‘El cochecito’ adelanta a la censura 58 años después

La Filmoteca Española rescata en su versión original el filme de Ferreri escrito por Azcona que protagonizó José Isbert, un clásico que sufrió el hachazo franquista

Gregorio Belinchón – EL PAIS (30 de agostos de 2018)

Madrid – Pepe Isbert los mató. A toda su familia, empezando por su hijo Carlos, que no le dejaba cumplir su sueño más ansiado: comprarse un motocarro para discapacitados, un vehículo con el que disfrutar de la libertad, junto a su amigo Lucas y su heterogénea pandilla de lisiados. Sin embargo, para la censura franquista ese asesinato múltiple superaba los límites de la moral imperante de 1960. Así que don Anselmo, el personaje que interpretaba Isbert en El cochecito, la película de Marco Ferreri con guion de Rafael Azcona, cambió de asesino a mero fugitivo. Sí, vendió las joyas de la familia y se compró su motocarro. Sí, no lo devolvió pese a las amenazas de su vástago. Pero al eliminar la penúltima secuencia -en la que don Anselmo ve salir los ataúdes de su casa- y cambiarla por una llamada de teléfono que da a entender que la familia está viva y le busca, el remate con su detención por la Guardia Civil pierde fuelle. Con la masacre se entiende mejor la lúgubre frase final: “¿Me dejarán tener el cochecito en la cárcel?”.

Y con todo, El cochecito es uno de los clásicos del cine europeo. Ganó el premio de la crítica en la Mostra de Venecia, pero en España nunca se vio en su versión original. Hasta hoy, que la Filmoteca Española proyecta -en una sesión especial dedicada a tres de sus trabajadores recientemente fallecidos y que se repetirá el 21 de septiembre- una copia restaurada procedente del Centro Sperimentale di Cinematografia de Roma, ya que en Italia sí se estrenó como la idearon Ferreri y Azcona. Quien sabía de su existencia es Pere Portabella, intelectual y político, presidente de la Fundación Alternativas, cineasta de rompedora obra y productor de tres filmes prodigiosos del cine español de inicios de los sesenta: Los golfos, de Carlos Saura, El cochecito y Viridiana, de Luis Buñuel. “Yo tampoco tengo una copia de la película”, confirma el productor, “porque cedí los derechos comerciales a la viuda de Ferreri”. Portabella recuerda entre risas aquellos dos años de locura. “Por amistad con Antonio Saura, yo produje Los golfos, de su hermano Carlos. Y en el rodaje en Madrid, un día se acercó Rafael Azcona, a quien yo conocía como escritor, y me habló de un guion que había coescrito con un italiano basado en uno de los relatos de su libro Pobre, paralítico y muerto”. El italiano era el director Marco Ferreri, con el que Azcona ya había redactado El pisito años antes y que tras el fracaso de Los chicos, malvivía en Canarias. “Yo pedí que viniera, Rafael me contó que vendía sanitarios y artículos de óptica en las islas y que no tenía dinero para un hotel en Madrid y le pagué el viaje”.

Portabella leyó el guion y enseguida pensó que conectaba con el cine que deseaba producir. “Los golfos tenía cosas de nouvelle vague, de chicos de barrio y periferia”, asegura desde Girona. “No iba a hacer caso a la censura, desde luego. Llegó Azcona con este libreto y pensé rápidamente en llevarla a Venecia. Pero antes viajé al festival de Cannes con Los golfos y allí conocí a Luis Buñuel”. Y allí germinó Viridiana, la única Palma de Oro a una película española, aunque participó con bandera mexicana, país que puso parte de la financiación. “En Venecia, El cochecito levantó gran polvareda. A mi vuelta a Madrid me quitaron las ayudas estatales por Los golfos, ya que sus protagonistas no recibían el castigo que los censores consideraban ejemplar, y tardó dos años en verse en España”, cuenta entre risas. “Con Buñuel rematé algo único: mi impugnación al cine comercial, ya que las subvenciones y el retorno del capital determinan el contenido de la película. Y me salió perfecto”. Portabella fue “expulsado desde instancias gubernamentales” del cine más popular. “Decidí mantener mi línea hasta hoy”.

De aquel rodaje (en el que participaron Saura y Azcona, caracterizados de frailes), Portabella rememora que fue muy sencillo y divertido: “Marco era muy gracioso. Aquel guion corrosivo hablaba de insolidaridad incluso entre discapacitados, de egoísmo y de miseria moral, y Pepe Isbert lo borda. Creo que es su mejor interpretación”. El productor recuerda el dolor que provocó la censura en el equipo: “El cochecito gira alrededor de su final, de la mirada de Isbert a su familia asesinada antes de huir con su amado vehículo”. Hoy, la podredumbre existencial de aquella España gris vuelve a la pantalla con don Anselmo envenenando a su familia, por fin, como él quería.