ANIVERSARIO DE UN FILME MÍTICO: ‘2001’ cumple 50 años

Este lunes, 2 de abril, se celebra medio siglo del estreno mundial en Washington de ‘2001: Una odisea del espacio’, la particular odisea de Stanley Kubrick que cambiaría el curso del cine de ciencia ficción

Quim Casas – EL PERIODICO (31 de marzo de 2018)

La fría estadística nos dice que ‘2001: Una odisea del espacio’, la película que Stanley Kubrick ideó para mostrar la relación del hombre con el universo, costó 12 millones de dólares, cerca de 10 millones de euros al cambio actual; que no fue el éxito esperado en el primer fin de semana en Gran Bretaña (recaudó 80.000 euros) pero hoy lleva ganados 153 millones de euros. Su producción se extendió de 1964 –en mayo firmaron Kubrick y el novelista Arthur C. Clarke el contrato para desarrollar el guion– a 1968, entre la construcción de decorados, el rodaje con actores, la filmación de segunda unidad en Tanganika para las escenas de apertura, la creación y puesta a punto de los efectos especiales, la posproducción y el montaje.

Lo que podríamos denominar las partes narrativas fueron rodadas entre finales de diciembre de 1965 y principios de julio del año siguiente, pero los planos con efectos especiales –que se llevaron más de la mitad del presupuesto total– no concluyeron hasta marzo de 1968. Se filmó en los estudios británicos de Metro Goldwyn Mayer, Monument Valley (Arizona), la isla escocesa de Harris y el desierto almeriense de Tabernas, que simuló la superficie lunar. La película, de 142 minutos de duración, consta de 612 planos, de los que 205 corresponden a los efectos especiales. El estudio se gastó 240.000 euros en una centrifugadora de 12 metros de diámetro convertida en el interior de la nave ‘Discovery’. Fue rodada en Super Panavision de 70 mm y exhibida con el sistema Cinerama.

Rodaje caótico

La historia de un rodaje excepcional, aunque caótico según quienes intervinieron en él, nos recuerda que una veintena de mimos y bailarines de brazos muy largos fueron contratados para interpretar a los simios en la secuencia del amanecer del hombre. Lo hicieron provistos de una compleja máscara ideada por Colin Arthur, antiguo creador de figuras de cera para el museo de Madame Tussauds, que contenía un molesto sistema de palancas interior que los extras accionaban con la lengua para reproducir los movimientos de los músculos faciales. Arthur diseñó las máscaras de forma individual, directamente sobre la cabeza de cada hombre, con el fin de que todos tuvieran su propia y diferenciada expresividad.

Geoffrey Unsworth, el director de fotografía, dejó el rodaje a los seis meses porque el proceso de elaboración del filme se extendía demasiado y él había adquirido compromisos con otros productores. Lo sustituyó John Alcott, a partir de entonces, y hasta su muerte en 1986, el colaborador más estrecho de Kubrick: suya es la fotografía de ‘La naranja mecánica’, ‘Barry Lyndon’ y ‘El resplandor’.

Diseñador de la NASA

Tres directores artísticos, uno de ellos, el alemán Harry Lange, diseñador de naves espaciales para la NASA, organizaron los interiores y exteriores de la nave ‘Discovery’, las esferas de rescate, el módulo lunar Aries, la estación espacial Clavius, el ‘hall’ tan blanco del hotel orbital Hilton y la estancia final concebida a partir de distintos estilos decorativos, aunque recuerda a la época de Luis XVI, así como los trajes y cascos de los astronautas, el monolito matemático y la computadora ‘HAL 9000’.

Hasta 43 personas trabajaron en el departamento de arte, más un centenar de técnicos entre efectos visuales y efectos especiales, creados y conceptualizados por el propio Kubrick y supervisados por Douglas Trumbull, a quien el director descubrió gracias a su trabajo en el filme ‘To the moon and beyond’, una simulación de los viajes espaciales mediante técnicas de animación realizada para la Exposición Mundial de Nueva York de 1964.

Kubrick ganó el Oscar por los efectos especiales, pero fue batido como mejor director por el Carol Reed del musical ‘Oliver’. ‘2001’ siquiera fue nominada como película y aquel año de despropósitos en la ceremonia de los Oscar se otorgó un premio especial al maquillaje, que no recayó en la odisea espacial sino en otra película con actores haciendo de primates, ‘El planeta de los simios’.

Curiosidades, cifras, nombres, datos. Espectaculares, pero nunca podrán dar la medida de lo que representa esta película. Después de ella, la ciencia ficción entró en la edad adulta. No solo en cuestiones temáticas y filosóficas. Hasta George Lucas, cuya ciencia ficción aventurera y de serie B no guarda relación alguna con la de Kubrick, tomó notas sobre la manera de filmar naves en un decorado espacial.

Imagen de Dios

Kubrick dijo que era «una historia de mitología antes que de ciencia ficción», y citó como conceptos la inmortalidad biológica, el papel de las máquinas inteligentes y las entidades totales emparentadas con la concepción tradicional que se tiene de Dios, por lo que no es extravagante decir que se trata de una odisea cósmico-biológica y una interpretación laica del Génesis. El cineasta buscaba construir una imagen científica de Dios. Hay cosas de ‘2001: Una odisea del espacio’ que siguen siendo inescrutables.

El filme es igualmente un curso de gramática cinematográfica: la relación entre música e imagen con los valses de Johann Strauss y el ‘Así habló Zarathustra’ de Richard Strauss, que nunca después se ha escuchado sin asociarlo al inicio del filme; la excepcional elipsis de cuatro millones de años que convierte un hueso lanzado al aire por un antropoide en una nave espacial; el clímax de la desconexión de ‘HAL 9000’; la forma de filmar la ingravidez con el bolígrafo suelto en el aire; el lisérgico viaje a Júpiter atravesando la puerta estelar y la transformación final y muy Nietzsche del anciano en un feto-estrella, el hombre nuevo.

Kubrick definió su filme como una experiencia no verbal, y el filósofo Eugenio Trías escribió que «encarna el deseo de Kubrick de volver a una suerte de cine mudo, sin emoción aparente: el ritmo diacrónico del relato, sin diálogos, con ruidos de fondo, solo con la respiración de la aeronave, o de sus tripulantes, parece disolverse en música».