, porque el relato me marcó los primeros pasos. Sin embargo, entiendo que esta situación provoca una sensibilidad, unas emociones que no se darían al revés, con una población solo masculina”. Francen se define a sí misma como optimista: “Y por eso ahondo en la felicidad de amar y ser amado. Me parece que es una necesidad humana a defender a toda costa”.